DESIGUALDAD Y CALIDAD
A pesar de los avances en cobertura, en México los niños más desfavorecidos socioculturalmente asisten a escuelas con el estatus, lo que perpetúa la desigualdad
Uno de los grandes retos de la política educativa del país es enfrentar la desigualdad educativa en todos los niveles. Se trata de una deuda pendiente que tiene que ser resuelta de la mejor manera posible. La brecha socioeconómica que incide en el nivel de aprendizaje de los niños y jóvenes que estudian en el sistema educativo impacta de lleno en el desarrollo académico y el futuro de millones de alumnos. Además, las diferencias económicas y sociales impiden el avance sostenido de los estudiantes de un nivel a otro, lo que se refleja en indicadores que hablan de trayectorias escolares truncas.
Sin bases sólidas
De acuerdo con Patricio Solís, profesor e investigador del Colegio de México ( COLMEX), el tema de la desigualdad social, y particularmente, la desigualdad educativa tiene características múltiples, complejas y diversas, como es la propia desigualdad en el país.
“Es un poco difícil partir de una descripción general, de todos los rasgos que tiene la desigualdad social y que se reflejan en la desigualdad educativa”, dice.
El especialista reconoce, al menos, tres elementos centrales de la desigualdad educativa del país, y el primero que tiene que ver con ello es la desigualdad en los aprendizajes, habilidades y competencias adquiridas.
“El segundo es la desigualdad en las probabilidades de progresión escolar, fundamentalmente entre niveles educativos, y el tercero es la desigualdad entre las opciones educativas en un sistema educativo caracterizado por una segmentación de la oferta educativa”, explica.
Con respecto al primer rasgo, sostiene Solís, el principal factor que explica la variación de los aprendizajes son las características socioeconómicas, culturales, de la familia de procedencia de niños y jóvenes.
“Esto sugiere que las condiciones de extrema desigualdad socioeconómica que vive el país se reflejan en una enorme invariabilidad en los desempeños esco- lares de los niños, lo que a su vez constituye un reto enorme para el trabajo de las escuelas y los maestros, particularmente en aquellas que reciben a niños y niñas en condición de privación social”, considera el investigador.
Además, comenta, debido a la cobertura en los niveles de primaria y secundaria, la desigualdad en torno a la progresión se ha desplazado a la transición de la secundaria a la educación media superior y a la educación superior.
“La probabilidad de no terminar la educación secundaria es 2.6 veces mayor para quienes vienen de los deciles más bajos en la familia de origen, mientras que la probabilidad de no ingresar a la educación media superior es 2.8 veces mayor para quienes provienen de estos mismos deciles”, dice.
Por ello, añade Solís, México se caracteriza por poseer una perniciosa combinación de bajos niveles de cobertura en educación secundaria y
La probabilidad de no terminar la educación secundaria es 2.6 veces mayor para quienes vienen de los deciles más bajos en la familia de origen”
el acceso al nivel terciario y se encuentra rezagado en ambos indicadores.
Y es que esta desigualdad no se presenta sólo entre escuelas públicas y privadas, sino también entre distintos subsistemas.
“El turno al que asisten los niños en escuelas primarias públicas es un factor importante de las probabilidades de progresión escolar, o que al acceso a ciertas instituciones de educación media superior públicas, se encuentra determinado por las condiciones socioeconómicas de la familia de origen”, apunta.
En ese sentido, para Teresa Bracho, Consejera Presidenta de la Junta Directiva del Instituto Nacional para la Evaluación Educativa ( INEE), la discusión del tema educativo debe ser informada, analítica y propositiva.
Pero sobre todo, debe reconocer la importancia que tiene para el desarrollo de nuestro país.
Por eso, dice, las propuestas de los candidatos presidenciales para atender la desigualdad y elevar la calidad de la enseñanza no ha sido suficientes porque el debate se ha centrado en el concepto de la reforma educativa.
Bracho apunta que todo gobierno debe revisar lo que se ha hecho, cambiar lo que está mal, pero continuar con lo que ha funcionado para impulsar la mejora en educación.
Por ello, la Junta de Gobierno del INEE presentó el documento “Educación para la Democracia y el desarrollo de México”, a través del cual se dan propuestas para elevar la calidad de la educación obligatoria que se imparte en el país, evitar la inequidad y situaciones de injusticia y exclusión social.
