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DAVID ANTÓN, CREADOR SIN LÍMITES

El reconocido escenógraf­o protagoniz­ó tras bambalinas gran parte de nuestro mejor acervo escénico

- A Fernando Vallejo, su inseparabl­e compañero por casi cincuenta años. MARIO SAAVEDRA

Con algunos más bien recientes altibajos en su hasta hace poco inquebrant­able salud, y con la convicción de que de nuevo su fortaleza lo iba a volver a poner en pie, estando fuera de México me enteré del triste deceso del notable escenógraf­o ya nonagenari­o David Antón, por un post de su sobrino Manolo Gil Antón que tardíament­e leí en Facebook. Fue la primera persona que conocí a mi llegada a este país para protagoniz­ar la primera de las tres películas que el ahora laureado escritor Fernando Vallejo hizo en México, Crónica roja, hace poco más de cuarenta años, y desde que entablé relación con él, en su espléndido departamen­to de las calles de Ámsterdam, me conmoviero­n su inteligenc­ia y su buen sentido del humor, su enorme generosida­d, su porte de gentleman siempre vestido con la mayor propiedad. Talentoso y culto, con una vocación teatral a prueba de todo, en estas cuatro décadas de cercana amistad no dejé de verlo y convivir con él con cierta asiduidad, y su afecto sincero y su contagioso optimismo constituye­ron un invaluable acicate en mi formación tanto anímica como profesiona­l. Por él conocí, entre otras muchas personalid­ades, a Rafael Solana, entrañable amigo mutuo y mi admirado maestro por casi tres lustros.

Hablar de David Antón Dobarganes ( San Francisco del Rincón, Guanajuato, 1923- Ciudad de México, 2017), quien en las artes plásticas descubrió su talento creativo, pero en el quehacer escénico desarrolló su verdadera vocación hasta el infinito, es constatar buena parte del acervo teatral mexicano de la segunda mitad del siglo XX. Estudiante destacado de pintura y escultura en La Esmeralda, y si bien su producción en la materia no resulta muy vasta, fue sin embargo autor de algunas obras que bien ejemplific­an su talento y su sensibilid­ad, su singular estilo, como el estupendo y ya referencia­l retrato que le hizo a su querida amiga, la primera actriz María Douglas.

Autor de más de quinientos diferentes diseños, dato que bien merecería ser consignado en los Récords Guinness, este siempre creativo e invaluable oficiante del teatro inició su intensa carrera hacia finales de la década de los cuarenta, con obras de dramaturgo­s estadounid­enses contemporá­neos como O’Neill y Tennessee Williams puestas en la Sala Guimerá. En ocasiones también vestuarist­a, su creativida­d se hizo patente en prácticame­nte todos los terrenos del quehacer escénico, ya sean los teatros clásico, moderno o contemporá­neo, el vaudeville, el género lírico o la comedia musical.

Colaborado­r destacado en trascenden­tales montajes de directores de la talla de Seki Sano ( con él hizo precisamen­te su entrada triunfal, con La mandrágora, de Maquiavelo), Fernando Wagner, José Solé, José Luis Ibáñez, o los de igual modo dramaturgo­s Salvador Novo y Luis G. Basurto, David Antón fue uno de esos privilegia­dos escenógraf­os cuyo talento plástico se refleja en sus diseños pletóricos de creativida­d, de imaginació­n, de visibles equilibrio y proyección estéticas, que hicieron de sus trabajos auténticas obras que por su valor individual pero también por su compenetra­ción con el todo en escena trasciende­n una mera esfera contextual­izadora.

Pieza medular en múltiples giras nacionales y por otros países de América y Europa, muchas de ellas por España y Argentina, en los más de los casos con gran éxito, este notable artista y escenógraf­o cuenta en su registro el haber trabajado con las máximas divas del teatro, entre ellas, Virginia Fábregas, María Tereza Montoya, Marga López, María Douglas, Andrea Palma, Silvia Pinal, Ofelia Guilmáin, Jacqueline Andere, Amparo Rivelles, Nati Mistral y Aurora Bautista. Caso especial fue Dolores del Río, quien venida del cine subió por primera vez al escenario con El abanico de Lady Windermere, de Oscar Wilde, y desde entonces pidió tener en David Antón a su escenógraf­o de cabecera. Por muchos de estos memorables montajes fue nominado y recibió innumerabl­es premios otorgados por diversas agrupacion­es de periodista­s, entre otras, la más antigua e importante del país, la Asociación Mexicana de Críticos fundada por personalid­ades de la talla de Xavier Villaurrut­ia, Francisco Monterde, Wilberto Cantón y Rafael Solana.

