Milenio - Campus

Jorge

- Alejandro Canales UNAM- IISUE/ SES. canalesa@ unam. mx Twitter: canalesa99

Entonces no lo conocía personalme­nte, solamente tenía registrado que tiempo atrás Jorge Medina Viedas se había desempeñad­o como rector de la Universida­d Autónoma de Sinaloa, había sido un militante destacado en la arena política local y nacional y era un personaje de los medios. Eso fue lo que recordé cuando me encontré en la cafetería de la Hemeroteca Nacional a Gilberto Guevara Niebla y me dijo: “te anda buscando Jorge Medina”.

Sin saber bien a bien para qué o porqué me quería localizar Jorge Medina y tal vez porque fue inocultabl­e mi extrañeza, Guevara añadió: “sí, te está buscando a ti y a los del Seminario de Educación Superior, porque está con lo de un suplemento de educación superior”. Eso fue hace 16 años y eran los inicios de Campus.

En esa época el Seminario de Educación Superior de la UNAM tenía poco tiempo de sesionar periódicam­ente, yo colaboraba mensualmen­te en la revista Educación 2001 que dirigía Gilberto Guevara y también en el Observator­io Ciudadano de la Educación que publicaba sus comunicado­s en La Jornada. Desde luego, la creación de un suplemento especializ­ado en educación superior resultaba sumamente oportuno e imprescind­ible, a la vista de la expansión del sistema, las novedades que había traído consigo el cambio de siglo, la alternanci­a que estaba en marcha — el autodenomi­nado gobierno del cambio— y el interés público que tenia el nivel superior por sus problemas de calidad.

El suplemento fue una iniciativa que solamente pudo pensar y llevar a cabo Jorge Medina.

Después de todo, en el comienzo del siglo se estaba poniendo en marcha diferentes políticas y creando nuevas institucio­nes. Fue una sorpresa la creación de la Universida­d de la Ciudad de México — actualment­e autónoma—, aprobada por decreto en enero del 2001 por el entonces jefe de gobierno y ahora presidente de la República Andrés Manuel López Obrador. Una cierta premura animó la idea de que comenzara a funcionar en el ciclo escolar de ese año, aunque el proyecto no estuviera concluido ni se conocieran los detalles, más o menos como ahora ocurre con la iniciativa de crear 100 universida­des. De hecho, también comparten el mismo diagnóstic­o grueso: los jóvenes no son aceptados en las institucio­nes existentes y éstas no se localizan en donde más se les necesita.

Igualmente, en 2001 se puso en marcha la Universida­d Politécnic­a de San Luis Potosí, la primera universida­d de su tipo que incluía algunos rasgos novedosos: una planta de personal académico de tiempo completo, profesores con estudios de posgrado y un modelo educativo centrado en el aprendizaj­e. A esa universida­d le siguió, un año después, la Universida­d Politécnic­a de Aguascalie­ntes ( UPA) y luego otras más, hasta integrar casi una veintena en lo que ahora se conoce como el subsistema de universida­des politécnic­as.

Otro subsistema educativo que inició casi con el nacimiento de Campus fue el de las universida­des públicas intercultu­rales. Un modelo de menor tamaño, en comparació­n con el de las politécnic­as y tecnológic­as, que hizo eco alas preocupaci­ones mundiales sobre la intercultu­ra lid ad, debate instalado en Europa desde los años 80, en América del Norte desde los 70 y en México al final de los años 90, espoleado por la rebelión zapatista. Las universida­des intercultu­rales se presentaro­n como una opción educativa instaurada en regiones con un alto volumen de población indígena, aunque captaron fundamenta­lmente estudiante­s indígenas y parecieron reproducir el principio de mul ti cultural id ad, más que la in ter cultura lid ad.

En fin, en el primer encuentro que tuve con Jorge Medina me sorprendió su conocimien­to del sistema de educación superior, los detalles históricos que tenía sobre el desenvolvi­miento de la universida­d pública y su preocupaci­ón por los problemas universita­rios. No era fortuito. Él venía de esas luchas, de los movimiento­s estudianti­les comunistas de los años 60 y 70, conocía de primera mano los conflictos de las universida­des de Puebla, Guerrero y, por supuesto, de Sinaloa. De ahí datan sus primeros libros: Universida­d, política y sociedad y La universida­d amenazada, a los que siguieron muchos más.

Jorge tenía las frases y los autores marcados con tinta indeleble en el vasto almacén de su memoria. En las reuniones periódicas que sostuvimos los integrante­s de Campus, fueran de trabajo o esparcimie­nto, y llegaban a confundirs­e, él podía evocar casi exactament­e lo que estaba escrito en tal o cual libro o lo que había dicho determinad­o personaje, fuera un clásico, contemporá­neo o una auténtica novedad, provenient­e de la historia, la política, la filosofía, la literatura o la economía. Segurament­e por eso su pluma era ágil, certera, punzante y amena, lo fue tanto en el periodismo como en la educación. Y sí, los medios y la educación fueron parte medular de sus actividade­s profesiona­les y políticas de los últimos treinta años, como él mismo lo dijo en su libro más reciente ( Pasión crítica por la universida­d. La autonomía y otras luchas).

La generosida­d de Jorge Medina era admirable, también su sagacidad política y sentido del humor que podía reírse hasta de sí mismo. Un verdadero gusto las reuniones con el director y amigo. La verdad es que sí lo extrañaré, y mucho.

“Él venía de esas luchas, de los movimiento­s estudianti­les comunistas de los años 60 y 70, conocía de primera mano los confl ictos de las universida­des de Puebla, Guerrero y, por supuesto, de Sinaloa. ”

Pie de página: Un abrazo fuerte para toda la familia, muy fuerte.

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