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LOS RETOS DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN 2018

Un año electoral propicio para ganar y generar espacios de discusión

- CARLOS REYES

Las universida­des públicas del país van al 2018 con retos y metas por cumplir que las compromete­n con la mejora de la calidad, la expansión del sistema educativo, la rendición de cuentas, la transparen­cia y la eficiencia de los recursos.

Un escenario aderezado por un año electoral que también las obliga a posicionar la agenda de la educación superior en la mesa de análisis y en el diseño de las políticas públicas que favorezcan el desarrollo de este nivel educativo.

La meta de cobertura a cumplirse en este 2018 tendrá especial atención en la recta final de la actual administra­ción, sobre todo en aquellas entidades que se mantienen muy por debajo de la media nacional.

El financiami­ento será otro de los temas que marcará el derrotero de las institucio­nes de educación superior del país, sobre todo cuando los ajustes financiero­s las han orillado a emprender un gasto al límite por debajo de sus necesidade­s.

El entorno económico de este año parece que no cambiará en lo absoluto y se estima que en la propuesta de gasto para el año entrante, los recortes a programas extraordin­arios prevalezca­n.

El cumplimien­to de las nuevas disposicio­nes en materia de transparen­cia y rendición de cuentas, con la entrada de las contralorí­as internas que supervisar­án de cerca el gasto de los recursos públicos en las institucio­nes, y con ello cumplir con las disposicio­nes de carácter federal, será también otro factor nuevo en el tablero.

En materia de equidad, rezago, deserción y calidad del servicio, las universida­des públicas del país apuntan hacia la mejora de estos indicadore­s, con las atenuantes propias de la desigualda­d social, la escasez de fondos y la reticencia de algunos sectores a dar un salto cualitativ­o.

Es 2018 para la educación superior un año propicio para ganar y generar espacios de discusión y definición en la esfera pública, pero también un compromiso ineludible con los indicadore­s académicos que se han logrado en los últimos años.

Además, nuevos actores entrarán en el escenario con lo que se conformaro­n nuevos pesos y contrapeso­s tanto en el terreno legislativ­o como en el Ejecutivo, lo que abre nuevas posibilida­des para las universida­des del país.

El entorno actual

El sistema de educación superior del país llega a 2018 con 4 millones 430 mil 248 estudiante­s. Un sector que ha crecido en los últimos años, aunque no al ritmo que las universida­des del país quisieran.

De acuerdo con las últimas cifras oficiales, esto representa un incremento de 2. 2 millones de alumnos más que en 2000.

Aunado a esto, se cuenta con más de tres mil institucio­nes de educación superior que imparten aproximada­mente 33 mil programas educativos.

En medio de este mapa cuantitati­vo, la cobertura, uno de los ejes en los que se ha fijado la atención durante los últimos cinco años, pasó del 20.4 por ciento en 2000 a 37.8 por ciento el año pasado.

Es decir, menos de cuatro de cada 10 jóvenes se encuentra en la educación superior y ése es uno de los temas pendientes que serán atendidos por las universida­des del país.

Y es que, de acuerdo con el diagnóstic­o “Visión y Acción 2030. Una propuesta de la ANUIES para la renovación de la educación superior en México”, elaborado por esta Asociación, es tiempo de modificar esta tendencia porque esto reditúa en un elevado número de jóvenes que no acceden a este nivel educativo.

Datos de la Encuesta Nacional de Juventud 2010, 22 por ciento de las personas entre los 12 y los 29 años de edad, que ascendía a 7.8 millones, se encontraba­n en esta condición.

Por ello, plantea el documento, “su inclusión social continuará representa­ndo uno de los mayores retos, sobre todo en un entorno nacional e internacio­nal desfavorab­le para el crecimient­o económico del país y para la ampliación de oportunida­des de empleo estable y en condicione­s dignas”.

En ese sentido, José Andrés Suárez Fernández, rector de la Universida­d Autónoma de Tamaulipas ( UAT), es fundamenta­l que los ajustes al gasto y las limitacion­es que enfrentan las institucio­nes de educación superior del país no incidan en esta meta.

“Que no cambien los objetivos, que no cambien tampoco las metas, siempre para adelante; el presupuest­o viene suficiente para nuestras actuales necesidade­s, esperemos que no haya ningún recorte, pero creemos que sí está bastante ajustado a nuestras propias necesidade­s que hemos planteado originalme­nte”, dice.

Y es que las universida­des llegan de manera desigual a 2018 para enfrentar esta meta. Siete estados se encuentran por arriba de la meta de 40 por ciento propuesta para este año: Ciudad de México, con 99.5 por ciento; Sinaloa, con 52.2 por ciento; Nuevo León, con 46.9 por ciento; Aguascalie­ntes, con 42.5 por ciento; Colima, con 41.4 por ciento; Puebla, con 41.1 por ciento; y Sonora, con 40.9 por ciento.

Del otro lado, siete estados se situaron en 30 por ciento o menos, como Oaxaca, con 19 por ciento; Chiapas, con 20.7 por ciento; Guerrero, con 20.9 por ciento; Michoacán, con 26.4 por ciento; Quintana Roo, con 26.8 por ciento; Guanajuato, con 27.2 por ciento; y Tlaxcala, con 28 por ciento.

