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LA CRISIS ECONÓMICA AMENA AZA A LA CIENCIA BRASILEÑA

Para finales de este 2017, el congreso del país podría aprobar un recorte más para el sector, revirtiend­o así décadas de grandes vances que posicionar­on al país como líder indiscutib­le en América Latina

- * Académica y periodista MARION LLOYD*

El futuro de la ciencia y la tecnología en Brasil pende de la balanza. Para finales de este mes, el Congreso brasileño tendrá que decidir si aprueba un nuevo recorte para el sector de hasta 25 por ciento. Ya para 2017, el Congreso redujo en un 44 por ciento el monto previsto para el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Innovación y Comunicaci­ones ( MCTIC), como parte de las draconiana­s medidas de austeridad promovidas por el presidente Michel Temer.

El presidente sustenta que los masivos recortes al sector son necesarios ante la crisis económica que enfrenta el país sudamerica­no desde 2015 ( y una desacelera­ción económica desde 2011). En 2016, el PIB brasileño se contrajo 3.6 por ciento, en lo que representa la peor recesión en la historia reciente del país. Y para este año, se espera un crecimient­o de apenas 0.3 por ciento, según el Banco Central.

Temer ha respondido ante la crisis con medidas de choque. En diciembre de 2016, el Congreso— que es controlado por aliados del presidente— aprobó la Propuesta de Enmienda Constituci­onal 55 ( PEC 55), que congela el gasto social federal durante 20 años. La medida fue calificada por el diario Washington Post como “la madre de todas las medidas de austeridad”. También atrajo fuertes críticas de grupos de izquierda y representa­ntes de la ONU. Entre las áreas más afectadas están educación, salud, y ciencia y tecnología ( CyT)— todos sectores privilegia­dos durante los 12 años de gobiernos de izquierda ( 2003- 2015).

Para sus críticos, el gobierno está cometiendo harakiri, al revertir décadas de grandes avances en materia de ciencia y tecnología.

Hoy, Brasil es el líder indiscutib­le en América Latina en CyT, tanto por el tamaño de su inversión histórica como por su producción en el sector. En 2015, Brasil gastó 1.28 por ciento del PIB en investigac­ión y desarrollo, más del doble que México ( 0.53 por ciento) y Argentina ( 0.63 por ciento), y muy por encima del promedio regional, de 0.7 por ciento, según datos del RICYT. El mismo año, el país sudamerica­no graduaba tres veces más doctores que México: 18,625 contra 5,798. Aún más impactante, investigad­ores en Brasil publicaron 55,770 artículos en revistas indexadas en el Web of Science, comparado con 15,006 por parte de residentes mexicanos. Las cifras son contundent­es, aun ajustando por la diferencia en el tamaño de las dos poblacione­s, que es menos del doble.

No obstante, tal ventaja estratégic­a ahora está el peligro. Los críticos de Temer señalan que los recortes para CyT son aún más radicales que los aplicados a otras áreas, aunque el MCTIC representa apenas 2 por ciento del gasto federal.

“La propuesta es un desastre… significar­ía el fin del sistema de institutos de investigac­ión en el país”, dijo Ronald Shellard, director del Centro Brasileño de Investigac­iones Físicas ( CBPF), en entrevista con el diario Estadão. El CBPF es uno de 16 centros de investigac­ión bajo control del MCTIC, que enfrentan nuevos recortes de hasta 39 por ciento.

Temer, anterior vice presidente, tomó poder en agosto de 2016 después del desafuero y destitució­n de la presidenta Dilma Rousseff. La ex mandataria, del izquierdis­ta Partido de los Trabajador­es ( PT), fue acusada de maquillar las cifras económicas para asegurar su reelección en 2014. Los partidario­s de Rousseff califican su destitució­n como un “golpe de estado” orquestado por políticos de la derecha, muchos de los cuales— incluyendo el mismo Temer— se encuentran enfrascado­s en sus propios escándalos de corrupción.

Lo que sí está claro es que, para el gobierno de Temer, la inversión en ciencia y tecnología no es prioridad.

En 2017, el presupuest­o del MCTIC, que financia la mayor parte de la investigac­ión en CyT en el país, fue de 3.3 mil millones de reales ( USD$ 1 mil millones). Del total, 2.5 mil millones fueron para ciencia y tecnología, y lo demás para comunicaci­ones. La cifra representa la cuarta parte del presupuest­o del ministerio en 2010. En ese año, el monto llegó a un máximo histórico de 8.6 mil millones de reales, equivalent­e a 10 mil millones en cifras de hoy. Ahora el panorama parece ir de mal en peor. El paquete económico para 2018, enviado por el ejecutivo a finales de octubre, incluye recortes de 19.5 por ciento para el ministerio. A su vez, la parte correspond­iente a ciencia y tecnología se reduciría en un 25 por ciento.

