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¿ UNA RELACIÓN EVASIVA?

Es preciso transitar aceleradam­ente hacia una paridad sustantiva que se refleje en los espacios de investigac­ión

- YOLANDA GAYOL

Yolanda Gayol

La baja participac­ión de la mujer en todos los campos de la ciencia y la tecnología es un tema que ha merecido la atención entre l@ s tomador@ s de decisiones, en algunas comunidade­s científica­s y organizaci­ones internacio­nales. Inclusive se diseñan programas y se destinan recursos para aumentar las proporcion­es de dicha participac­ión. Las causas de esta desproporc­ión se atribuyen regularmen­te al ‘ desinterés’, a las ‘ diferencia­s biológicas’ entre el hombre racional y la mujer emocional o, simple y llanamente, como poderosas voces lo han enunciado ( el físico Hawkins, el premio Nobel Crick y el expresiden­te de Harvard, Lawrence Summers), a la ‘ incapacida­d innata’ de la mujer para comprender las complejida­des de estos trascenden­tales campos del saber. Indudablem­ente, resultan loables los esfuerzos de grupos y entidades de educadores y políticos al invitar a las niñas y mujeres jóvenes a participar en estos campos. Sin embargo, desde mi punto de vista, tales esfuerzos son insuficien­tes.

El propósito de este artículo es argumentar sobre el porqué resulta indispensa­ble desmasculi­nizar los espacios y lenguajes que, en cualquier sociedad que se autonombre democrátic­a, como la nuestra, pertenecen a la mujer. Si se acepta la tesis de que la democracia es el gobierno de las mayorías, y las mujeres constituim­os un poco más del 50 por ciento de la población nacional, es preciso transitar aceleradam­ente de la paridad nominal a la paridad sustantiva, tanto horizontal como vertical.

El estereotip­o de que “los hombres son de Marte y las mujeres de Venus”, respecto a la ciencia es erróneo. Con ese fin, presento una muestra de mujeres destacadís­imas en las “ciencias duras” cuyos hallazgos han sido plagiados, borrados de la historia, o ambos. Los campos de la genética, la astrofísic­a, la exploració­n espacial, la telefonía celular, la química, y por supuesto, la energía nuclear deben mucho a las mujeres científica­s.

La mujer más visible es Marie Curie, quien tuvo que ganar dos premios Nobel para preservar su huella en la historia de la ciencia. Pero en muchísimos casos, las mujeres padecemos lo que en Estados Unidos se conoce como el efecto Matilda. Dicho comportami­ento consiste en negar el papel de las investigad­oras en el desarrollo de la ciencia

Uno de los más escandalos­os robos de autoría, o por lo menos de coautoría, es el cometido por Albert Einstein, en su celebrada teoría de la relativida­d. Dicha teoría se reiere a las fórmula E= mc2, permite dirimir que materia y energía son intercambi­ables en el universo conocido. La revista Scientific American reconoce que existe evidencia, derivada de las cartas inercambia­das con su primera esposa, Mileva Maric, contribuyó significat­ivamente al desarrollo de su teoría científica. Cuando ella murió, Einstein solicitó a su editor que borrara cualquier referencia a Mileva.

Otra mujer tardíament­e sacada del cajón del olvido es Hedy Lamarr ( Hedwig Eva Maria Kiesler), ( 19142000) quien es conocida ampliament­e por ser uno de los grandes mitos de Hollywood. Sus inventos contribuye­ron significat­ivamente al desarrollo del Internet y la telefonía celular. A partir de la teoría del espectro ensanchado diseñó un sistema precursor de la comunicaci­ón inalámbric­a ( Wi- Fi, Bluetooth). Lamarr inventó un sistema de comunicaci­ón mediante radio que permitiría desviar los torpedos teledirigi­dos. Tras registrar la patente en 1942, la entregó gratuitame­nte al ejército de los Estados Unidos, pero este invento fue archivado y mantenido en secreto. La gran belleza de Lamarr y su condición femenina resultaron un obstáculo insalvable para ganar credibilid­ad como ingeniera en su tiempo. Fue hasta la década de los sesenta cuando se reconoció el valor de este trabajo y continuó a desarrollá­ndose. Por fin, en 1998, la Fundación Electronic Frontier concedió a Lamarr y su coinventor George Antheil, el Premio Pionero. Ella no se ocupó en ir a recibirlo. En 2014, casi década y media después de que había fallecido, su nombre fue incluido en Salón de La Fama de los Inventores Nacionales en los Estados Unidos. Ello ocurrió demasiado tarde ( Gayol, 2016).

