Milenio - Campus

Ante la impunidad, poesía

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¿ Qué autoridad priista ha pedido perdón por las víctimas del 68? Ninguna, ni una sola, como bien lo ha afirmado Gilberto Guevara Niebla. A la impunidad del porfiriato siguió la impunidad del priato, y es la que hoy continúa en nuestro país, esperando que la justicia se siente entre nosotros, como lo escribió en su inolvidabl­e poema “Memorial de Tlatelolco” la gran Rosario Castellano­s. A medio siglo de la masacre, la gran poetisa sigue exigiendo justicia. He aquí el poema completo ( publicado por primera vez en La noche de Tlate-

lolco, de Elena Poniatowsk­a, y recogido posteriorm­ente en Poesía no eres tú):

“La oscuridad engendra la violencia/ y la violencia pide oscuridad/ para cuajar el crimen.// Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche/ para que nadie viera la mano que empuñaba/ el arma, sino sólo su efecto de relámpago.// Y a esa luz, breve y lívida, ¿ quién? ¿ Quién es el que mata?/ ¿ Quiénes los que agonizan, los que mueren?/ ¿ Los que huyen sin zapatos?/ ¿ Los que van a caer al pozo de una cárcel?/ ¿ Los que se pudren en el hospital?/ ¿ Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto?// ¿ Quién? ¿ Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie./ La plaza amaneció barrida; los periódicos/ dieron como noticia principal/ el estado del tiempo./ Y en la televisión, en la radio, en el cine/ no hubo ningún cambio de programa,/ ningún anuncio intercalad­o ni un/ minuto de silencio en el banquete./ ( Pues prosiguió el banquete.)// No busques lo que no hay: huellas, cadáveres,/ que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa,/ a la Devoradora de Excremento­s.// No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.// Ay, la violencia pide oscuridad/ porque la oscuridad engendra el sueño/ y podemos dormir soñando que soñamos.// Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria./ Duele, luego es verdad. Sangra con sangre./ Y si la llamo mía traiciono a todos.// Recuerdo, recordamos.// Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca/ sobre tantas conciencia­s mancillada­s,/ sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,/ sobre el rostro amparado tras la máscara.// Recuerdo, recordemos/ hasta que la justicia se siente entre nosotros”.

Al igual que otros mexicanos, Rosario Castellano­s dio una lección de valentía y civilidad. Al igual también que otros escritores y artistas ( Octavio Paz, entre ellos) que habían servido en el gobierno, ya sea en puestos públicos en México o en la representa­ción del país en el servicio exterior, condenaron el crimen y, con esa condena, desde la poesía, desde el arte, sigue intacta la exigencia de justicia y fin de la impunidad, que los gobernante­s y los funcionari­os jamás han atendido.

Octavio Paz escribió en su poema “México: Olimpiada de 1968” ( recogido luego en su libro

Ladera este): “La limpidez/ ( quizá valga la pena/ escribirlo sobre la limpieza/ de esta hoja)/ no es límpida:/ es una rabia/ ( amarilla y negra/ acumulació­n de bilis en español) extendida sobre la página./ ¿ Por qué?/ La vergüenza es ira/ vuelta contra uno mismo:/ si/ una nación entera se avergüenza/ es león que se agazapa/ para saltar./ ( Los empleados/ municipale­s lavan la sangre/ en la Plaza de los Sacrificio­s.)/ Mira ahora,/ manchada/ antes de haber dicho algo/ que valga la pena,/ la limpidez”.

Si los testimonio­s y las crónicas sobre el 68, que hoy son parte

de la historia mediata, ya que no reciente ni lejana, siguen señalando a los culpables sin que ellos muestren no ya digamos arrepentim­iento, sino ni siquiera vergüenza, la poesía, con su fuerza indeleble, con su mirada certera, los acusará, siempre, aunque ellos no den la cara y se escondan ( se han escondido durante ya medio siglo) tras la sombra de la desmemoria o del olvido.

Gustavo Díaz Ordaz, el represor, se cobijaba bajo el manto del lema de los Juegos Olímpicos de 1968 ( inaugurado­s diez días después de la masacre del 2 de octubre): “Todo es posible en la paz”, cuando Gabriel Zaid lo descobijó con un agudo epigrama (“No hay que perder la paz”) para evitar la desmemoria: “¿ Sigue usted indignado,/ Señor Presidente?/ Mala cosa es perder/ por unos muertitos,/ que ya hacen bostezar/ de empacho a los gusanos/ la paz./ Todo/ es posible en la paz”.

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Los escritores Jaime Sabines, Rosario Castellano­s y Octavio Paz,

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