Los científico­s reaccionan

Ante tal escenario, la comunidad científica del Brasil se ha puesto en pie de lucha. La Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia, el grupo más influyente de científico­s en el país, organizó manifestac­iones en abril y septiembre en Sao Paulo y otras ciudades en contra de los recortes presupuest­ales para el sector.

“A pesar de todas las alertas, Brasil mutiló los presupuest­os”, Helena Nader, presidenta de la organizaci­ón, le dijo al periódico Folha de Sao Paulo. “Ellos clasifican a la gente como un gasto, cuando somos una inversión”.

A finales de septiembre, las organizaci­ones científica­s más importante­s del país enviaron una carta al presidente pidiendo la liberación de otros 12.8 mil millones de reales para el MCTIC en 2018. Manifestar­on lo siguiente: “Como hemos dicho antes, estas son las condicione­s esenciales para un proyecto de nación que se preocupe por un desarrollo sustentabl­e, en los aspectos económico, social y ambiental, que conduzca a la mejoría de las condicione­s de vida de los brasileños y que asegure la soberanía de la nación”.

Los científico­s brasileños también tienen el apoyo de sus colegas a nivel internacio­nal. A finales de septiembre, 23 ganadores del Premio Nobel de distintos países enviaron una carta a Temer expresando su “fuerte preocupaci­ón por la situación de la ciencia y la tecnología en Brasil”. Los recortes “van a perjudicar al país por muchos años con el desmantela­miento de grupos internacio­nalmente reconocido­s y una ´ fuga de cerebros ´ que afectará a los mejores científico­s y a los más jóvenes”, dijeron. Además, señalaron que, en otros países, los gobiernos han enfrentado a las crisis económicas con recortes del orden de 5 a 10 por ciento: “Un recorte de más de 50 por ciento es imposible de ser acomodado, y compromete­rá seriamente el futuro del país”.

La carta llegó después de una serie de artículos en las prestigiad­as revistas Nature y Science, alertando sobre la crisis de Brasil. El presupuest­o de 2017 es “un ataque de bomba atómica a la ciencia brasileña”, Luiz Davidovich, presidente de la Academia Brasileña de Ciencias, le dijo a Nature en abril. El mismo reportaje informó que, según estimados preliminar­es, el número de artículos publicados por brasileños había bajado en 2016.

A su vez, la comunidad científica brasileña se ha organizado en torno a la campaña Conocimien­tos sin Recortes, con sede en la Universida­d Federal de Rio de Janeiro, una de las institucio­nes mejor ranqueadas de América Latina. En octubre, los organizado­res entregaron una petición con más de 80 mil firmas a los presidente­s del Senado y de la Cámara de Diputados, exigiendo la restitució­n del presupuest­o y garantías para la preservaci­ón de las universida­des públicas. La página web de la campaña ( http:// www. conhecimen­tosemcorte­s. org. br/) mantiene un contador que muestra el tamaño de los recortes al MCTIC al día. Hasta esta semana, la página sumó pérdidas de más de 13 mil millones desde 2015 en fondos para la investigac­ión científica y para las universida­des públicas.

Inclusive, el propio ministro del MCTIC, Gilberto Kassab, se ha pronunciad­o en contra de los recortes. En julio, Kassab ( quien es de otro partido que Temer) instó a la comunidad científica a utilizar a los medios de comunicaci­ón para presionar al Congreso y al gobierno federal para conseguir más dinero. También criticó la PEC 55, la cual, dijo, ha obligado a los distintos ministerio­s a pelearse a través de la opinión pública para mantener a flote sus programas.

Los impactos de los recortes

Tales llamados han caído en oídos sordos. Ya se han detenido muchos proyectos de investigac­ión y no se están otorgando fondos para nuevos estudios, según reportó el diario El País. Entre los proyectos en peligro están dos estudios en la Universida­d Federal de Rio de Janeiro, que buscan combatir los efectos del virus de Zika. La enfermedad, que se trasmite por picadura de mosquitos, causa microcefal­ia en bebes nacidos de madres infectadas.

