ETERNO AGRADECIMIENTO
Puedo escribir muchas líneas en torno a lo que significó en mi vida profesional y personal. Mucho de lo que soy ahora como periodista, reportero y padre de familia, se lo debo a esas innumerables charlas por la tarde y noche que sostuve con Jorge Medina Viedas, quien hace unos días falleció, y de cuya sorpresa aún no me recupero.
Pienso a veces que va a marcarme para pedir algún ajuste en los textos, o para consultarme en torno a alguno de sus tantos proyectos. Pienso de nuevo en tantas experiencias compartidas durante casi 15 años, en todas y cada una de esas imágenes que van a quedar para siempre. Ocurre así cuando se va alguien entrañable, alguien que siempre tuvo palabras de aliento, de ánimo en momentos difíciles; palabras para los amigos, los compañeros de viaje y de ruta, para los que siempre se cruzaron en su camino y para quienes se acercaron a él.
Recuerdo cuando lo conocí. Fue por aquellos años de la transición política de 2000, cuando Vicente Fox asumió la Presidencia de la República, cuando un suplemento dedicado a la educación surgía en las páginas de
Milenio Diario. En aquellos tiempos acudí por parte de Re
forma a la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior ( ANUIES) para entrevistar al entonces Secretario General Ejecutivo de la misma, Rafael López Castañares. Minutos antes, se me consultó si no había inconveniente en que la charla se hiciera también con Jorge Medina Viedas, director de ese suplemento, quien también tenía algunas interrogantes que resolver. Accedí sin pensarlo. Y ahí en una de los salones de juntas de esas oficinas ubicadas en Tenayuca, lo vi por vez primera.
Mientras esperábamos a que llegara el entrevistado, el Doctor Medina Viedas, como todo mundo le llamaba, más por cariño que por deferencia académica, dio muestras de ser un hombre apasionado de la literatura y las letras. Creo que esa era una de sus formas de explicar el mundo. Nos contó entonces anécdotas vividas al lado de Juan de la Cabada, de Carlos Monsiváis, de Sergio Pitol y tantos autores que compartieron con él muchos tra-
yectos en el mundo editorial. Ya durante la entrevista, siempre se mostró respetuoso y atento a los cuestionamientos. Poco más de una hora después me despedí de él. En ese momento nunca pensé que tiempo después me reuniría con él para iniciar el camino en Campus.
Desde entonces, comenzamos este trayecto que también hace unos días cumplió 16 años. Coincidencia o no, se fue justo cuando la edición especial salió a la luz. Siempre atento, quisquilloso en los detalles, hasta dar el último toque. Así era él cada semana todos los martes cuando el suplemento vivía sus horas de cierre. Cómo olvidar aquella ocasión en la que, por un error en el sistema de impresión del periódico, pasamos toda la madrugada en las instalaciones de Milenio
Diario. Serían acaso las cinco o seis de la mañana cuando nos retiramos. Y esos tiempos “muertos” se convertían en una oportunidad para hablar de libros, de música, de política, de ciencia, de medios de comunicación y redes sociales.
Yo en lo personal prefería las charlas sobre el acontecer político. Porque tenía un tino y una facilidad para analizar lo que ocurría en el país que desmenuzaba todo de una forma tan sencilla. Sus opiniones estaban alejadas de los lugares comunes de la mayoría de los articulistas de aquel entonces. Eso las hacía mucho más valiosas. Escuchar de primera mano voces que desentrañaban las coyunturas políticas y a los personajes que eran protagonistas de todos esos acontecimientos. Por eso lo alentaba siempre a hablar de esos temas. No tenía desperdicio pasar el tiempo escuchándolo.
