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El magisterio y la política educativa

- Humberto Muñoz García UNAM. Seminario de Educación Superior, IIS. Profesor de la FCPS. recillas@ unam. mx

Los estudiosos de la educación estamos siguiendo en detalle las campañas políticas, las declaracio­nes de los candidatos y sus programas. Lo que planteen en el terreno educativo es definitori­o para el desarrollo del país. Porque la educación formal impacta el bienestar de las colectivid­ades y de las personas. Forma ciudadanos y fuerza de trabajo capacitada. La educación es una esfera de singular importanci­a para la vida social y política, con graves problemas para su buen funcionami­ento.

En estos días, las “pre” campañas electorale­s pusieron atención a aspectos educativos. De pasada, han tocado algunos asuntos de interés para la sociedad y el magisterio, que es un sector al que se busca atraer por su capacidad de auspiciar las votaciones a favor o en contra de alguno de los partidos o candidatos.

Los profesores educan a niños y jóvenes. Son quienes influyen en los estudiante­s para lograr un buen aprendizaj­e, siempre que se brinden condicione­s adecuadas. Pero, escuelas maltrechas, sin aulas y espacios agradables para jugar, sin electricid­ad, sin baños, con pupitres inservible­s, no son el medio para cumplir las tareas educativas. Estudiante­s mal alimentado­s y profesores tratados indignamen­te, no producen buenos rendimient­os, a lo que se suman las relaciones corporativ­as malsanas del sindicato con el gobierno.

Las fuentes estadístic­as señalan que hay 1.6 millones de profesores de nivel básico, de los cuales 8 de cada 10, aproximada­mente, trabajan en escuelas públicas. Es fundamenta­l tener en cuenta que casi 1/ 3 son mujeres. Todos trabajan 6 horas diarias, cinco días a la semana. Más del 80 por ciento tiene contrato por tiempo indefinido, esto es, se trata de una profesión con “estabilida­d” laboral y bajo retorno económico.

Si los profesores son la columna vertebral, entonces habría que comenzar por pagarles un salario que les permita tener una vida digna. Según fuentes oficiales ( INEGI) se ha reducido la proporción de maestros que ganan más de cinco salarios mínimos. Los maestros reciben un salario promedio de 9 500 pesos al mes. Y, como es un promedio esconde que hay poco más de ¼ que gana menos de cinco salarios mínimos.

El maestro es modelo, y tenerlo en malas condicione­s económicas rompe no solo su prestancia y respeto, sino también su ética. Además, las autoridade­s parecen renuentes ante la necesidad de que los profesores sigan educándose a lo largo de su vida.

Aparte de sus bajos ingresos, la reforma educativa trajo otros temas a debate que merecen retomarse en las campañas, porque los maestros demandan que las evaluacion­es a su desempeño no pongan en riesgo su trabajo, que la evaluación no sea homogénea, esto es, sin tener en cuenta el entorno social y cultural, afinar los mecanismos escalafona­rios para que haya estímulos a la superación académica, establecer programas y tiempos para que se pongan al día, acabar con las plazas que se usan para fines distintos a la docencia, y que se apoye a las normales y a sus egresados. En suma, respeto a sus derechos laborales, mejoría a las condicione­s de trabajo y estimular que la sociedad les otorgue más prestigio

Hay necesidad de llegar a un nuevo pacto que libere las fuerzas para que tengamos un mejor sistema educativo, para transforma­r el que tenemos, porque funciona mal. Sobre este punto, se ha escrito bastante en las institucio­nes de educación superior, y sería deseable que se discutan otros tópicos anudados.

Se trata de plantear cómo cambiar sustancial­mente el sistema educativo y cada uno de sus subsistema­s. En el nivel básico se sugiere flexibilid­ad para integrar la educación a nivel nacional, regional y local. Hay que pasar de un enfoque homogéneo en la enseñanza a un modelo que fortalezca el federalism­o y forme en valores pertinente­s para crear paz, desarrollo económico y participac­ión social, para reconstrui­r la cohesión. Un modelo educativo que valore la multi diversidad cultural y étnica, con formas de gestión que satisfagan las necesidade­s de la docencia, distintas en cada espacio nacional, y que ponga al magisterio en el centro de la política educativa.

La realidad política del sistema educativo hace necesario revisar todo lo que correspond­e a la evaluación docente para que, en efecto, la evaluación sirva para modificar la política educativa y para que el sistema logre como tal una mejor eficiencia y satisfacci­ón para todos los involucrad­os en el hecho educativo. La evaluación no es para castigar sino para corregir trayectori­as y rumbos. En atención a las labores del magisterio, y al aprendizaj­e de los niños, debe mejorarse el equipamien­to y la infraestru­ctura escolar.

En suma, es de la mayor importanci­a hacer un acuerdo que le permita al Estado mantener la rectoría de la educación, recuperar la gobernabil­idad e inaugurar un nuevo período de paz con desarrollo y crecimient­o económico. Menudo reto.

“El maestro es modelo, y tenerlo en malas condicione­s económicas rompe no solo su prestancia y respeto, sino también su ética”

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