¿ La hora del triunfo? / IV
Los acontecimientos ocurridos durante el mes de marzo de ese año, 1918, lleva a los dirigentes del aún movimiento estudiantil en ciernes a una convicción, tal como se destacaba aquí la semana pasada: nada cambiaría en la Universidad de Córdoba ( UC) si no se modificaba la estructura de la autoridad. El llamado a la huelga general para el primero de abril y la férrea reacción del Consejo Superior ( CS) y de la rectoría para no atender ninguna petición, produjo el efecto de darle alas ( publicidad y simpatía) rápidamente a la causa estudiantil en el resto de universidades argentinas.
El último día de marzo, dentro de un mitin en que se hace la solemne declaración de la huelga que iniciará unas horas después, es una fecha clave. Sirve para mostrar que se había llegado a un punto de no retorno y que la huelga era ya un hecho. Al día siguiente, fecha marcada para la inauguración ofi cial del año escolar, no aparece un solo alumno en la ceremonia respectiva. La huelga era un éxito y, ante los hechos, la autoridad añade un eslabón más a su cadena de errores: decreta la clausura de las aulas universitarias para contrarrestar la huelga, una especie de “jugar las contras”, a ver quién se cansa primero. Pero la autoridad no se queda ahí, denuncia también la rebeldía estudiantil. Le manda un informe pormenorizado al ministerio de instrucción pública, autoridad máxima del sistema universitario de la época, solicitando su intervención para que la UC vuelva a la normalidad.
Otro tanto, en respuesta, hace el Comité Pro- Reforma, enfatizando las anomalías en la operación de la UC, entre ellas: a) el retraso en que está la institución, desde la Ley Avellaneda de 1885, que permitiendo a otras universidades emprender algunos “pequeños pero signifi cativos cambios” en el cuerpo de gobierno, en la UC habían sido letra muerta; b) así como insistir en la querella inicial de todo el Movimiento, el cierre del internado médico. A semejanza de las autoridades, también se solicitaba la intervención del gobierno nacional, reclamando otra clase de “normalidad”.
El gobierno atiende las peticiones, dándole la debida importancia a un problema que había ya traspasado los límites de la provincia de Córdoba. Se nombra al propio ministro de instrucción pública, José N. Matienzo, para que estudie y, en su caso, proponga las bases de resolución del confl icto. Matienzo era un destacado profesional del derecho, profesor de las universidades de Buenos Aires y La Plata, fi gura relevante dentro del Partido Liberal y cuya trayectoria profesional, aparte de ministro de Hipólito Irigoyen, lo llevará a ocupar los puestos de Procurador General de la Nación y ministro de la Suprema Corte.
Instalado en Córdoba durante una semana y media, Matienzo concluye su tarea de interventor con los siguientes resolutivos dados a conocer el 21 de abril: 1) se restablece el internado médico; 2) se reforma el estatuto de la UC; 3) se declara la vacancia ( cese en sus funciones) en los puestos de rector, decanos, miembros de las academias, componentes de la Asamblea Universitaria; 4) se suprime el carácter vitalicio de las academias; 5) se autoriza la participación del profesorado en el gobierno universitario, especialmente en la Asamblea Universitaria, órgano que tiene como principal función la designación del rector; 6) se restablecen las clases, dándose por terminada la huelga.
Con visos de batalla relámpago, los estudiantes parecían haber obtenido un triunfo rotundo a cinco semanas de lanzado el llamado a huelga general. En ese lapso se habían fraguado cambios relevantes: se crea la federación de Universitarios Argentinos en la Universidad de Buenos Aires y la Federación de Universitarios Cordobeses en la propia UC, las ideas de reforma universitaria avanzan en todo el país, buena parte del profesorado de la UC, conservador y proveniente de la oligarquía cordobesa, renuncia en protesta.
La mesa estaba puesta para que, entre la fecha de los resolutivos y el 15 de junio, se fuesen llenando los espacios vacantes entre los decanos, el profesorado, el Consejo Superior; se reintegraran las academias ( antes vitalicias), culminando todo ese proceso con la designación del nuevo rector en aquella última fecha. Una ansiosa espera de siete semanas era inevitable para tener el triunfo total. El movimiento estudiantil era ya una fuerza poderosa y la estructura de autoridad en la UC estaba resquebrajada.