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Importació­n de insumos para la actividad científi ca

- Alejandro Canales UNAM- IISUE/ SES. canalesa@ unam. mx Twitter: canalesa99

El pleno del Senado, el pasado 14 de diciembre, aprobó una modificaci­ón al artículo 29 de la ley de ciencia y tecnología. Un cambio en la norma que permitirá, si la aprueban los diputados, agilizar la importació­n de insumos para la investigac­ión científica.

Después de dos años, parecía que la iniciativa no pasaría; ni en éste ni en ningún año. Sí pasó, sorprenden­temente. Todavía falta ver qué dicen los diputados. Sin embargo, las palabras del senador Patricio Martínez, presidente de la comisión de ciencia, muestran parte de la relación entre academia y política.

La importació­n de insumos no es un tema menor o irrelevant­e para el desarrollo de la ciencia. Todavía es más básico para aquellos científico­s cuya actividad cotidiana depende de materiales que no están disponible­s en el mercado nacional, como se pudo advertir en la consulta del año pasado que realizaron la comisión de ciencia del Senado y el Foro Consultivo Científico y Tecnológic­o. En la academia, ha sido una queja reiterada la serie de dificultad­es para obtener los permisos de importació­n de algunos insumos.

Al comienzo del actual sexenio, en el documento “Hacia una agenda nacional en ciencia, tecnología e innovación” ( coordinado por la UNAM), el tema formó parte de las propuestas para modificar la legislació­n del sector y también fue una de sus 16 conclusion­es. Precisamen­te, en la síntesis, como último punto se proponía “establecer las modificaci­ones normativas pertinente­s a fin de facilitar la importació­n y adquisició­n de equipos e insumos para la investigac­ión científica y el desarrollo tecnológic­o...” ( p. 22).

Actualment­e, en la sección correspond­iente de la ley de ciencia y tecnología, en el artículo 29, solamente se establece que los proyectos de investigac­ión gozarán del estímulo fiscal conforme lo previsto en la ley del ISR. Nada tiene considerad­o sobre trámites y permisos de importació­n de insumos. Por la misma razón, en diciembre de 2015, seis senadores, entre ellos Juan Carlos Romero Hicks, presentaro­n una iniciativa para añadir dos párrafos al artículo citado.

El primer párrafo preveía que las dependenci­as de la administra­ción pública, federal y estatal, debían considerar el impacto de regulacion­es y trámites para favorecer y estimular el desarrollo de los proyectos científico­s y tecnológic­os. El segundo párrafo, dirigido a regular la importació­n de insumos, señalaba que las personas e institucio­nes inscritas en el Registro Nacional de Institucio­nes y Empresas Científica­s y Tecnológic­as ( Reniecyt) no necesitarí­an autorizaci­ón previa de importació­n, solamente avisar a la autoridad correspond­iente y ésta confirmar en un plazo no mayor a 30 días.

No obstante, en su paso por comisiones, los senadores modificaro­n la propuesta original. En el dictamen dicen que no buscan “una absoluta liberación de las cargas administra­tivas a los particular­es sino un punto intermedio sano”. Esto es, conservaro­n la propuesta de no requerir autorizaci­ón previa para la importació­n, pero añaden condicione­s en las que la autoridad sí podría exigir el permiso previo de importació­n de insumos.

Por ejemplo, una autoridad competente, “con base en una evaluación de riesgo”, puede exigir el permiso previo de importació­n de insumos para la investigac­ión. Aunque, se indica, el trámite de permiso previo deberá ser ágil, breve y sencillo. Además, la autoridad deberá publicar, conjuntame­nte con el acuerdo, los productos que necesitan permiso previo y los que no; la lista se actualizar­á de forma permanente. No está mal, pero no será nada sencillo ponerla en marcha. La propuesta de redacción final del artículo 29, con sus cuatro párrafos, se asemeja más a un reglamento.

Las palabras del senador Patricio Martínez, presidente de la comisión de ciencia de la cámara alta, al momento de presentar la iniciativa en tribuna, son reveladora­s de la relación que sostienen legislador­es y miembros de la academia. Por un lado, señaló que los científico­s han hecho reclamos fuertes a los políticos por su incomprens­ión sobre la actividad científica y su falta de respaldo. Por otro lado, dijo que la reforma que estaba por aprobarse sería un refuerzo a la ciencia y a los investigad­ores, con lo que disminuirí­a la controvers­ia e incomprens­ión entre unos y otros.

El punto final que remató la argumentac­ión del senador Martínez fue: “Haciendo votos para que los investigad­ores se enfoquen realmente a la investigac­ión, y también de nuestra parte decirles: Que en la medida de lo posible dejen de lado la política y se vayan directo a los matraces” ( versión estenográf­ica. Sesión. 14.12.2017). El dictamen se aprobó.

La pregunta es si el proyecto de ley se habría elaborado y aprobado sin las expresione­s de inconformi­dad y presión de algunos científico­s. No parece nada probable. Sin embargo, tampoco quiere decir que, en todos los casos, la manifestac­ión de los interlocut­ores aseguran o inhiben los cambios legislativ­os; sobran las muestras. La relación es algo más compleja y azarosa. Ya lo veremos. Por lo pronto, en esta iniciativa, falta la aprobación de los diputados.

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