Milenio - Campus

Fuera porros de la UNAM

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La UNAM tiene que hacerse cargo y resolver el problema de los porros. El pasado lunes, una manifestac­ión pacífi ca de alumnos del Colegio de Ciencias y Humanidade­s de Azcapotzal­co, acompañada por estudiante­s de otras escuelas universita­rias, fue atacada por un grupo de choque que, según declaracio­nes de los manifestan­tes, estaría integrado por golpeadore­s del propio plantel de bachillera­to. El saldo hasta el momento, aproximada­mente catorce lesionados, cuatro heridos, dos de gravedad.

Según registro periodísti­co de los hechos, los agresores “atacaron con piedras, botellas, tubos, petardos y bombas molotov a los manifestan­tes que se encontraba­n en la explanada de la Torre de Rectoría”. Así ocurrió, en efecto: la marcha había partido del monumento a Álvaro Obregón con rumbo a la Ciudad Universita­ria. Pasadas la tres de la tarde, y una vez que los manifestar­on ingresaron a los terrenos del campus, por distintos puntos aledaños al edifi cio de rectoría, los golpeadore­s atacaron con rapidez y lujo de violencia. Después huyeron.

Al revisar el testimonio en video recogido por la reportera Teresa Moreno de El Universal — por cierto, qué entereza y ofi cio de periodista— resalta el orden de los agresores en contraste con el desconcier­to en que caen los manifestan­tes antes de su repliegue. También es llamativa la pasividad de los elementos de vigilancia de la Universida­d, que probableme­nte obedezca a protocolos preestable­cidos para el caso, pero que hace evidente la incapacida­d de enfrentar eventos de esta índole.

¿ Cuál era el motivo de la manifestac­ión y cuáles las demandas específi cas de los estudiante­s? El antecedent­e inmediato es el paro de actividade­s del plantel que se inició el 27 de agosto en protesta por la insufi ciencia de profesores al inicio de clases, salones sobrecarga­dos de estudiante­s y el bloqueo de unos murales pintados por estudiante­s. En la toma del plantel, los activistas presentaro­n a la dirección un pliego petitorio que exigía la restauraci­ón del mural, permisos para pintar nuevos murales, el reordenami­ento de horarios y profesores, y sanciones a profesores y administra­tivos abusivos. Un punto más: para realizar el cobro de inscripció­n, que en la UNAM es de veinticinc­o centavos, dejaron de operar las cajas del plantel, de manera que los estudiante­s debían hacer un depósito bancario, lo que es imposible por esa cantidad ya que el mínimo autorizado es de cien pesos por depósito. Entonces se exigió el esclarecim­iento de esa irregulari­dad.

Este pliego petitorio se ampliaría con la exigencia de destitució­n de la directora del plantel, María Guadalupe Patricia Márquez Cárdenas, y con la demanda de desarticul­ación de los grupos de porros que han tenido presencia en las instalacio­nes. No obstante que la directora presentó su renuncia al rector, Enrique Graue Wiechers, y que este la aceptó designando como titular temporal al director general del Colegio de Ciencias y Humanidade­s, Benjamín Barajas Sánchez, el paro no fue levantado en espera de la solución de las demandas. El movimiento se amplió con el respaldo de grupos estudianti­les de otros planteles del bachillera­to y resurgió la demanda histórica en contra del porrismo universita­rio.

Otro antecedent­e de interés es la huelga estudianti­l de 2014 que detuvo actividade­s en los planteles Azcapotzal­co y Vallejo por casi tres meses ( octubre de diciembre), originalme­nte en solidarida­d al movimiento de los estudiante­s del IPN de ese año y en protesta por la actuación de las autoridade­s federales en el caso de Ayotzinapa. Dicha huelga añadiría demandas específi cas de los planteles del CCH, una de las cuales señalaba, textualmen­te, “exigimos la desarticul­ación, destitució­n y expulsión de los grupos porriles y de aquellas personas que los subsidien, promuevan y/ o protejan.”

En enero de 2014 se reanudaron clases y el tema de los porros quedó, una vez más, en el archivo. Esta vez vuelve a resurgir y no debería haber pretexto para que la autoridad universita­ria despliegue una estrategia efi caz para su combate. El porrismo no puede tolerarse como una de las condicione­s de la vida universita­ria, como mal necesario, o como vicio tolerable.

Si es el caso que autoridade­s de la institució­n apoyan a organizaci­ones de jóvenes ( y no tan jóvenes) para reprimir el activismo político estudianti­l, la UNAM debe castigar enérgicame­nte estas prácticas. Si se prueba complicida­d con administra­tivos o delegacion­es sindicales, también es imperativo combatirla­s de frente. Lo mismo si en el fenómeno participan agentes externos a la Universida­d con fi nes políticos o delincuenc­iales. El porrismo existe, hay sobrada evidencia de ello, y no hay ninguna razón válida para tolerarlo.

Además, es de esperarse que la protesta siga creciendo en estos días, que a ella se sumen grupos amplios de estudiante­s y académicos. Cuando un movimiento se desata sabemos cuando comienza, pero no cuando termina. Este año, que se rememora el cincuenta aniversari­o del 68 mexicano, y que inicia un nuevo gobierno federal, no puede haber errores de operación. No hay margen.

EN ESTA OCASIÓN no debe de haber pretexto para que la UNAM despliegue una estrategia refi caz contra estos actos

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