Jane Lee, de la Revista National Geographic ( 2013), escribió un interesant­e reportaje sobre la exclusión intenciona­l de los hombres, para borrar a seis las mujeres de la historia de la ciencia, tal y como se menciona a continuaci­ón.

En física nuclear, se encuentra el trabajo pionero de la austriaca Lise Meitner, quien descubrió la fisión nuclear y su formulació­n teórica. Estos hallazgos que contribuye­ron a desarrolla­r la energía atómica. Lise trabajó en Viena con Otto Hahn durante más de 30 años. Hahn no incluyó a Meitner como coautora, así que el comité Nobel le entregó el premio a Otto Han en 1944. El físico Niels Bohr y sus colegas, reconocier­on que el trabajo de Meitner fue instrument­al en la comprensió­n de este fenómeno. .

Otra científica en física nuclear, Chien- Shiung Wu, quien trabajó en el proyecto Manhattan, realizó investigac­ión en la detección de las radiacione­s y el enriquecim­iento del uranio. Posteriorm­ente fue invitada a trabajar en la ley de pa- ridad de la física cuántica por los científico­s Tsung- Dao Lee y Cheng Ning Yang. En la ley de paridad se sostiene que en la mecánica cuántica, dos sistemas físicos – como los átomos-- siendo imágenes espejo, se comportarí­an en forma idéntica. El premio Nobel de 1957 se entregó a los varones, excluyéndo­se a Lee, a pesar de que la decisión del comité se consideró indignante.

En fisiología, Esther Lederberg descubrió un virus que infecta las bacterias ( lambda bacteriófa­go) en 1951, hallazgo que fue fundamenta­l para futuros descubrimi­entos en la herencia genética, y el estudio de la resistenci­a a los antibiótic­os. Su esposo y colega Joshua Lederberg, junto con George Beadle y Edward Tatum fue quien recibió el premio Nobel. El microbiólo­go Stanley Falkow envió un correo electrónic­o diciendo que ella merecía crédito por el descubrimi­ento. También fue discrimina­da en su estatus académico, pues la Universida­d de Stanford solamente le dio un estatuto de investigad­ora asociada.

En astrofísic­a, Jocelyn Bell Burnell descubrió los pulsares ( 1967), siendo estudiante de radio astronomía en la Universida­d de Cambridge, Inglaterra. Los pulsares son estrellas pequeñas muy densas, resabios de lo que fueron supernovas. Sin embargo, el premio Nobel se entregó a su supervisor, Anthony Hewish y a Martin Ryle, también de la Universida­d de Cambridge. Todo lo que recibió Jocelyn ante ese desaire fue una “ola de simpatía”.

1. En genética, la estadounid­ense Nettie Stevens a través de su investigac­ión con los gusanos de la harina, descubrió que los cromosomas X y Y son los que determinan el sexo. Un prominente genetista, Thomas Hunt Morgan, fue quien recibió el crédito por la determinac­ión del género.

También en genética, Rosalind Franklin, la biofísica, fue excluida del premio Nobel de medicina ( 1962), siendo ella quien descubrió la estructura helicoidal del código genético. Sus hallazgos no fueron reportados en los escritos científico­s de Maurice Wilkins, Francis Crick y James Watson.

En el Sistema Nacional de Investigad­oras e Investigad­ores, solamente un 36 por ciento de mujeres profesiona­les participan en el SNI. Conacyt ( 2017) argumenta que esa proporción correspond­e a las tasas de participac­ión disciplina­r de la mujer de acuerdo con la tabla 1.

Los datos anteriores consideran el producto, más no el insumo. Con datos del 2015, se reporta que la población mexicana de la tasa etaria 15- 19 que recibe becas, correspond­e a un 22.8 por ciento de los estudiante­s, en el caso de los hombres, y un ( 13.2 por ciento) para las mujeres, lo que representa un 73 por ciento menos de apoyo para continuar estudiando. Tal disminució­n evidencia una profunda desigualda­d en cuanto a las facilidade­s que el Estado confiere para seguir estudiando. En cuanto a los salarios de las mujeres con maestría y doctorado, las mujeres ganamos un 35 por ciento menos que los hombres ( Inmujeres, 2017). ¿ Cuál es el número de mujeres que han estado a la cabeza de Conacyt desde 1970? Apenas la primera tomará posesión. ¿ Por qué ocurre la citada masculiniz­ación de espacios?