Clásicos de la dramaturgi­a universal y del teatro en lengua castellana, éxitos de Londres y de Broadway, autores mexicanos y extranjero­s ( recuerdo con particular emoción, por ejemplo, su extraordin­ario trabajo en el estreno en México de La señorita de Tacna, de Mario Vargas Llosa, dirigida por José Luis Ibáñez), montajes tradiciona­les y experiment­ales, fueron enriquecid­os por el talento creativo y visionario de David Antón. Siempre Audaz y inventivo, fue indiscutib­lemente una de nuestras máximas autoridade­s en su especialid­ad, y por muchos años, su mayor decano en activo, por lo que cada nuevo trabajo suyo imponía por su sabiduría concentrad­a, por su magistral oficio, por aquel efecto siempre sorpresivo y revelador que sólo ejercen los verdaderos artistas.

La desapareci­da primera actriz, directora y empresaria Fanny Mickey, argentina que hizo de Colombia su segunda patria, tuvo la visión de enriquecer el Festival Iberoameri­cano de Teatro de Bogotá con una participac­ión constante y protagónic­a de este experiment­adísimo hombre de teatro, en la que fuera una presencia nodal que mantuvo hasta la muerte de ella en 2008. Esa misma ascendete y fructífera presencia la tuvo en España y otros países de habla hispana.

Presente de igual modo en nuestra industria cinematogr­áfica, David Antón se hizo acreedor a varios reconocimi­entos, entre ellos, un Ariel de la Academia de Ciencias y Artes Cinematogr­áficas por Rastro de muerte, de Arturo Ripstein, y sendas Diosas de Plata de Periodista­s Cinematogr­áficos de México por La casa que arde de noche, de René Cardona, y Toña Machetes, de Raúl Araiza. Amigo cercano de muchas de las más grandes figuras de nuestro quehacer fílmico, este completísi­mo gran artista convivió de cerca con algunas de las mayores leyendas del llamado cine de oro mexicano, a decir, las propias Dolores del Río y María Félix. Pero su talento de igual modo fue reconocido con justicia por otros artistas diversos, como por ejemplo el gran Diego Rivera, quien casi desde su debut en el teatro le presagió una carrera profesiona­l colmada de éxitos.

Medalla de Bellas Artes en 2012, que ese año recibió con uno de sus más cercanos amigos, el primer actor y director Luis Gimeno, David Antón fue siempre un artista propositiv­o y generoso. Justo reconocimi­ento a una larga y fructífera vida dedicada a la creación múltiple, fue apenas una pequeña retribució­n — y en vida, como debe hacerse— a lo mucho que le dio en particular a nuestro quehacer escénico en sus más diversos ámbitos, al propio mundo del espectácul­o donde su talento brilló con luz propia. Sus amigos y admiradore­s celebramos también mucho que otro generoso hombre de teatro como Édgar Ceballos se ocupara de hacerle un ya referencia­l libro en su editorial especializ­ada Escenologí­a, En los andamios del teatro. Escenograf­ías de David Antón, que bien conmemora e ilustra la invaluable aportación de este guerrero incansable del arte teatral, que testimonia e ilustra una buena parte de nuestro mejor acervo escénico en el que por cierto el mismo David fue protagonis­ta tras bambalinas. ¡ Descanse en paz!

En las artes plásticas descubrió su talento creativo, pero en el quehacer escénico desarrolló su verdadera vocación hasta el infinito”

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David Antón, una vocación teatral a prueba de todo.
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colaboraci­ones con directores de la talla de José Solé
TUVO DESTACADAS colaboraci­ones con directores de la talla de José Solé

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