RIESGO DE RETROCESO EDUCATIVO EN EL PAÍS
La eliminación del instituto corta de tajo los esfuerzos por construir una política de uso adecuado de la evaluación que fortalecido al sistema educativo nacional
La desaparición del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación ( INEE) atenta contra una de las instituciones que han permitido fortalecer el sistema educativo del país.
Una decisión que podría cortar de tajo los esfuerzos de los últimos 18 años por contar con una radiografía puntual de los obstáculos, alcances y logros que se han tenido en la educación básica y media superior del país.
De concretarse, sería, al mismo tiempo, un golpe a directo a los organismos públicos autónomos que han abonado a la rendición de cuentas, a la transparencia y a contar con una visión ajena a la esfera gubernamental.
Y es que las intenciones de echar atrás la reforma educativa, como lo han planteado quienes asumirán el poder el próximo 1 de diciembre, alcanzan también al INEE.
En una ecuación en la que la evaluación será solo un asunto meramente anecdótico y voluntario, el INEE pierde su razón de ser y por ende, la apuesta es a avalar las leyes que dictarían el final de esta institución.
Entre los especialistas e investigadores, existe un grupo que apoya esta idea por considerar que el INEE no ha cumplido con los objetivos para los que fue diseñado y no ha contribuido a una evaluación adecuada de maestros y directivos.
Pero también hay otro sector de la academia y de los expertos que han estado cerca desde siempre de este asunto, que consideran que desaparecer el INEE no es el camino para superar los rezagos que aún prevalecen.
Si bien reconocen que al instituto le ha faltado pertinencia en la difusión y aplicación de ciertas pruebas, consideran que no son argumentos suficientes para borrar de tajo lo que se ha construido recientemente.
Incluso, plantean que el INEE debe sufrir ciertas modificaciones para mejorar su desempeño Pensar en quitarlo de la escena educativa podría tener consecuencias irreversibles para la cultura de la evaluación que tanto ha sustentado a la reforma educativa.
La intención
En los últimos días, el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, reiteró su intención de abolir la Reforma Educativa y con ello la desaparición del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación ( INEE).
Esto, debido a que su gobierno pondrá fin a las pruebas de “evaluación” de docentes y ofrecerá, en cambio, cursos de capacitación para que, quienes así lo deseen, asistan de manera voluntaria.
“La capacitación al maestro va a ser voluntaria. Ni siquiera se va usar la palabra evaluación, eso se termina. Va a ser capacitación voluntaria. Si no estamos en la época de la esclavitud. No, los maestros están conscientes de que tienen que capacitarse y confiamos en ellos”, sentenció.
Esta idea ha sido respaldada por los legisladores de su partido y ha tenido ya eco dentro de los trabajos de la actual legislatura.
El diputado federal de Morena y exdirigente de la CNTE, Irán Santiago Manuel, planteó ya reformas a los artículos tercero y 73 de la Constitución para que pueda proceder la desaparición del INEE.
El argumento es que el INEE “nunca se logró obtener un diagnóstico del sector educativo, sino castigar y dañar la estabilidad laboral del maestro. Además, nunca ha sido ‘ autónomo’ pues tiene mayor poder político que rigor académico o técnico”.
Y aunque la presidenta de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados, Adela Piña Bernal, aclaró que la propuesta es una ini- ciativa a título personal, será analizada, dictaminada y votada cuando se instale la Comisión de Educación e inicie sus trabajos.
Este planteamiento generó que un grupo de investigadores, representantes de la sociedad civil, padres de familia, directivos y maestros difundieran una carta, en la que se oponen a este planteamiento.
Sostienen que esto implicaría “cancelar la oportunidad de contar con datos, evidencias y conocimiento que enriquecen el debate público y permiten conducir la política educativa con base en información de calidad, lo cual resulta especialmente importante frente al complejo contexto de cambio que nos espera”.
Además, la información que produce permite cuestionar con rigor técnico el desempeño de las autoridades e instituciones responsables del quehacer educativo, así como coadyuvar a la transparencia y la rendición de cuentas.
De acuerdo con la postura que fue difundida en redes sociales, entre las atribuciones del INEE, como lo han querido ver sus detractores, no está la de fiscalizar a los profesores, sino que le corresponde, sobre todo, establecer los criterios técnicos para el diseño y calificación de los instrumentos que la autoridad educativa aplica.
Incluso, establecen en el documento, con los datos generados por el INEE acerca del funcionamiento del sistema educativo nacional, “la sociedad mexicana tiene herramientas para cuestionar, con razón y fundamento, las políticas educativas e imaginar posibles soluciones”.
En ese sentido, Sylvia Irene Schmelkes del Valle, consejera de la Junta de Gobierno del INEE, apunta que el Instituto tiene como misión diseñar métodos y estrategias para identificar el nivel de aprendizaje de los estudiantes de educación básica.
Por eso, advierte, su desaparición pondría en riesgo diversos programas que auxilian en la implementación de políticas educativas.
“El Instituto no nació con la Reforma Educativa, la función tiene que seguir cumpliéndose porque de otra manera no se tendría información acerca de la educación en el país y tendríamos dificultades para saber desde dónde impulsar políticas educativas que contribuyan a la mejora de la educación que es el elemento más sensible de la sociedad”, dice.
Schmelkes plantea que 90 por ciento del trabajo del INEE representa la elaboración de directrices para atender problemáticas educativas, por lo que no solo se enfoca a revisar y validar los instrumentos de la evaluación docente.
“Hacemos la evaluación de los
alumnos, las condiciones de la infraestructura de las escuelas, sobre el aprendizaje, hacemos evaluación de políticas y programas educativos que indican lo que tenemos qué hacer”, explica.
