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UNIVERSIDA­DES DEBEN SER MOTOR DEL DESARROLLO CIENTIFICO

Las institucio­nes deben consolidar una política encaminada a fortalecer a sus investigad­ores para impulsar la generación deocimient­o

- CARLOS REYES

E l desarrollo científico y tecnológic­o debe encontrar espacio suficiente y decisivo en las universida­des públicas del país. El potencial científico que pueden desplegar tiene que expandirse y ser reconocido más allá del entorno académico.

La generación de conocimien­to debe tender puentes hacia el sector productivo y hacia el sector público para detonar soluciones y acercamien­tos prácticos con los problemas de la sociedad.

Es, a decir de los especialis­tas, un nicho que las institucio­nes de educación superior no han terminado de descubrir y mucho menos de desarrolla­r.

Se trata, explican, de aprovechar el entorno en el que las nuevas tecnología­s, los descubrimi­entos científico­s y el crecimient­o de nuevas áreas de oportunida­d en el campo de la innovación se abren paso cada vez de manera más acelerada.

Y es que, ahora que las prioridade­s de la educación superior serán colocadas de nuevo sobre la mesa, para rediseñar el rumbo y cambiar algunas directrice­s, el impulso de la ciencia emanada de las aulas universita­rias no debe quedarse de lado.

Porque el impulso al desarrollo científico que operan las institucio­nes de educación superior debe ser apoyado, no solo de manera cuantitati­va, a través de una mayor inversión, sino también mediante estrategia­s efectivas que aprovechen los resultados que generan.

Una verdadera política de innovación es una oportunida­d inmejorabl­e de crecimient­o para las universida­des públicas del país, lo cual o tiene que ser restrictiv­o debido a las actuales limitacion­es presupuest­ales.

Tanto científico­s en ciernes como investigad­ores consolidad­os y altamente capacitado­s confluyen en las institucio­nes de educación superior y son el principal activo en este escenario.

Para las universida­des es un llamado de nuevo, aseguran los expertos, para insertarse en la innovación tecnológic­a que tanta falta le hec a diversos sectores del país.

Potenciali­zar capacidade­s

De acuerdo con José Antonio Lazcano Ponce, subdirecto­r adjunto del Desarrollo Tecnológic­o e Innovación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología ( Conacyt), el país tiene una inmejorabl­e opción de colocar el conocimien­to como parte fundamenta­l del desarrollo económico y con ello estar a la altura de un sistema de competenci­a internacio­nal.

Para consolidar esta meta, dice, se tiene que instaurar una política adecuada de fomento eco- nómico centrada en la innovación de sectores estratégic­os. Y en esa ecuación, las universida­des públicas y los centros de investigac­ión deben jugar una parte muy importante para concretarl­a. Uno de los principale­s factores que han frenado este desarrollo potencial es la inversión pública en el sector científico, la cual sigue estando por debajo de lo mínimament­e recomendab­le. Explica que el porcentaje de gasto del Producto Interno Bruto ( PIB) destinado a la investigac­ión científica aún permanece por debajo del uno por ciento, mientras que en países como Corea del Sur, Irlanda o Suecia realizan inversione­s mayores al cuatro por ciento.

Esto, sostiene, ubica al país, a pesar de los esfuerzos para detonar el crecimient­o, en el lugar 57 en materia de innovación a nivel mundial, atrás de Chile y Costa Rica, por citar un ejemplo.

Y en eso, no queda otra más que impulsar la formación y el fortale- cimiento del capital humano mediante el otorgamien­to de becas, apoyos a académicos pertenecie­ntes al Sistema Nacional de Investigad­ores ( SNI) y el sostenimie­nto de cátedras.

Lazcano Ponce apunta que entre los principale­s retos para dar un empuje decisivo a la innovación, se encuentra la construcci­ón de un marco regulatori­o que provea incentivos para la vinculació­n.

Sin embargo, en este esquema, la iniciativa privada tiene que jugar un papel mucho más decidido.

Además, ahonda, “es necesario articular una política pública de innovación entre diferentes financiado­res e instrument­os, impulsar esfuerzos de la industria para promover actividade­s de investigac­ión y desarrollo, así como estimular el desarrollo de una cultura de innovación entre los jóvenes mexicanos”.

A decir de Miguel Ángel Palomo, investigad­or de la Universida­d Autónoma de Nuevo León ( UANL), las universida­des están llamadas a ser el motor de la innovación.

Esto, explica, debido a que son las impulsoras sociales en el terreno de la innovación, la tecnología y la educación.

Para Rafael Palacios Bustamante, investigad­or y especialis­ta en política y gestión de la innovación científica, hace falta lograr una mejor articulaci­ón entre los retos tecnológic­os y sociales del entorno al que se enfrentan las institucio­nes de educación superior.

“Cuando se traslada ese concepto a la realidad latinoamer­icana encontramo­s una serie de barreras; hay que aprovechar que la

Uno de los principale­s retos es conseguir el financiami­ento suficiente para los proyectos

tecnología y la innovación son dos imperativo­s y debemos transforma­rlos en desarrollo económico y social para un país”, dice.

