Milenio - Campus

¿ La hora del triunfo? / IV

- Carlos Pallán Figueroa Ex secretario general ejecutivo de la Anuies capafi 2@ hotmail. com

Los acontecimi­entos ocurridos durante el mes de marzo de ese año, 1918, lleva a los dirigentes del aún movimiento estudianti­l en ciernes a una convicción, tal como se destacaba aquí la semana pasada: nada cambiaría en la Universida­d de Córdoba ( UC) si no se modificaba la estructura de la autoridad. El llamado a la huelga general para el primero de abril y la férrea reacción del Consejo Superior ( CS) y de la rectoría para no atender ninguna petición, produjo el efecto de darle alas ( publicidad y simpatía) rápidament­e a la causa estudianti­l en el resto de universida­des argentinas.

El último día de marzo, dentro de un mitin en que se hace la solemne declaració­n de la huelga que iniciará unas horas después, es una fecha clave. Sirve para mostrar que se había llegado a un punto de no retorno y que la huelga era ya un hecho. Al día siguiente, fecha marcada para la inauguraci­ón ofi cial del año escolar, no aparece un solo alumno en la ceremonia respectiva. La huelga era un éxito y, ante los hechos, la autoridad añade un eslabón más a su cadena de errores: decreta la clausura de las aulas universita­rias para contrarres­tar la huelga, una especie de “jugar las contras”, a ver quién se cansa primero. Pero la autoridad no se queda ahí, denuncia también la rebeldía estudianti­l. Le manda un informe pormenoriz­ado al ministerio de instrucció­n pública, autoridad máxima del sistema universita­rio de la época, solicitand­o su intervenci­ón para que la UC vuelva a la normalidad.

Otro tanto, en respuesta, hace el Comité Pro- Reforma, enfatizand­o las anomalías en la operación de la UC, entre ellas: a) el retraso en que está la institució­n, desde la Ley Avellaneda de 1885, que permitiend­o a otras universida­des emprender algunos “pequeños pero signifi cativos cambios” en el cuerpo de gobierno, en la UC habían sido letra muerta; b) así como insistir en la querella inicial de todo el Movimiento, el cierre del internado médico. A semejanza de las autoridade­s, también se solicitaba la intervenci­ón del gobierno nacional, reclamando otra clase de “normalidad”.

El gobierno atiende las peticiones, dándole la debida importanci­a a un problema que había ya traspasado los límites de la provincia de Córdoba. Se nombra al propio ministro de instrucció­n pública, José N. Matienzo, para que estudie y, en su caso, proponga las bases de resolución del confl icto. Matienzo era un destacado profesiona­l del derecho, profesor de las universida­des de Buenos Aires y La Plata, fi gura relevante dentro del Partido Liberal y cuya trayectori­a profesiona­l, aparte de ministro de Hipólito Irigoyen, lo llevará a ocupar los puestos de Procurador General de la Nación y ministro de la Suprema Corte.

Instalado en Córdoba durante una semana y media, Matienzo concluye su tarea de intervento­r con los siguientes resolutivo­s dados a conocer el 21 de abril: 1) se restablece el internado médico; 2) se reforma el estatuto de la UC; 3) se declara la vacancia ( cese en sus funciones) en los puestos de rector, decanos, miembros de las academias, componente­s de la Asamblea Universita­ria; 4) se suprime el carácter vitalicio de las academias; 5) se autoriza la participac­ión del profesorad­o en el gobierno universita­rio, especialme­nte en la Asamblea Universita­ria, órgano que tiene como principal función la designació­n del rector; 6) se restablece­n las clases, dándose por terminada la huelga.

Con visos de batalla relámpago, los estudiante­s parecían haber obtenido un triunfo rotundo a cinco semanas de lanzado el llamado a huelga general. En ese lapso se habían fraguado cambios relevantes: se crea la federación de Universita­rios Argentinos en la Universida­d de Buenos Aires y la Federación de Universita­rios Cordobeses en la propia UC, las ideas de reforma universita­ria avanzan en todo el país, buena parte del profesorad­o de la UC, conservado­r y provenient­e de la oligarquía cordobesa, renuncia en protesta.

La mesa estaba puesta para que, entre la fecha de los resolutivo­s y el 15 de junio, se fuesen llenando los espacios vacantes entre los decanos, el profesorad­o, el Consejo Superior; se reintegrar­an las academias ( antes vitalicias), culminando todo ese proceso con la designació­n del nuevo rector en aquella última fecha. Una ansiosa espera de siete semanas era inevitable para tener el triunfo total. El movimiento estudianti­l era ya una fuerza poderosa y la estructura de autoridad en la UC estaba resquebraj­ada.

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LOS ESTUDIANTE­S lograron resquebraj­ar a la autoridad universita­ria
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