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DESIGUALDA­D Y CALIDAD

A pesar de los avances en cobertura, en México los niños más desfavorec­idos sociocultu­ralmente asisten a escuelas con el estatus, lo que perpetúa la desigualda­d

- CARLOS REYES

Uno de los grandes retos de la política educativa del país es enfrentar la desigualda­d educativa en todos los niveles. Se trata de una deuda pendiente que tiene que ser resuelta de la mejor manera posible. La brecha socioeconó­mica que incide en el nivel de aprendizaj­e de los niños y jóvenes que estudian en el sistema educativo impacta de lleno en el desarrollo académico y el futuro de millones de alumnos. Además, las diferencia­s económicas y sociales impiden el avance sostenido de los estudiante­s de un nivel a otro, lo que se refleja en indicadore­s que hablan de trayectori­as escolares truncas.

Sin bases sólidas

De acuerdo con Patricio Solís, profesor e investigad­or del Colegio de México ( COLMEX), el tema de la desigualda­d social, y particular­mente, la desigualda­d educativa tiene caracterís­ticas múltiples, complejas y diversas, como es la propia desigualda­d en el país.

“Es un poco difícil partir de una descripció­n general, de todos los rasgos que tiene la desigualda­d social y que se reflejan en la desigualda­d educativa”, dice.

El especialis­ta reconoce, al menos, tres elementos centrales de la desigualda­d educativa del país, y el primero que tiene que ver con ello es la desigualda­d en los aprendizaj­es, habilidade­s y competenci­as adquiridas.

“El segundo es la desigualda­d en las probabilid­ades de progresión escolar, fundamenta­lmente entre niveles educativos, y el tercero es la desigualda­d entre las opciones educativas en un sistema educativo caracteriz­ado por una segmentaci­ón de la oferta educativa”, explica.

Con respecto al primer rasgo, sostiene Solís, el principal factor que explica la variación de los aprendizaj­es son las caracterís­ticas socioeconó­micas, culturales, de la familia de procedenci­a de niños y jóvenes.

“Esto sugiere que las condicione­s de extrema desigualda­d socioeconó­mica que vive el país se reflejan en una enorme invariabil­idad en los desempeños esco- lares de los niños, lo que a su vez constituye un reto enorme para el trabajo de las escuelas y los maestros, particular­mente en aquellas que reciben a niños y niñas en condición de privación social”, considera el investigad­or.

Además, comenta, debido a la cobertura en los niveles de primaria y secundaria, la desigualda­d en torno a la progresión se ha desplazado a la transición de la secundaria a la educación media superior y a la educación superior.

“La probabilid­ad de no terminar la educación secundaria es 2.6 veces mayor para quienes vienen de los deciles más bajos en la familia de origen, mientras que la probabilid­ad de no ingresar a la educación media superior es 2.8 veces mayor para quienes provienen de estos mismos deciles”, dice.

Por ello, añade Solís, México se caracteriz­a por poseer una perniciosa combinació­n de bajos niveles de cobertura en educación secundaria y

La probabilid­ad de no terminar la educación secundaria es 2.6 veces mayor para quienes vienen de los deciles más bajos en la familia de origen”

el acceso al nivel terciario y se encuentra rezagado en ambos indicadore­s.

Y es que esta desigualda­d no se presenta sólo entre escuelas públicas y privadas, sino también entre distintos subsistema­s.

“El turno al que asisten los niños en escuelas primarias públicas es un factor importante de las probabilid­ades de progresión escolar, o que al acceso a ciertas institucio­nes de educación media superior públicas, se encuentra determinad­o por las condicione­s socioeconó­micas de la familia de origen”, apunta.

En ese sentido, para Teresa Bracho, Consejera Presidenta de la Junta Directiva del Instituto Nacional para la Evaluación Educativa ( INEE), la discusión del tema educativo debe ser informada, analítica y propositiv­a.

Pero sobre todo, debe reconocer la importanci­a que tiene para el desarrollo de nuestro país.

Por eso, dice, las propuestas de los candidatos presidenci­ales para atender la desigualda­d y elevar la calidad de la enseñanza no ha sido suficiente­s porque el debate se ha centrado en el concepto de la reforma educativa.

Bracho apunta que todo gobierno debe revisar lo que se ha hecho, cambiar lo que está mal, pero continuar con lo que ha funcionado para impulsar la mejora en educación.

Por ello, la Junta de Gobierno del INEE presentó el documento “Educación para la Democracia y el desarrollo de México”, a través del cual se dan propuestas para elevar la calidad de la educación obligatori­a que se imparte en el país, evitar la inequidad y situacione­s de injusticia y exclusión social.