Con él compartí tres campañas presidenciales que para él siempre fueron oportunidades periodísticas de indagar y descubrir en cada sexenio las políticas educativas en turno. Primero fue el triunfo de Felipe Calderón y la crisis creada por el candidato derrotado. Fue siempre una voz fresca y coherente con sus convicciones durante todos esos meses postelectorales. Seis años después fue el triunfo avasallador de Enrique Peña Nieto en las urnas. Marcó distancia siempre y nunca dejó la crítica cuando ameritaba cuestionar los pasos del gobierno que acabó hace unos días. Apenas este año, ya con problemas serios de salud, comenté en muchas ocasiones con él los resultados electorales que colocaron a Andrés Manuel López Obrador como presidente. Vino entonces la mesura, el análisis meticuloso y la pertinencia de sus comentarios. En todos los casos encontraba el tono y el momento para decir
Creo que una forma de seguir en ese camino y recordarlo siempre, como a él le gustaría, es mantener la ruta hacia adelante”
lo que pensaba sobre lo que al país se le venía políticamente.
Con el Doctor recorrí muchas instituciones de educación superior durante todos estos años. Cubrimos informes de actividades de los rectores, asambleas generales de la Anuies, pasarelas de candidatos presidenciales, entrevistas, foros educativos y muchos eventos que publicamos en el suplemento. En todos y cada uno de los viajes quedaron anécdotas y experiencias que siempre enriqueció con sus añoranzas y sus años vividos en la academia, en la política y en el ámbito universitario. Era como estar en una máquina del tiempo y recordar con él sus años dentro del movimiento estudiantil de 1968, su viaje a España para estudiar, su ingreso al servicio público, sus años en la rectoría de la Universidad Autónoma de Sinaloa ( UAS), e incluso detalles familiares que hoy también le agradezco haya compartido conmigo. De hecho a su esposa, hijos y nietos, los conocí primero por todas esas referencias que hizo el Doctor durante este tiempo.
Todavía hace poco más de un mes de su partida, tuve la fortuna y la dicha de verlo y platicar una vez más con él. Lo animé en muchas ocasiones a escribir ese libro biográfico donde plasmara todas esas vivencias y recuerdos. Creo que la idea no le era del todo indiferente y hasta cierto punto lo consideró como una posibilidad. Lamentablemente el tiempo nos ganó en ese proyecto.
Viví también, desde la memoria de Jorge Medina Viedas, muchos pasajes en los que conoció a personajes de la política, de la literatura, de las artes, de la academia, de la cultura, de la ciencia. A algunos de ellos los conocí al acompañarlo en algunos encargos periodísticos. Con algunos tuvimos roces, diferencias, pero siempre privilegió el diálogo y trató siempre en todo momento de compartir las coincidencias. Incluso, cuando algunos de ellos no le dieron el trato justo, humano y atento que él siempre tuvo con todos. No era hombre de enconos. Sí lo fue de lealtades. Porque ese era uno de los valores que inculcaba siempre desde el terreno personal y profesional.
En alguna ocasión, durante un viaje a Chiapas para seguir a los rectores, me tocó a mí cubrir el evento en solitario. Un compromiso le impidió aquella ocasión estar ahí para hacer el trabajo al alimón. Fue una responsabilidad enorme. Otro amigo, José Galán, reportero de La Jornada, quien también ya falleció, notó mi nerviosismo minutos antes de redactar el reporte de aquella reunión. Se acercó a mí y me dijo, con la certeza que le dan los años:” no te apures, tú redacta tu trabajo con toda tranquilidad, si Medina Viedas te manda a estas cosas solo, es porque te tiene la confianza y sabe que lo vas a hacer bien. Cuando él confía en ti, estás del otro lado. Corresponde siempre esa confianza”.
Creo que eso fue lo que intenté siempre de lograr. Responder a ese respaldo que me dio en todo momento en estos casi 15 años. De hecho, esta columna surgió como una idea suya y a él le debo el nombre de la misma. Desde entonces me permitió expresar aquí opiniones a detalle de todo lo que ocurre en las universidades del país y en la educación superior. Nunca me censuró ni cuestionó mis puntos de vista. Siempre estuvo atento para leer, comentar e intercambiar ideas. Por eso le agradezco estos años y esta confianza. Quienes somos parte de este suplemento sabemos que él dejó su vida y su pasión por las páginas de este suplemento. Lo quiso ver crecer en todo momento, por encima de las limitaciones y los tiempos. Creo que una forma de seguir en ese camino y recordarlo siempre, como a él le gustaría, es mantener la ruta hacia adelante. Que sean su recuerdo, sus consejos y sus enseñanzas un estandarte y una guía para Campus.