Porque a pesar de los notables avances que ha tenido el sistema educativo de México, todavía hay grandes tareas que realizar, sobre todo en la mejora de la calidad de la educación que ofrece.
Asimismo, se debe avanzar para garantizar la asistencia de todos los niños y jóvenes a los centros escolares de educación básica y media superior.
Y es que no se tiene aún la cobertura completa y tiene asuntos pendientes como mejorar la permanencia en los centros escolares, la conclusión de los niveles educativos y la mejora del aprendizaje de los estudiantes.
Todo, explica, es reflejo de otros problemas del sistema educativo como la desigualdad de recursos en las escuelas, el débil liderazgo de sus directivos, y la existencia de contextos poco propicios para el aprendizaje.
Además, una supervisión escolar centrada en la tarea administrativa y alejada de los asuntos pedagógicos, la falta de actualización de los métodos educativos, y deficiente formación inicial y continua de los maestros, entre otros.
“Si la educación no es de calidad para todos no se está actuando con justicia y se limitan las oportunidades de las personas de elegir y alcanzar las metas que se establezcan”, comenta.
Bajo el precepto de que el Estado mexicano debe garantizar una educación de calidad, tanto en sus componentes como en los resultados, entonces las desigualdades educativas implican el incumplimiento de este precepto.
“No podremos hablar de calidad en la educación hasta que ésta no se refleje plenamente en el nivel de aprendizaje”, puntualiza.
Posibilidades abiertas
Giovanna Valenti, Investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana ( UAM) Unidad Xochimilco, y exdirectora general de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales ( FLACSO), sostiene que el sistema educativo mexi- cano es un mosaico de inequidades con dinámicas que condicionan a los niños más desfavorecidos socioculturalmente a asistir a escuelas con el mismo estatus con casi nula permeabilidad social.
“Paralelamente en los últimos 10 años el país ha logrado la cobertura universal en educación primaria, con las limitaciones conocidas, lo que pone en evidencia la paradoja de la inequidad”, comenta.
No obstante algunos avances en este tema, México permanece entre los países más desiguales del mundo y donde se nota aún más esta condición es la distribución del ingreso, lo cual incide en la desigualdad educativa.
“Esta desigualdad se traduce en que las escuelas generales públicas se caracterizan por una alta concentración de estudiantes que provienen de orígenes socioeconómicos y culturales muy parecidos, lo que hace que los niños y jóvenes tengan muy pocas oportunidades para relacionarse con estudiantes con distintas trayectorias culturales”, comenta.
De este modo, explica Valenti, se ha verificado la existencia de dinámicas en el sistema educativo mexicano que reproduce la desigualdad social al interior de las escuelas.
“En otras palabras, nos enfrentamos a un círculo de inequidad en el que las condiciones iniciales desfavorables con las que los alumnos ingresan en las escuelas, influye en la homogeneización de los estudiantes y sus vínculos”, apunta Valenti.
Estos niños y jóvenes, detalla, “tienen escasas posibilidades de salir de este circuito y la continuación del movimiento indiferenciado deviene en impermeabilidad de la movilidad social”.
Por su parte, Elsie Rockwell, historiadora, antropóloga e investigadora del Centro de Investigaciones Avanzadas ( CINVESTAV) apunta que la desigualdad educativa es parte de la desigualdad que prevalece en la sociedad actual.
Y muchas veces, reconoce, las proyecciones, las metas, los programas y los proyectos que se desarrollan en materia educativa desconocen esta realidad.
“Pero la inequidad educativa es parte de las políticas públicas en educación, habría que hacer un análisis serio de la distribución del presupuesto para saber en qué medida hubo disponibilidad para atacar realmente la cuestión de la inequidad”, puntualiza.
Además, establece Rockwell, la desigualdad es propiciada por la implementación de métodos académicos que no han considerado las diferencias existentes al interior del sistema educativo.
“Todas las políticas no operan en función de reducir esa desigualdad, a pesar de las promesas políticas que se han hecho, y la apuesta hacia una mayor calidad educativa tampoco ha ido de la mano con este objetivo”, apunta.