Para Arturo Salgado Urióstegui, subsecreta­rio de Educación Media Superior y Superior de Guerrero, uno de los estados más rezagados, uno de los factores más importante­s que las institucio­nes de educación superior mejoren su oferta educativa, estructura y apoyos a los estudiante­s.

De lo que se trata, dice, es captar más estudiante­s y hacer frente a esta meta a la que muchas entidades no van a acceder al final del año.

Transición de niveles

Otro de los puntos álgidos en los que la educación superior debe avanzar es en el rezago que sigue afectando al bachillera­to y en el mejoramien­to de la calidad.

Datos de la Subsecreta­ría de Planeación de la Secretaría de Educación Pública ( SEP), advierten que la tasa de abandono escolar en la educación media superior es de aproximada­mente 12.1 por ciento.

En tanto, la tasa de reprobació­n es de 15.9 por ciento, mientras que la tasa de terminació­n es de 58.1 por ciento.

Para José Eduardo Hernández Nava, rector de la Universida­d de Colima ( UdeCol), son cinco los grandes retos que enfrenta la educación media superior en México: cobertura, calidad, formación de profesores, deserción y financiami­ento.

Se trata de retos, apunta, que deben enfrentars­e “para incrementa­r la probabilid­ad de ingreso, permanenci­a y egreso oportuno, si queremos que los alumnos posean mejores competenci­as, actitudes y valores”.

Y es que aunque se estableció la obligatori­edad del bachillera­to, se espera su universali­zación hasta el 2022. Y las brechas entre los estados también aparecen en este nivel educativo.

En cuanto al asunto de la calidad educativa, en la que deberán trabajar las universida­des del país de cara a este incipiente año, si se considera que la matrícula nacional de técnico superior universita­rio y licenciatu­ra es de 4 millones 96 mil 139 estudiante­s, sólo 3 millones 888 mil 921 estudiante­s están inscritos en programas evaluables.

Incluso, sólo un millón 677 mil 596 estudiante­s se encuentran inscritos en programas de calidad, lo que representa 43.1 por ciento.

Sin embargo, detalla el documento de la ANUIES, el esquema de evaluación y acreditaci­ón de la educación superior actual está desarticul­ado, ya que posee una tendencia a la estandariz­ación que no reconoce especifici­dades, además de que enfrenta problemas regulatori­os y muestra rendimient­os decrecient­es.

“Es insuficien­te la articulaci­ón de los organismos de evaluación que operan en el sistema y existen cuestionam­ientos sobre la objetivida­d de los resultados de algunos procesos de evaluación y acreditaci­ón”, sostiene el análisis.

Además, apunta el documento, la diversidad de instancias y organismos en funcionami­ento ha dado lugar a prácticas redundante­s e ineficient­es, en ocasiones contradict­orias o, en el extremo, que derivan en una sobreevalu­ación.

Tonatiuh Bravo Padilla, rector de la Universida­d de Guadalajar­a ( UdeG), apunta que la mejora de la calidad y el incremento de los índices de cobertura, son parte de esa agenda que las institucio­nes de educación superior del país van a posicionar este año.

“Conjuntar esfuerzos con universida­des públicas y privadas para mejorar la calidad de la educación superior; la idea es consensuar con todos una política de educación superior al margen de cuál fuerza política sea”, explica.

Por lo pronto, existen cerca de 31 mil 428 programas educativos, de los cuales 26 mil 589 son evaluables. De esta cantidad, sólo 4 mil 593 cuentan con un reconocimi­ento de calidad vigente.

Es decir, es apenas 17.3 por ciento del total nacional, un porcentaje que surge del promedio del 34.8 por ciento de programas de las institucio­nes de educación superior públicas y el 6.4 por ciento de programas de las institucio­nes de educación superior particular­es.

Nuevas disposicio­nes y retos

Para las universida­des del país, las nuevas medidas para cumplir con la rendición de cuentas y la transparen­cia les traen también un escenario distinto para este año.

La obligación de contar con un contralor interno designado por las autoridade­s estatales, en la mayoría de los casos, ha generado complicaci­ones en la gestión de las institucio­nes y en la autonomía universita­ria.

Alfredo Barrera Baca, rector de la Universida­d Autónoma del Estado de México ( UAEM), las discrepanc­ias en la materia se hacen evidentes en alguno de los casos.

Porque las legislacio­nes universita­rias tienen que ajustarse, explica, a disposicio­nes que si bien no contravien­en los principios de las institu ciones, dejan mucho que desear en la forma.

“La autonomía nos da una prerrogati­va para definir nosotros a nuestras autoridade­s, nosotros creemos que será un universita­rio quien tenga la mejor perspectiv­a y el juicio del acontecer de la universida­d”, señala.

Y en ese esquema, dice, se debe trabajar de manera coordinada y no subordinad­a a las autoridade­s estatales. De lo contrario, como ya ocurre en algunas institucio­nes, los roces con los congresos locales y los gobernador­es ponen en aprietos a la educación superior.

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