Milenio - Campus

LA OSCURA BRECHA GENERACION­AL

Después del cambio de paso que signifi có Amour, el realizador regresa a su habitual discurso ácido

- SALVADOR MEDINA

A los 76 años, Michael Haneke sigue haciendo cine para la memoria.

Si bien Happy End ( Final Feliz) tiene algunos destellos de su obra anterior, es el cineasta más capaz para disecciona­r nuestros tiempos, como lo ha hecho desde sus primeras películas.

En su más reciente proyecto, Haneke regresa a Francia, donde la prominente familia Laurent se encuentra en una crisis emocional. La pequeña Eve ( Fantine Harduin), hija del primer matrimonio de Thomas ( Mathieu Kassovitz), ve a su madre caer en una espiral de depresión, que lleva desde la separación.

Tras un intento de suicidio de su madre, Eve se muda a Callais con su padre y su nueva esposa Anaïs ( Laura Verlinden) y toda la familia Laurent.

Georges ( Jean- Louis Trintignan­t), el viejo patriarca, está más interesado en dejar el mundo que en cualquier otra cosa. Y desde el principio, deja claras sus intencione­s de su buscar una expedita salida.

Por su parte, Anne ( Isabelle Huppert), es quizás la más centrada de los Laurent. Se trata de la encargada del negocio familiar, pero su hijo Pierre ( Franz Rogowski) es el lado opuesto de la moneda, constantem­ente ex- poniendo la riqueza de los Laurent y contrastán­dola con los migrantes que llegan a la costa.

Se trata de una combinació­n que trae a la luz algunas de las mejores obsesiones de Haneke, acompañado de su humor oscuro y catártico. El cineasta austriaco siempre ha estado fascinado por el efecto de la tecnología en los jóvenes. En el caso de Eve, existe un desapego entre lo que graba con su teléfono celular y la realidad.

En una escena particular­mente luminosa con su abuelo Georges, es cuestionad­a por sus acciones. Georges le comenta de un momento reciente en que un ave rapaz atacó a una paloma.

En la televisión se ve más sutil, pero en la realidad, es terrible, le recuerda Georges.

Se trata de una ref lexión generacion­al, de la enorme diferencia entre ambas partes, que no sólo genera un vacío de comunicaci­ón entre ambos, sino que explica perfectame­nte el estado emocional de Eve y su momento actual, viendo a los adultos, las figuras que supuestame­nte deben ser su modelo a seguir, luchar con insegurida­des, fallas esenciales y madurez.

Haneke juega con su espectador como siempre. Es su esencia como cineasta: el exponernos a situacione­s que no necesariam­ente son cómo pero sí absolutame­nte necesarias. Como el cine que crea.

Trae a la luz algunas de las mejores obsesiones del director, acompañada­s de su humor oscuro y catártico”

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El nuevo fi lme del director austriaco cuenta con un reparto que incluye a varios de los mejores histriones franceses.

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