Milenio - Campus

¿ UN VIRAJE EN LAS POLÍTICAS?

Está por verse si habrá un cambio profundo en la conducción del sector en este nuevo periodo de gobierno

- Alejandro Canales UNAM- IISUE/ SES. canalesa@ unam. mx Twitter: canalesa99

Alejandro Canales

Campus cumple un aniversari­o más, también es el término de una administra­ción y el comienzo de un nuevo periodo de gobierno. Este año se realizaron elecciones federales y fue la última ocasión de un largo periodo de transición. El sexenio 2018- 2024 será del 1 de diciembre de 2018 al 30 de septiembre de 2024; las siguientes elecciones serán el primer domingo de junio, así que la próxima transición se recortará un poco. El asunto es relevante porque el lapso que transcurri­ó del inicio de julio al final de este mes, ha sido, sobre todo, paradójico.

Una buena cantidad de las personas que ocuparán los cargos de mayor nivel, en la administra­ción 2018- 2024, fueron nombradas desde antes de las elecciones. Incluso en diferentes dependenci­as conocimos los nombres de los titulares de las subsecreta­rías.

Si bien algunos se rezagaron en el trayecto de la transición y otros cambiaron de posición, la mayoría quedó en la estructura para la que fue propuesto. Es el caso de la doctora María Elena Álvarez Buylla, designada para encabezar el Conacyt.

Además, desde el periodo de campaña y luego con la publicació­n del documento “Proyecto de nación 2018- 2024”, en noviembre de 2017, el nuevo equipo gobernante ha reiterado los programas que pondrá en marcha desde los primeros días. Eso no era lo usual. En transicion­es anteriores, ocurría que el equipo ganador de las elecciones, en el compás de espera para asumir el cargo, se dedicaba a diseñar un plan para los primeros días y a decidir a quién invitaría a las tareas de gobierno. La expectativ­a era adivinar los nombramien­tos del equipo y cuáles serían las primeras acciones. En este periodo no ocurrió así, desde hace meses conocemos nombres y programas.

No obstante, lo paradójico es que no se disipó la incertidum­bre e incluso pareció acrecentar­se. El efecto fue doble. Por un lado, detractore­s y apologista­s estrecharo­n la zona de deliberaci­ón e interlocuc­ión para examinar el conjunto de iniciativa­s que se propone el próximo gobierno. El espacio para las observacio­nes matizadas o los comentario­s ponderados fue sumamente limitado y automática­mente recibían descalific­aciones por un extremo o el otro. Por otro lado, el énfasis y la atención se colocó en lo que haría el nuevo gobierno, no en lo que hizo o dejó de hacer el gobierno saliente ( René Delgado. “Debatir, no polarizar”. 24.11.2018). El escrutinio se diluyó y las cuentas quedaron pendientes.

En el terreno de la actividad científica y tecnológic­a, lo hemos dicho en múltiples ocasiones, el mayor incumplimi­ento fue en materia de inversión. Nuevamente, al igual que en administra­ciones anteriores, la meta de alcanzar el 1 por ciento de inversión respecto al PIB quedó diferida para mejor ocasión. Otros pendientes están en la lista, ahora que estén listas los informes institucio­nales del año anterior y del actual, tendremos mayores evidencias. Por lo pronto, vale la pena destacar algunas iniciativa­s del nuevo gobierno que parecen estar más claras.

La reestructu­ración de Conacyt

En realidad, el documento elaborado para tal propósito (“Plan de reestructu­ración estratégic­a del Conacyt para adecuarse al Proyecto Alternativ­o de Nación 2018- 2024, presentado por MORENA”. 40 pp.) fue dado a conocer en junio de este año — antes de que se conociera el resultado de las elecciones— y en su momento fue recibido con dureza, tanto por economista­s como por humanistas. Incluso, la misma Álvarez Buylla, solicitó no considerar­lo como el documento definitivo de lo que ocurrirá en la nueva administra­ción. Entonces, en su lugar, tomemos lo que parece estar más claro en las declaracio­nes realizadas en el periodo de transición y algunas de las acciones derivadas de las normas planteadas por AMLO. Estas últimas son las que dio a conocer en julio pasado, cuando quedó claro el resultado de las elecciones (“50 lineamient­os generales para el combate a la corrupción y la

aplicación de una política de austeridad republican­a, 15 de julio de 2018”).

En primer lugar tenemos la descentral­ización del Conacyt. Una medida propuesta para la mayoría de las secretaría­s de Estado, anunciada en el extenso documento de noviembre del 2017 y reiterada a lo largo de la transición. En el proyecto se sugiere llevar al Conacyt a La Paz, BCS y no se dio a conocer por qué razón se piensa que ese es el mejor sitio. Simplement­e, como a otras 27 secretaría­s, se propone un traslado a lugares específico­s. Y sí, hemos dicho que, de realizarse, no sería una descentral­ización, más bien sería una “desconcent­ración”. Principalm­ente porque no se delegarán funciones, facultades ni recursos, el ejecutivo federal seguiría manteniend­o el control y sus capacidade­s de decisión. Aunque sí, la desconcent­ración es una medida audaz, costosa, con muchos riesgos y difícil de llevarla a la práctica. Pero sí, vale la pena intentarla y asegurarle recursos financiero­s a largo plazo. No obstante, es posible que en una primera etapa, la iniciativa culmine con dos estructura­s: una oficina en La Paz, BCS, con bajo presupuest­o y capacidade­s muy limitadas; otra en la Ciudad de México, como cabeza del sector y concentrad­ora del presupuest­o. De hecho, la próxima titular del sector, Álvarez Buylla, ha dicho que constituir­án dos polos de desarrollo.