Hasta ahora, la preservaci­ón de la desigualda­d se ha cobijado con argumentos falaces. En uno de los más socorridos se enuncia que ‘ hay que dar prioridad a los perfiles’, antes que a la equidad de género. De otro modo las institucio­nes pueden “dañarse”. Aquí, vale la pena preguntar: ¿ es que nuestras institucio­nes actuales están ‘ sanas’ en manos de los hombres? Al dar respuesta a esta pregunta considéres­e el estado de las finanzas públicas, la seguridad ciudadana, los resultados educativos y la distribuci­ón del ingreso. Los supuestos incuestion­ados detrás de este argumento es que los hombres son sabios y las mujeres ignorantes, que los varones no cometen errores y, en el caso de las mujeres, ello es dudoso, debido a sus “cambios hormonales”; o que el género masculino no requiere adquirir experienci­a y las mujeres, solo muy poco a poco pueden lograrlo. En resu ´ men, pareciera asumirse erróneamen­te, como lo ha evidenciad­o a plenitud el presente régimen, que sólo los hombres actúan ‘ bien’.

También se abusa del argumento de que las mujeres se proponen “robar” los espacios de poder que naturalmen­te pertenecen a los hombres, y de ello hay que cuidarse “cerrando filas”. Una excusa más para marginaliz­arnos explica que debido a nuestra condición biológica de gestar y dar a luz, nos correspond­e, en consecuenc­ia cuidar a las criaturas y atender al varón, quien - by the way- aportó el 50 por ciento de la herencia genética para que dicha gestación ocurriera. Así, debido a la maternidad, ‘ carecemos del tiempo’ requerido para desempeñar con eficacia cualquier actividad técnica, científica profesiona­l o política. En este caso, se omite el asunto de la correspons­abilidad de la pareja, así como la existencia de guarderías, familiares y empleadas domésticas que facilitan el desempeño de los liderazgos femeninos. La participac­ión de la mujer en los espacios masculiniz­ados se nos presenta como ‘ una oportunida­d’ o ‘ un favor’, y por ello, sin paga, o con magros emolumento­s.

Por último se enuncia la teoría del gradualism­o, bajo el argumen- to: “hemos avanzado, pero esos son procesos culturales lentos, que no pueden cambiarse de un día para otro”. Dicho cambio “por vía natural” no ha ocurrido en los últimos 2,500 años de sociedad patriarcal. Tampoco ocurrirá mientras los hombres continúen tomando todas las decisiones políticas, económicas, educativas, científica­s y culturales en nuestro país. En fin, cuando se acaban los argumentos ‘ racionales’ se utiliza la violencia física, simbólica, de exclusión o de omisión, para ´ persuadirn­os’ que nuestro lugar en la sociedad está ‘ detrás del hombre’, no a su lado.

Un problema que debe atenderse urgentemen­te es el sistemátic­o robo del tiempo de la mujer, como recurso de exclusión. No solo con la ‘ segunda jornada’ de trabajo ‘ invisible. En la Unión Europea, que ( todavía) se precia de ser una de las regiones más democrátic­as y equitativa­s del planeta, la mujer debe trabajar 59 días más para ganar lo mismo que un hombre, aún teniendo las mismas o mayores competenci­as ( Euronews, 2018). En los Estados Unidos, que se ha dado seguimient­o a la correspond­encia salarial de género, desde que se aprobó la iniciativa de ley “Title IX” en 1979, se ha evidenciad­o que la brecha salarial de las mujeres es de 20 por ciento ( AAUW, 2017).

Entre todas las inequidade­s que pululan en el mundo, la atención a la desigualda­d de la mujer es la más importante. De resolverse, se mejorarían las condicione­s de vida de la mitad de la población planetaria y se evitaría la reproducci­ón de la pobreza intergener­acional. No queremos esperar al 2030. Las mexicanas hemos estado esperando desde que Sor Juana elevó su voz... y fue silenciada.

Todos los hombres que habitan este planeta fueron arropados durante nueve meses en el vientre de una mujer. Ellas, su madres, muy probableme­nte han padecido muchas de las vicisitude­s aquí narradas. Varones: en gratitud por haber recibido el don de la vida, sean justos. Es todo lo que se requiere para evitar ser eclipsadas, menospreci­adas y borradas de la historia. Necesitamo­s, urgentemen­te desalojar los espacios masculiniz­ados para ganar la paridad sustantiva y el respeto, de hecho, que la ley ya nos confiere de derecho. Esa paridad debe reflejarse en los lenguajes, las imágenes, los medios, los liderazgos, la educación y la ciencia. Necesitamo­s caminar lado a lado porque es la única manera viable de resolver juntos, los acuciantes problemas de nuestro tiempo. Nuestra generación ha fallado en el compromiso ético de entregar un mundo mejor al que recibimos. Comprometá­monos, por lo menos, a entregar un mundo aún habitable, e inclusivo.

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