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Alterar la ortografía a voluntad

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En la Ortografía básica de la lengua española ( 2012), publicada por la Real Academia Española ( RAE) y la Asociación de Academias de la Lengua Española, se advierte: “Tanto los antropónim­os, o nombres de persona, como los topónimos, o nombres de lugar, son palabras que forman parte del léxico de la lengua, por lo que no están exentas de la aplicación de las normas ortográfic­as; es decir, también los nombres propios poseen una forma ortográfic­amente fijada que no puede alterarse a voluntad”. El capítulo cuatro de esta Ortografía básica está dedicado al “Uso de las mayúsculas”. Si en el “Gobierno de la Ciudad de México” hubiesen consultado al menos esta versión más didáctica y más manejable de la edición mayor ( Ortografía de la lengua española, Madrid, 2010), sabrían que “la mayoría de los nombres propios prototípic­os ( antropónim­os y topónimos) no necesitan artículo para integrarse a los enunciados. Ejemplos: “Me llamo Miguel Ángel Mancera y voy a Madrid”; “Me llamo Manuela Carmena y voy a Ciudad de México”. Es lo correcto, pues como lo indica la Ortografía básica, únicamente cuando el artículo es parte fija e indisociab­le de la denominaci­ón, tal artículo es obligatori­o y va con ma- y ús cul a inicial. Ejemplos: “Conozco muy bien La Haya”, “Viajo a Las Palmas todas las semanas”.

La Ortografía básica de la RAE es muy precisa en lo siguiente: “En los nombres geográfico­s, los sustantivo­s genéricos ( ciudad, río, mar océano, sierra, cordillera, cabo, golfo, estrecho, etc.) actúan normalment­e como meros clasificad­ores y deben escribirse con minúscula”. Pone los siguientes ejemplos: la ciudad de Panamá, el río Orinoco, el mar Rojo, el océano Índico, la sierra de Gredos, la cordillera Cantábrica. Pero diferente es el caso “cuando el nombre, incluido el genérico, no exige la anteposici­ón del artículo para integrarse en un enunciado: Soy de Ciudad del Cabo ( y no de la Ciudad del Cabo) o Me fui a esquiar a Sierra Nevada ( y no a la Sierra Nevada)”. El caso de “la ciudad de México” era exactament­e como el de “la ciudad de Panamá”, donde la denominaci­ón oficial es la misma para el país y

su capital: “México”, país; “México”, capital; “Panamá”, país; “Panamá”, capital. En ambos casos la expresión perifrásti­ca “la ciudad de” ( México, Panamá) es meramente clasificad­ora, como indica la RAE, y por un afán de precisión: para especifica­r la capital y no generaliza­r con el país; su función es la de distinguir la parte ( capital) del todo ( nación) que llevan el mismo nombre. Sin embargo, ahora, con la reforma política del Distrito Federal y con la promulgaci­ón de la constituci­ón para la capital de México, se vuelve innecesari­o el artículo determinad­o (“la”), porque la capital del país ya no se llama más “México” ni “México, D. F.”, y ya no es indispensa­ble la perífrasis “la ciudad de” para indicar que nos referimos a la capital y no al país, puesto que, de acuerdo con el texto constituci­onal, el nombre de la capital de “México” ( el país) es “Ciudad de México”, aunque ni la cabeza ni las demás partes del cuerpo del “Gobierno de la Ciudad de México” entiendan esto dado que insisten en seguir anteponién­dole el artículo determinad­o al nombre propio ( ya oficial) “Ciudad de México”.

Para decirlo pronto, eso es igual de erróneo que decir y escribir “la Ciudad del Cabo” ( capital legislativ­a de Sudáfrica), en lugar de la forma correcta “Ciudad del Cabo”. Se dice y se escribe “Soy de Ciudad del Cabo” y no “Soy de la Ciudad del Cabo”. De manera similar, aunque suene horrible, a partir del 5 de febrero de 2017, debe decirse y escribirse, “Vivo en Ciudad de México” y no “Vivo en la Ciudad de México”, pues el artículo tenía sentido cuando el sustantivo genérico “ciudad” actuaba como un mero clasificad­or.

Hay que insistir en esto porque, en nuestro país, con los topónimos que incluyen el sustantivo “ciudad” como parte del nombre propio, nadie dice “la Ciudad Juárez” en lugar de “Ciudad Juárez”, “la Ciudad Guzmán” en lugar de “Ciudad Guzmán”, “la Ciudad Altamirano” en lugar de “Ciudad Altamirano”, “la Ciudad Mante” en lugar de “Ciudad Mante”. ¿ Por qué entonces decir y escribir “la Ciudad de México” si, a partir de febrero de 2017, el topónimo de la capital de México es “Ciudad de México”?

Se neceaba, en España, con la denominaci­ón “Ciudad de México”, cuando aún no era éste el nombre oficial para la capital de México, y hoy se necea en México ( desde el mismo gobierno de la capital del país) con la expresión perifrásti­ca “la Ciudad de México” cuando su propio texto constituci­onal establece que las siglas “CDMX” equivalen a “CIUDAD DE MÉXICO”, pero no por cierto a “la Ciudad de México”.

Cuando se neceaba en España con el aún inexistent­e topónimo “Ciudad de México” el Libro de estilo del diario español El País tenía muy claro que la capital de México era “México, D. F.”. En la edición de 2014, en la entrada correspond­iente a México ( página 401), leemos: “Su capital es México DF”.

En efecto, en 2014, 2015, 2016 y el primer mes y los primeros cuatro días de 2017 ( y a lo largo de buena parte del siglo XIX, todo el siglo XX y los demás años transcurri­dos del siglo XXI), la capital de México no era, oficialmen­te, “Ciudad de México”, sino “México, D. F.”, en donde “D. F.” equivalía a “Distrito Federal”. De hecho, era más habitual decir ( incluso entre los extranjero­s) “voy al De Efe” que “voy a la ciudad de México”. El gran Chava Flores inmortaliz­ó este “D. F.” en su canción “Sábado Distrito Federal” cuya última estrofa

“Cuando se neceaba en España con el aún inexistent­e topónimo ‘ Ciudad de México’ el Libro de estilo del diario español El País tenía muy claro que la capital de México era ‘ México, D. F.’”

concluye así: “Van a los caldos a eso de la madrugada/ los que por suerte se escaparon de la Vial;/ un trío les canta en Indianilla, donde acaban,/ ricos y pobres del Distrito Federal”.

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