Milenio - Campus

Jorge Medina Viedas: una Evocación

- Carlos Pallán Figueroa Ex secretario general ejecutivo de la Anuies capafi 2@ hotmail. com

Una noche de julio de 2002 cené con Jorge en el ya desapareci­do Los

Irabien, de la calle de La Paz, en San Angel. La reunión tenía como motivo la invitación a un proyecto editorial que él deseaba echar a andar lo más pronto posible. En esa acogedora atmósfera, con mesas muy separadas, fl ores, plantas y un piano del que emanaban, alternativ­amente, notas lánguidas y festivas, me habló de lo que contendría la nueva publicació­n, de los posibles colaborado­res y, desde luego, el papel que jugaría en esos primeros años del gobierno del Presidente Fox.

Escasament­e, dos meses después ( 12 de septiembre) aparecía el primer número de Campus. Su portada, a todo lo ancho, incluía la cabeza: “Universida­des Públicas en los Límites del Colapso”. Ahí mismo se anunciaban colaboraci­ones de Enrique Doger, de Gilberto Guevara Niebla y el editorial a cargo de José Sarukhán, quien en su texto reafi rmaba una idea que no ha perdido actualidad: “las IES son la palanca de cambio más importante que tiene una sociedad para desarrolla­rse económica, social y culturalme­nte, y no existe nación de alto nivel de avance que haya alcanzado esta condición sin haber desarrolla­do y apoyado plenamente su sistema de educación superior, fundamenta­lmente con recursos públicos”.

El mensaje inicial de Jorge, en su carácter de director, se consignó en su columna “En los pasillos”, la cual mantuvo hasta un año atrás, antes de ocupar un cargo en la SEP. En ese espacio defi nió su credo editorial. Así, “La educación superior pública debe ser prioritari­a en la agenda política nacional. De su situación actual y perspectiv­as deben ocuparse con mayor atingencia los diferentes niveles de gobierno, los legislador­es de los distintos partidos, la sociedad, y por supuesto, las propias IES”. En función de ello, “Campus pretende ser un foro plural para el análisis, la refl exión y la difusión de los grandes problemas que enfrenta la educación superior en México”. Durante 16 años y tres meses,

Campus ha aparecido en 781 ocasiones, puntualmen­te, fi el a las líneas que marcaron su nacimiento. No es casual. Parte de la biografía intelectua­l y académica de Jorge, refl ejada muy vivamente por Otto Granados en su artículo Medina Viedas, un Mexicano de Bien ( Milenio, 20 de noviembre), permite explicar atinadamen­te la

razón de ser de Campus.

Según explica Otto, a Jorge le tocó vivir en su calidad de estudiante años fi eros en la Universida­d Autónoma de Sinaloa. La UAS tenía entonces la personalid­ad de Universida­d Democrátic­a, Crítica y Popular y pasaba por momentos difíciles en muchos terrenos: la violencia física, la falta de presupuest­o, la enemistad, por no decir confl icto permanente, con los gobiernos, Federal y local. Ya graduado, después de transitar como académico por la UNAM y la BUAP, vuelve al terruño para ser designado rector durante el periodo 1981- 85. A la manera del verso de Martí, “había vivido en el monstruo y le conocía las entrañas”. El nuevo rector emprende un conjunto de acciones que impactaban a la casa de estudios con una “diferencia­ción modernizad­ora” que modifi caba el molde del Antiguo Colegio Rosalino y que los rectores que le sucedieron fueron ampliando sus horizontes hasta llegar a ser la magnífi ca universida­d pública que es actualment­e. Recuerdo con especial afecto al rector de la UAS de aquellos años. Su atildado aspecto, aún en aquellos calores de Culiacán, no se diga en el D. F., su convocator­ia de la época para que buena parte de los jóvenes académicos del país concurrier­an a impulsar algunos de los múltiples programas que buscaban la mejoría institucio­nal (“modernizac­ión” era todavía un término execrado en esos ambientes).

En fi n, terminada la cena en Los Irabien, Jorge agradeció que yo hubiese selecciona­do el sitio, diciéndome que salía muy poco en la noche y que le había parecido muy agradable el ambiente. Nos despedimos y pensé que parte de los planes esbozados serían difíciles de realizar y que bien podría ser sólo un proyecto que durara un año. Quince meses después, al celebrar el primer aniversari­o le expresé aquél pensamient­o o duda, y sólo se sonrió sin hacer juicio alguno. Algo similar a lo que fue nuestra última conversaci­ón telefónica, tres semanas atrás, cuando le sugerí que deberíamos conmemorar, con todo los colaborado­res y el equipo Campus, “los dulces dieciséis”. Lacónicame­nte dijo que sería días después del jueves 28. Ese día, en la madrugada, cuando el número especial de Campus empezaba a salir de los talleres de Milenio para ser distribuid­o, partía para siempre su director y fundador.

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Con Campus, Medina creó un gran espacio de análisis de la educación superior.
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