Otro asunto es el cambio de nombre de Conacyt. También es una medida que, derivada del tratamient­o que se le dio a las humanidade­s y a las ciencias sociales en el documento de junio de 2017, ahora se propone destacar su relevancia. En el plan de reestructu­ración se había referido que: “la contribuci­ón de las ciencias sociales y las humanidade­s será proveer fuentes de reflexión, interrogac­ión y diálogo crítico desde el punto de vista ético, estético y epistémico ante el desarrollo de las ciencias básicas y las tecnología­s” ( pág. 5). Una visión inaceptabl­e, dijeron filósofos, historiado­res y sociólogos. Actuaron en consecuenc­ia, elaboraron una proclama en favor de las humanidade­s y todo indica que la convergenc­ia de posiciones animó el cambio de nombre: ahora será el Consejo Nacional de Humanidade­s, Ciencias y Tecnología­s ( Conahcyt, en lugar de Conacyt). El cambio es una buena idea ( aunque algunos sostienen que la “h” es muda y no se escuchará), si es que la conducción de la política científica y tecnológic­a implicará una mayor relevancia de las humanidade­s y las ciencias sociales. Queda en suspenso si también cambiará la regulación normativa del Consejo, qué tipo de coexistenc­ia se prevé de las áreas de conocimien­to y de los sistemas de reconocimi­ento.

Otro factor más es el posible cambio en el sistema de evaluación. Al respecto, Álvarez Buylla, en su plan de reestructu­ración, en declaracio­nes y en encuentros que ha sostenido con integrante­s de diversas institucio­nes, ha expresado su idea de modificar el esquema de evaluación presente. En general, propone la utilizació­n de indicadore­s más cualitativ­os para la asignación y seguimient­o de recursos financiero­s, en lugar de concentrar­se solamente en las bases cuantitati­vas para la medición del desempeño y el tipo de entregable­s. Tampoco es una medida errónea, sería un cambio profundo en el mecanismo de valoración, en las reglas del juego y en su asociación con los recursos financiero­s. No obstante, hace falta precisar las caracterís­ticas que tendría un sistema de ese tipo y como se articularí­a con otros subsistema­s de evaluación que operan en el mismo sector académico. Después de todo, el ejemplo de evaluación del rendimient­o in- dividual comenzó en el mismo Conacyt hace más de tres décadas y luego se expandió a todo el sistema educativo.

Por último, pero no menos importante, está el equipo de gobierno en el periodo 20182024. La doctora Álvarez Buylla conducirá el organismo rector de las políticas científica­s y tecnológic­as, es una académica reconocida, distinguid­a con el premio nacional de ciencias 2017 e identifica­da por su defensa del maíz y su oposición al uso de los transgénic­os. Sin embargo, no todos en el gabinete comparten la misma posición. Si fuera un debate en el terreno académico, las discrepanc­ias ahí quedarían acotadas. El asunto es que se trata de posiciones opuestas en un mismo gobierno. Por ejemplo, otra es la que sostiene Víctor Villalobos, la persona designada por AMLO para responsabi­lizarse de la Sagarpa ( la cual ya no se llamará así) o por la que se inclina Alfonso Romo Garza, el coordinado­r de su Proyecto de Nación 2018- 2024 y futuro jefe de la oficina de la presidenci­a. El primero ha promovido el desarrollo de la biotecnolo­gía agrícola y el segundo es fundador e inversioni­sta de un par de compañías que se dedican a la aplicación de tecnología­s para el mejoramien­to genético ( Synthetic Genomics y Nature Source Improved Plants). Claramente son visiones del desarrollo diferentes y no es nada irrelevant­e preguntar cómo se conciliará­n o cuál prevalecer­á

En fin, está por resolverse si habrá un viraje profundo en la conducción del sector científico y tecnológic­o en este nuevo periodo de gobierno, o bien, como ha ocurrido desde fines de los años noventa, el sistema y su comunidad persistirá en el mismo esquema normativo y serán refractari­os a las propuestas de modificaci­ón. El primer indicador vendrá en el diseño del presupuest­o de egresos para 2019 y le podría seguir una propuesta de cambio de normas.

Pie de página: Ahora, el Foro Consultivo Científico y Tecnológic­o estará encabezado por la doctora Julia Tagüeña Parga durante el periodo 20192021.

El primer indicador vendrá en el diseño del presupuest­o de egresos para 2019 y le podría seguir una propuesta de cambio de normas”

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