De William Shakespeare
Hace poco menos de dos años se conmemoró el cuarto centenario luctuoso de William Shakespeare ( Stratford 15641616), el más grande dramaturgo de todos los tiempos, y por tratarse también de uno de los poetas ingleses más notables, uno de los escritores por antonomasia de la literatura universal. Su gran admirador, el francés Víctor Hugo decía de él, con justa razón: “Es la catedral gótica más imponente de la literatura dramática”. Si bien se sabe poco de la persona, la vida de Shakespeare estuvo dedicada en cuerpo y alma al teatro, no sólo como autor inagotable en muy distintos géneros, sino también como actor, director y empresario en el que fue uno de sus más grandes proyectos, la construcción y el mantenimiento de El Globo.
Ubicado a orillas del ya mítico río Támesis, en el legendario barrio de Bankside, como monumento vivo del teatro clásico y las mejores tradiciones dramáticas de Inglaterra, su maravilloso modelo actual nos permite imaginar cómo eran la época y el ambiente isabelinos donde el célebre dramaturgo y sus correligionarios escenificaron las más representativas obras del amplio y variado catálogo shakesperiano. Abierto apenas hace poco más de veinte años, a unos escasos metros de donde se encontraba el original inaugurado en 1599, se trata de una extraordinaria e impecable obra tanto arquitectónica como de ingeniería dramática, para evocar el amado lugar donde el propio Shakespeare algunas veces actuó y sobre todo vio interpretadas sus más entrañables y significativas piezas.
En una conmemorativa placa a la entrada se puede leer que El Globo original se incendió por completo la noche del 29 de junio de 1613, al accionar un cañón mientras se representaba Enrique VIII, días después que asistiera el propio rey Jacobo I de Inglaterra ( 1556- 1625) para presenciar la función de estreno. Desde la más que esperada inauguración de este emblemático espacio, paradójicamente posible hasta que los propios oficiantes del teatro shakesperiano manifestaron su extrañeza por el hecho que una ciudad como Londres no contara con un lugar ad doc para rendir tributo al gran dramaturgo inglés, el sitio ofrece obras a diario que incluyen vestimentas Isabelinas, luchas en el escenario poligonal y puestas clásicas de Shakespeare y otros dramaturgos del pasado y contemporáneos, la mayoría de ellas representadas por los estudiantes y actores eméritos de la Academia Real de Arte Dramático y la Academia Londinense de Música y Arte Dramático.
Los varios aportantes a este gran proyecto de generosa reconstrucción han dejado su firma en piedra, con lo que se confirma una vez más que sólo el culto cierto por alguien o por algo contribuye a aminorar la desmemoria que como plaga contamina al común denominador de una civilización cada vez más proclive, como bien ha escrito Vargas Llosa, al espectáculo ruidoso y efímero. Inspirado en un antiguo plano de un auditorio diseñado por un discípulo del arquitecto británico Inigo Jones, El Globo actual, revestido de madera de roble, pintado de verde y gris con remates dorados, también sólo se ilumina con velas, emulando de ese modo los espacios interiores en los que se hacían representaciones en invierno en el Londres del siglo XVII, tal y como siempre lo imaginó el actor y director estadounidense Sam Wanamaker que fue uno de quienes encabezó, para acrecentar la citada paradoja, esta gran cruzada shakesperiana.
Ruta obligada para los amantes del quehacer escénico que visitan Londres, y sobre todo para quienes admiten su culto por el teatro isabelino y la figura señera de William Shakespeare, El Globo actual se corona con una portentosa sala jacobina donde por supuesto deambula el espíritu del gran dramaturgo de Stratford- upon- Avon, con balcones a donde en el pasado se sentaban los aristócratas y bancas y sobre todo mucho espacio sin techo donde se disponía el pueblo de igual modo aficionado al teatro. Desde el año de su apertura en 1997, se contempló la conformación de una gran compañía que llegara con brío y empuje a los varios proyectos y programas para conmemorar en el 2016 el cuarto centenario luctuoso del escritor, con ediciones especiales, con grandes producciones, con nutridas giras por todo el mundo — en diferentes lenguas— con obras célebres y otras menos conocidas del catálogo shakesperiano, con cursos y talleres impartidos por especialistas.
Todo un descubrimiento después de caminar por uno de los pasajes más bellos de la ribera del Támesis, con guías especialistas que hacen los recorridos con pasión y por supuesto mucho histrionismo, El Globo actual cuenta además con un museo, otro foro cerrado llamado precisamente “Sam Wanamaker Playhouse” donde se representan obras durante el invierno — el clima inglés siempre es impredecible—, una librería y una tienda de suvenires. Se ofrecen también representaciones de obras de Shakespeare montadas por grupos de varios países, con una infinidad de estilos y en nuevas lecturas que proporcionan otra gozosa opción dentro de una metrópoli con una siempre amplia y variada gran oferta cultural.
Hoy en día El Globo trabaja como organización sin fines de lucro y sin un subsidio gubernamental, que se financia de las entradas, del consumo de los visitantes en un restaurante y de los ingresos de una tienda de suvenires; también recibe donaciones de patrocinadores y voluntarios afectos a este mismo culto. Su espíritu, tal y como lo ideara el propio Sam Wanamaker desde que a mediados del siglo pasado llegó a Londres tras los pasos de su idolatrado William Shakespeare, es promover la producción teatral, la educación y la investigación de la obra del gran genio inglés. Wanamaker murió en 1993, pero los herederos de ese gran ideario ( entre ellos, su hija, la también actriz Zoë Wanamaker) mantienen vigente una vocación que sólo el genio del gran poeta y dramaturgo inglés conserva encendida.