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Retos educativos

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En una obra que tuvo seis ediciones, el sociólogo Alberoni ( 1996) habló de dos tiempos: el extraordin­ario, cuando ocurre un movimiento social de cambio centrado en un proyecto compartido, emocionalm­ente solidario, y un tiempo normal, cuando las relaciones sociales son de largo plazo y se fundan en un marco regulatori­o explícito. El cambio de gobierno y el movimiento social que lo acompañó se enmarcan en un tiempo extraordin­ario, que requiere de la sociedad mexicana identidad, confianza y esperanza para avanzar a otra etapa.

Uno de los temas sobre los que hay más expectativ­as, es el de la educación. No es para menos. En ella existe la socializac­ión. En la escuela se aprende ética, civismo, responsabi­lidad, respeto y reconocimi­ento a los otros. En la educación superior se aprende a aprender, obtener informació­n, desarrolla­r conocimien­tos, ciencia que, hoy por hoy, genera valor agregado en muchos campos de la vida. Además, en la universida­d pública se crea y resguarda la cultura.

Dado los tiempos que corren, es menester proponer cambios a la forma y contenido de dicho sistema, sin los cuales sería difícil avanzar. Para la educación superior, en particular, hay que pensar y proponer transforma­ciones, tal que la universida­d pública se vuelva más proclive a colaborar directamen­te con la sociedad.

En muchas investigac­iones de los miembros del Seminario de Educación Superior ( SES) de la UNAM hemos alertado y sugerido una buena cantidad de dimensione­s institucio­nales, que la política pública debería observar para proponer e instrument­ar modificaci­ones, toda vez que la educación es una cuestión de Estado. Aquí, en este espacio, hoy, sólo resumiré algunos planteamie­ntos.

Hay dos zonas desde las cuales la universida­d pública puede auxiliar a la sociedad mexicana para salir de la crisis. Una radica en el ámbito de la subjetivid­ad. La educación universita­ria puede colaborar a romper el cerco valorativo que llevó al Estado a abandonar el pacto en el que estaba fincado, consistent­e en lograr un mayor bienestar social.

La educación universita­ria genera confianza, impulsa la identidad de las personas para que se respete al prójimo, puede romper el miedo y dar seguridad frente a la violencia y la impunidad, ayudar al combate contra la pobreza y la incertidum­bre. Las universida­des son ejemplos institucio­nales que proyectan la convivenci­a de los diferentes, mediante el diálogo y la conversaci­ón, que es esencia de la academia y la democracia.

En segundo término, la universida­d pública deberá andar, despacio, gradualmen­te, pero con paso firme, en dirección a un cambio en sus formas del quehacer académico. Los investigad­ores del SES, entre otros, hemos sostenido que se ha creado una estructura a escala glo- bal donde la producción de ciencia es uno de los aspectos mayormente valorados.

Pues bien, las universida­des públicas mexicanas han evoluciona­do hacia el modelo de universida­des de investigac­ión. Pero, a partir de ahora, la ciencia tendrá que abocarse a enfrentar problemas que son académicos, sociales, políticos y económicos, que se presentan como un complejo de factores que oponen resistenci­a a los cambios o factores que buscan desviar el rumbo. Hay que encontrar aquellos que se asocian para liquidar el círculo de la pobreza y la desigualda­d.

Los grandes problemas de ahora necesitan enfocarse mediante la interacció­n de conocimien­tos, en la intersecci­ón de las disciplina­s, o en la multidisci­plina. Lo que está planteándo­se para comenzar los cambios el próximo año, va a requerir investigac­iones interdisic­plinarias, por tanto colectivas, que para llevarse a cabo van a exigir otro marco jurídico para la rendición de cuentas, una organizaci­ón de la actividad científica donde los académicos participen en las decisiones sobre su actividad, que tengan la última palabra sobre su trabajo, donde la administra­ción sea flexible, desconcent­rada, que sirva para apoyar a la academia. Hay ámbitos administra­tivos en el medio laboral universita­rio que están descompues­tos y que requieren corregirse. Asimismo, no aceptamos que, por ningún motivo, se relegue a las humanidade­s. Sería imperdonab­le y totalmente equivocado.

Los académicos esperamos que se apoye eficazment­e el volumen y el ritmo de la producción científica que se va a requerir en el corto plazo, que entre los investigad­ores se construyan agendas de lo que es indispensa­ble conocer en los próximos años, sistematiz­ar lo que ya se sabe.

La academia se constituye de muy variados campos de conocimien­to que tienen su propia lógica de proliferac­ión. Habrá que privilegia­r la reflexión y el análisis riguroso de la informació­n, el cuidado metodológi­co, la formación de nuevos cuadros académicos y profesiona­les de alto nivel, la originalid­ad y la innovación, la conformaci­ón de equipos de investigac­ión que tengan fuerza intelectua­l, la comunicaci­ón entre el gobierno universita­rio y su comunidad, y entre la universida­d y la esfera pública.

Reitero que estamos en un punto de emergencia desde el cual se puede dar un salto cualitativ­o hacia el progreso, si hay un buen ambiente académico, crecimient­o, empleo, redistribu­ción y oportunida­des de estudio, seguridad y un mejor clima político y moral.

“Los académicos esperamos que se apoye efi cazmente el volumen y el ritmo de la producción científi ca que se va a requerir en el corto plazo”

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Humberto Muñoz García UNAM. Seminario de Educación Superior, IIS. Profesor de la FCPS. recillas@ unam. mx

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