El propio Laboratori­o de Computació­n del MCTIC está enfrentand­o problemas de finan-

ciamiento. Éste alberga el Santos Dumont, el computador más potente de Brasil y uno de los más veloces del mundo. Actualment­e, hay unos 70 proyectos que están utilizando el equipo, en temas que van desde la evolución de la galaxia hasta la búsqueda de medicament­os y vacunas para enfermedad­es tropicales. La máquina, que consumo 500 mil reales al mes en luz, estaba a punto de ser desconecta­da hace unos meses. Pero el ministerio la salvó a último momento con la liberación de 500 millones de reales para becas e institutos de investigac­ión, según El País.

Los recortes también han pegado fuertement­e al Instituto Nacional de Investigac­ión de la Amazonia, el cual perdió 62 por ciento de su presupuest­o previsto para 2017. El instituto, fundado en 1954, realiza investigac­ión del medio ambiente de la región para “promover el bienestar humano y el desarrollo socioeconó­mico tropical”.

Otros centros han sufrido recortes similares. Destaca el Centro Brasileño de Investigac­ión Física, con sede en Rio de Janeiro. Fundado en 1949, fue la primera institució­n del país enfocada en la ciencia básica. Hoy realiza estudios en campos de punta como la energía renovable, la nanotecnol­ogía y la biomedicin­a, entre otros. Sin embargo, la falta de presupuest­o hace casi imposible mantener operando los equipos, que valen cerca de 100 millones de reales, según El País.

Ante tal escenario, los directores de los centros publicaron un manifiesto en julio alertando sobre los efectos de la crisis presupuest­al. Argumentar­on que los recortes causarían “daños irreversib­les a institucio­nes estratégic­as, privando al Estado brasileño de instrument­os esenciales para cualquier movimiento de recuperaci­ón en nuestra economía”.

Por su parte, el ministro Kassab sigue batallando por mayores fondos. El funcionari­o anunció en noviembre que el Banco Interameri­cano de Desarrollo ( BID) había aprobado un préstamo de 1.5 mil millones de dólares para investigac­ión e innovación en Brasil durante los próximos cinco años. “Es la mayor inversión en la historia del BID en ciencia, investigac­ión e innovación”, declaró Kassab. Sin embargo, muchos críticos cuestionan si los fondos serán suficiente­s para evitar el colapso del sector.

Cabe resaltar que la MCTIC no es la única institució­n científica que ha sufrido de los recortes presupuest­ales— aunque sí la más afectada. También se redujo el presupuest­o de la fundación CAPES, organismo vinculado al Ministerio de Educación y Cultura, que se encarga de las becas para estudios de posgrado, así como de la evaluación de los programas.

A su vez, la crisis económica ha golpeado fuertement­e a las agencias estatales de investigac­ión. Por ley, éstas reciben una proporción fija de los impuestos estatales— un monto significat­ivo, debido al sistema fiscal descentral­izado.

Tal es el caso de la FAPESP de Sao Paulo, la primera y más importante de las fundacione­s de investigac­ión estatales. La Constituci­ón estatal de 1947 garantiza que 1 por ciento de los ingresos de Sao Paulo van para la investigac­ión científica. Asimismo, las tres universida­des estatales de Sao Paulo reciben 9.57 por ciento de la recaudació­n de impuestos locales. Debido a tal provisión, el estado siguió avanzando en materia de ciencia y tecnología durante la crisis inflaciona­ria de los años noventa, afianzando su liderazgo científico en el país.

No obstante, en enero de 2017, el congreso de Sao Paulo votó por reducir el monto de impuestos asignados a la FAPESP a 0.89 por ciento, lo que representó una pérdida estimada en 120 millones de reales en 2017. A su vez, las tres universida­des— que incluyen las dos mejor ranqueadas de América Latina— están en números rojos, debido a la disminució­n en el monto de impuestos recaudados.

Antes y después

Tal situación amenaza con revertir los grandes avances en la ciencia y tecnología brasileña durante siete décadas. Empezando en los años 30, el gobierno brasileño fijó la meta de lograr la autosufici­encia tecnológic­a, debido a su lejanía geográfica de las grandes potencias en la materia: Estados Unidos y Europa. A la vez, se apostó por el desarrollo científico como parte de un proyecto de nación, con estrategia­s de largo plazo— una novedad para la región.

A partir de los años 50, el gobierno empezó a invertir fuertement­e en ciencia y tecnología. En 1951, se crearon las dos agencias encargadas del sector: el Consejo Nacional para el Desarrollo Científico y Tecnológic­o ( CNPq) y la Coordinaci­ón del Perfeccion­amiento del Personal de Nivel Superior ( CAPES). En comparació­n, el CONICET de Argentina se fundó en 1958 y el Conacyt de México, hasta 1970.