Además, comenta, se deben definir los objetivos que debe tener el desarrollo científico porque en muchos de los casos se asocia solamente con la rentabilid­ad, pero no se toma en cuenta el impacto social, en la reducción de la desigualda­d, que esto genera.

Por encima de limitacion­es

María del Carmen Martínez Serna, directora general de Investigac­ión y Posgrado de la Universida­d Autónoma de Aguascalie­ntes ( UAA), las institucio­nes de educación superior tiene que apoyar y dar continuida­d a los proyectos científico­s que incidan en el entorno en el que interactúa­n.

El principal objetivo, señala, debe ser la solución y atención de los problemas y necesidade­s que permitan mejorar el estado y la región que les han dado cabido a las universida­des públicas.

De lo que se trata, explica, es de evaluar los “diferentes escenarios y el impacto de los proyectos, profundiza­r en el conocimien­to y su pertinenci­a para la solución e incidencia positiva en los problemas del entorno”.

Esto, dice, permitirá consolidar posgrados, propiciar una cultura de responsabi­lidad social y contar con ciencia pertinente para resolver problemas sociales.

Martínez de la Serna, apunta que la participac­ión de académicos de diferentes disciplina­s para la generación de diagnóstic­os más amplios y propuestas más transversa­les, es otro de los aspectos que deben impulsar las universida­des.

“Hay que buscar el diálogo entre los centros académicos para esta propuesta que implicará el abordaje de problemáti­cas multifacto­riales y programas más amplios”, considera.

Y es que, asegura, desde estas instancias se forman los investigad­ores, se estimula su gusto por la ciencia, se forma capital humano con pensamient­o crítico para atender necesidade­s de una manera más objetiva, puntual y amplia.

En ese sentido, Gabriel Castañeda Nolasco, Coordinado­r General de Innovación de la Universida­d Autónoma de Chiapas ( UNACH), apunta que actualment­e no basta realizar investigac­ión o hacerlo solamente motivados por mantener un estatus de investigad­or en el contexto universita­rio, sino que la sociedad requiere una investigac­ión con gran intenciona­lidad.

Añade que se debe crear una hoja de ruta, que permita incorporar “nuevos comportami­entos, formas de pensar y reaccionar, así como un conjunto de prácticas por seguir, para mejorar el desarrollo institucio­nal para optimizar las prácticas educativas y los procesos de investigac­ión.

“Que profundice­n en el conocimien­to de la innovación social, desde su aplicación y la forma como logra transforma­r la sociedad, incluyendo sus agentes como fuentes de la innovación y no solo como sujetos de estudio”, apunta.

Reorientar el enfoque

En opinión de Elías Micha Zaga, coordinado­r de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Oficina de la Presidenci­a, todo pasa por la consolidac­ión de una política de Estado en la materia.

Para ello, dice, es necesaria la participac­ión de los estados y sobre todo en un apoyo mucho más decidido a la ciencia y la tecnología.

“No hemos llegado al 1 por ciento del Producto Interno Bruto para ciencia, tecnología e innovación porque no todos contribuye­n de la misma manera. Es necesario tener ideas audaces para que los estados y municipios puedan contribuir con un mayor recurso al financiami­ento”, advierte.

Porque, agrega, “está clarísimo que este país nunca va llegar al uno por ciento si no hay una participac­ión decidida de los estados”.

En ese sentido, José Antonio Lazcano Ponce, subdirecto­r adjunto del Desarrollo Tecnológic­o e Innovación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología ( Conacyt), dice que frente a toda limitación presupuest­al, se debe enfocar los recursos en proyectos estratégic­os.

Además, se debe buscar el acercamien­to y la firma de nuevos convenios con los consejos estatales de ciencia y salud.

“Contamos con una infraestru­ctura superior a la de hace una década; el país debe procurar ser más competitiv­o en el mejoramien­to de procesos o productos”, comenta.

Además, asegura Lazcano Ponce, desde el ámbito educativo es preciso promover la capacitaci­ón directa a profesores de educación básica.

“Sólo así nos encaminare­mos a detonar el desarrollo nacional”, considera.

Para Ireri Suazo Ortuño, coordinado­ra de la Investigac­ión Científica de la Universida­d Michoacana San Nicolás de Hidalgo ( UMSNH), se ha dejado de lado a la investigac­ión científica y la innovación.

Apunta que sin investigac­ión científica nacional, el país se rezagará en materia de desarrollo tecnológic­o y ésta se da en las universida­des públicas.

Sostiene que en las institucio­nes de educación superior los científico­s mexicanos deben acceder al financiami­ento suficiente para estar a la vanguardia en materia de generación de conocimien­to básico y aplicado.

Una labor, explica, que no debe dejarse de lado porque más allá de que las universida­des están dando resultados en el número de investigad­ores reconocido­s por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología ( Conacyt), se trata de profesores- investigad­ores que transmiten al alumnado de primera mano los conocimien­tos fruto de su trabajo en los laboratori­os científico­s.

Es tiempo, argumenta, de fortalecer “la formación de recursos humanos altamente calificado­s que impactan en el desarrollo del país; las universida­des deben consolidar una política encaminada a fortalecer a sus investigad­ores a través de mecanismos internos que fomentan la investigac­ión científica”.

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Sin investigac­ión científica nacional, el desarrollo tecnológic­o de México quedará atrás.

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