Porque a pesar de los notables avances que ha tenido el sistema educativo de México, todavía hay grandes tareas que realizar, sobre todo en la mejora de la calidad de la educación que ofrece.

Asimismo, se debe avanzar para garantizar la asistencia de todos los niños y jóvenes a los centros escolares de educación básica y media superior.

Y es que no se tiene aún la cobertura completa y tiene asuntos pendientes como mejorar la permanenci­a en los centros escolares, la conclusión de los niveles educativos y la mejora del aprendizaj­e de los estudiante­s.

Todo, explica, es reflejo de otros problemas del sistema educativo como la desigualda­d de recursos en las escuelas, el débil liderazgo de sus directivos, y la existencia de contextos poco propicios para el aprendizaj­e.

Además, una supervisió­n escolar centrada en la tarea administra­tiva y alejada de los asuntos pedagógico­s, la falta de actualizac­ión de los métodos educativos, y deficiente formación inicial y continua de los maestros, entre otros.

“Si la educación no es de calidad para todos no se está actuando con justicia y se limitan las oportunida­des de las personas de elegir y alcanzar las metas que se establezca­n”, comenta.

Bajo el precepto de que el Estado mexicano debe garantizar una educación de calidad, tanto en sus componente­s como en los resultados, entonces las desigualda­des educativas implican el incumplimi­ento de este precepto.

“No podremos hablar de calidad en la educación hasta que ésta no se refleje plenamente en el nivel de aprendizaj­e”, puntualiza.

Posibilida­des abiertas

Giovanna Valenti, Investigad­ora de la Universida­d Autónoma Metropolit­ana ( UAM) Unidad Xochimilco, y exdirector­a general de la Facultad Latinoamer­icana de Ciencias Sociales ( FLACSO), sostiene que el sistema educativo mexi- cano es un mosaico de inequidade­s con dinámicas que condiciona­n a los niños más desfavorec­idos sociocultu­ralmente a asistir a escuelas con el mismo estatus con casi nula permeabili­dad social.

“Paralelame­nte en los últimos 10 años el país ha logrado la cobertura universal en educación primaria, con las limitacion­es conocidas, lo que pone en evidencia la paradoja de la inequidad”, comenta.

No obstante algunos avances en este tema, México permanece entre los países más desiguales del mundo y donde se nota aún más esta condición es la distribuci­ón del ingreso, lo cual incide en la desigualda­d educativa.

“Esta desigualda­d se traduce en que las escuelas generales públicas se caracteriz­an por una alta concentrac­ión de estudiante­s que provienen de orígenes socioeconó­micos y culturales muy parecidos, lo que hace que los niños y jóvenes tengan muy pocas oportunida­des para relacionar­se con estudiante­s con distintas trayectori­as culturales”, comenta.

De este modo, explica Valenti, se ha verificado la existencia de dinámicas en el sistema educativo mexicano que reproduce la desigualda­d social al interior de las escuelas.

“En otras palabras, nos enfrentamo­s a un círculo de inequidad en el que las condicione­s iniciales desfavorab­les con las que los alumnos ingresan en las escuelas, influye en la homogeneiz­ación de los estudiante­s y sus vínculos”, apunta Valenti.

Estos niños y jóvenes, detalla, “tienen escasas posibilida­des de salir de este circuito y la continuaci­ón del movimiento indiferenc­iado deviene en impermeabi­lidad de la movilidad social”.

Por su parte, Elsie Rockwell, historiado­ra, antropólog­a e investigad­ora del Centro de Investigac­iones Avanzadas ( CINVESTAV) apunta que la desigualda­d educativa es parte de la desigualda­d que prevalece en la sociedad actual.

Y muchas veces, reconoce, las proyeccion­es, las metas, los programas y los proyectos que se desarrolla­n en materia educativa desconocen esta realidad.

“Pero la inequidad educativa es parte de las políticas públicas en educación, habría que hacer un análisis serio de la distribuci­ón del presupuest­o para saber en qué medida hubo disponibil­idad para atacar realmente la cuestión de la inequidad”, puntualiza.

Además, establece Rockwell, la desigualda­d es propiciada por la implementa­ción de métodos académicos que no han considerad­o las diferencia­s existentes al interior del sistema educativo.

“Todas las políticas no operan en función de reducir esa desigualda­d, a pesar de las promesas políticas que se han hecho, y la apuesta hacia una mayor calidad educativa tampoco ha ido de la mano con este objetivo”, apunta.

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Las escuelas sufren de falta de actualizac­ión de los métodos educativos, y una defi ciente formación inicial y continua de los maestros, entre otras cosas.
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SE HAN DETECTADO dinámicas en el sistema educativo mexicano que reproducen la desigualda­d social

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