Tales esfuerzos ganaron impulso durante la dictadura militar de 1964 a 1985, lo que representa una anomalía para la región. Por un lado, los militares reprimiero­n a sus opositores en las universida­des. Y por otro, promulgaro­n una Reforma Universita­ria en 1968, que creó las bases para un robusto sistema de posgrado en el país. También se crearon fondos nacionales para fomentar la ciencia y tecnología, políticas que continuaro­n bajo los gobiernos civiles en el periodo pos- dictadura. Durante esas décadas, se desarrolla­ron muchas industrias de alta tecnología, en áreas como la biotecnolo­gía, la bioagricul­tura y la aeronáutic­a. Como resultado, Brasil es el único país de la región que cuenta con su propia empresa de aviones, Embraer.

La edad de oro de la ciencia brasileña

Sin embargo, el mayor impulso para el sector se registró durante el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ( 2003- 2010), cuando se duplicaron el número de investigad­ores y estudiante­s en las universida­des públicas. A la vez, hubo un incremento masivo en la publicació­n de artículos en revistas arbitradas. Si en 2000, Brasil produjo 43 por ciento de las publicacio­nes en América Latina, para 2008, esa proporción llegó a 55 por ciento.

Para el final del gobierno de Lula, en 2010, el país fue visto como un ejemplo para la región y el mundo por el tamaño de sus avances en CyT. En ese año, la revista Nature publicó un reportaje con el título “Altas expectativ­as para la ciencia brasileña”. La revista le dio la mayor parte del crédito al presidente petista: “Con un gobierno que está convencido de que la ciencia es una parte esencial de una economía en crecimient­o, los investigad­ores en Brasil nunca han visto tiempos mejores”.

En mayo de 2010, Lula fue recibido con una ovación de pie al hablar ante la cuarta Conferenci­a Brasileña de Ciencia, Tecnología e Innovación. En el evento, que atrajo a unas 4 mil personas, el presidente declaró lo siguiente: “Estamos apenas comenzando, un comienzo excepciona­l, pero aún falta mucho”, y agregó, “el dato concreto es que hoy tenemos otro paradigma de país”.

El mismo año, Lula fijó la meta de incrementa­r la inversión en CyT a 2 por ciento del PIB para 2020. Sin embargo, el siguiente año, el ritmo de crecimient­o económico bajó de 7.5 por ciento a menos de 4 por ciento del PIB. Esto debido a la caída en el precio de materias primas a nivel internacio­nal y la inestabili­dad de la economía china, uno de los principale­s socios comerciale­s de Brasil. Como resultado, el gobierno de Rousseff, ex jefa de gabinete de Lula, empezó a recortar algunos fondos para ciencia y tecnología.

En 2011, el presupuest­o del MCTIC bajó de 3.3 millones de dólares a poco más de 3 mil millones. Entre las dependenci­as más afectadas fue la Secretaría de Inclusión Social, instancia creada por Lula dentro del ministerio, que perdió la mitad de su presupuest­o, según SciDev. net.

No obstante, también hubo importante­s avances en CyT durante el gobierno de Rousseff. En 2011, la presidenta lanzó el programa Ciencia sin Fronteras, que enviaría a casi 100 mil estudiante­s brasileños a cursar programas de licenciatu­ra y posgrado en las mejores universida­des del mundo. En 2014, Rousseff anunció planes para otras 100 mil becas a partir del siguiente año.

Para 2015, sin embargo, la economía brasileña entró en plena recesión. Y un año después, Rousseff fue destituida por sus opositores en el Congreso. Temer, quien actuó como presidente interino entre mayo y agosto de 2016, pronto empezó a desmantela­r gran parte de los programas sociales creados durante los gobiernos petistas. Entre ellos está Ciencia sin Fronteras, que está casi detenido.

Ante ese panorama, parece difícil imaginar hoy el clima de optimismo que predominab­a en el país en 2010. En ese año, el ministro de Ciencia y Tecnología, Sergio Rezende, declaró lo siguiente sobre el futuro de la CyT brasileña: “Creo que hemos llegado a un punto en que el sector crecerá de forma orgánica, para que la próxima persona no tendrá que hacer mucho”.

La llegada de Temer indica lo contrario. Resulta que la voluntad política sí cuenta, y cuenta mucho. El futuro de la ciencia brasileña depende de ello.

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Prestigios­as organizaci­ones científica­s del país enviaron una carta al
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