Mejorar y profundizar
Como lo ha planteado Eduardo Backhoff Escudero, presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa A. C. y ex presidente de la Junta de Gobierno de INEE, las posturas que se han presentado en el Congreso de la Unión en contra del instituto son desafortunadas y sesgadas.
Comenta que eliminar al INEE equivaldría a “sacarse un ojo y dejar a media obscuridad a la sociedad mexicana y a las propias autoridades sobre lo que sucede en el país con relación a la educación”.
Incluso, señala que una decisión de esta índole sería equivalente a desaparecer al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social ( CONEVAL) o al Instituto Nacional de Estadística y Geografía ( INEGI).
En todos los casos, detalla, se trata de generar información sobre los distintos aspectos de la realidad mexicana.
“Por ello, espero que el nuevo gobierno reconsidere su posición actual sobre este instituto y que tome decisiones basadas en la racionalidad y no en la emotividad, que por ahora es lo que se percibe”, enfatiza.
Para Dinorah Miller Flores, investigadora del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco ( UAM), el riesgo que entraña la desaparición del INEE es la pérdida de una institución que ha contribuido a hacer visibles grandes desigualdades y carencias en la distribución de los recursos destinados a la educación, tanto fiscos, económicos como humanos.
“Su mayor contribución ha sido el de darnos información más allá de las estadísticas oficiales. En ese sentido, es un instituto fundamental que sirve como un faro de luz para el campo educativo, que estaba en penumbra total”, señala.
Y si bien reconoce que hubo una complacencia del INEE ante la reforma educativa, especialmente en lo que toca a la evaluación docente, también es cierto que el INEE fue demandado en distintos foros para que tomara posición más clara al respecto y nunca lo hizo.
“Lo que demandaría del nuevo gobierno es mayor claridad en su posición, más allá la derogación de la reforma o la desaparición del INEE. Lo que me preocupa, en este y otros temas, es que no se habla de lo sustantivo, nos dicen que el INEE va a desaparecer pero no qué habrá en su lugar”, argumenta.
Y es que en caso de desaparecer esta instancia, se da por hecho que nada de lo que hizo el INEE es considerado importante y no se le da la adecuada dimensión.
“Me parece que para hacer campaña hacer promesas así de ‘ vagas’ pueda ser funcional, pero no cuando se va ser gobierno. La lógica debe cambiar y es justamente lo que no estamos viendo. Cómo pasar de las propuestas ‘ que hacen ruido’ a las que tienen contenido, viabilidad y sentido en el marco de una estrategia de acción pensada, articulada y, sobre todo, en el marco de la institucionalidad que la educación requiere”, comenta la investigadora.
Por ello, dice en entrevista, una alternativa puede ser modificar los criterios y formas de participación del INEE en la evaluación docente.
“Creo que cabe la revisión y ajustes que valgan para hacer el instituto más autónomo y con reglas del juego transparentes que lo legitimen ante los actores. Todo eso se puede hacer sin tener que prescindir de un instituto que al margen de esto, ha hecho contribuciones importantes”, plantea Miller Flores.
Más allá de lo educativo
Lo cierto, como lo expresa Lorenzo Gómez Morín, quien fue Subsecretario de Educación Básica cuando comenzó a operar el INEE, todo este planteamiento es parte de un cambio de régimen, donde las reglas y las normas de la democracia ya no aplican como antes.
Advierte que no solo el INEE está en riesgo sino también los organismos públicos autónomos como una medida para concentrar el poder y las decisiones.
“Este es un proyecto que no está definido por las nuevas autoridades, que no se construye sobre evidencias de que sí funciona y lo que no, sino sobre la opinión de lo que algunos piensan que debe ser la educación”, dice.
Y es que el gran problema del INEE, explica, es que además de su poca efectividad, producto de lo especializado de sus productos, por lo que pocos los leen y los que lo hacen son especialistas que le pueden entender, nunca se pensó en que los resultados tenían que ser usados por docentes y directivos.
“Para ellos los Panoramas Educativos, Informes Anuales, evaluaciones nacionales tienen muy poca utilidad, por ello, creo que en este rubro les faltó pertinencia”, señala Gómez Morín.
Ahora, comenta, por lo que se vislumbra, no existirá un instituto que se dedique a la evaluación de la educación cuando el discurso habla de una capacitación.
En suma, como lo ha planteado Teresa Bracho González, consejera presidenta del ( INEE), todo este asunto deriva de la idea errónea que se tiene del trabajo que realiza el instituto, pues su labor no es evaluar a los maestros, sino garantizar que el proceso se haga de una manera justa y oportuna.
“El INEE ha desplegado campañas y programas donde se muestra que sí hace el instituto y cuál es su visión. Al final del día no es más que garantizar que los niños, niñas y jóvenes de este país estén en la escuela y que su estancia en ésta garantice que tienen una formación para su desarrollo”, comenta.
Bracho González puntualiza que en México el uso de los resul- tados de la evaluación educativa es un asunto pendiente, pues la información producida se usa muy poco para la mejora de la calidad de la enseñanza.
Por ello, el INEE ha venido insistiendo en la necesidad de construir una política de uso adecuado de la evaluación que promueva sus resultados entre todos los públicos, lo cual es factible pues los diversos mecanismos de interlocución que ha creado este Instituto lo posibilitan.
Y esa tarea no puede verse interrumpida por una visión errónea, ni por cuestionamientos que van más allá de los logros que ha podido concretar el INEE a lo largo de todos estos años.
Una alternativa puede ser modifi car los criterios y formas de su participación en la evaluación docente”