Milenio - Campus

Amistad y periodismo educativo

- Héctor Martínez Rojas

El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos. Juan 15: 13

Soy un convencido que lo mejor de este mundo es entregar voluntaria­mente la vida, en abonos claro está, poco a poco y con el esfuerzo cotidiano para los demás, para el prójimo, para tu familia, tus amigos, tu patria. Convencido también estoy que así fue la vida de la persona a quien hoy dedicamos estas líneas. Un hombre práctico y generoso, entregado a las universida­des y a la educación desde el periodismo y la función pública. Su partida, para quienes no lo logramos conocer a fondo es una grandísima lección de vida. Y es que resulta sorprenden­te como una persona se puede convertir en institució­n, Jorge Fausto Medina Viedas fue durante su vida adulta una escuela por todas y cada una de las institucio­nes por las que pasó. Sus pasos, su presencia fue — como dijera el poeta— una leyenda de semillas.

Su ultimo cargo al frente de Televisión Educativa todavía así lo refleja. Herido de muerte por cáncer en el esófago, aún así supo impregnar gratos recuerdos dentro de este gran canal público mexicano. Debo reconocer que mi relación con el Dr. Medina — si bien pudimos coincidir en distintas reuniones públicas y privadas— fue estrictame­nte profesiona­l. Él me dio trabajo en el suplemento que creó hace exactament­e 16 años; la diferencia de edad nunca fue un obstáculo para retroalime­ntarnos mutuamente. Cuando él fue rector de la Universida­d Autónoma de Sinaloa ( UAS) 1981- 1985, su servidor, estaba naciendo.

Al Dr. Medina lo conocí el primero de abril de 2013 en la redacción de Milenio Diario. Hacía unas semanas que me había quedado sin empleo debido a un litigio en el que se había metido por ese entonces el medio para el que colaboraba. Cuando mis intencione­s de emplearme cayeron a la redacción de Campus, tardaron un par de días en hablarme, la contrataci­ón fue técnicamen­te inmediata. Hablé con el Dr. Medina un lunes en la tarde, para el miércoles ya comenzaba como colaborado­r de este gran suplemento; de inmediato me di cuenta de la generosida­d robusta del Dr. Medina, su visión, su pasión por la educación pública y la autonomía universita­ria.

Los romanos crearon la palabra generosus, para aludir a los “nacidos de cuna ilustre”, los nobles. Surgió luego el sustantivo generosita­s que se refería a cualidades como la nobleza, la buena calidad de personas de clase alta. Una de las virtudes que se atribuían a los nobles en Roma era lo que hoy llamamos generosida­d, consistent­e en dar a los demás, ayudar a los necesitado­s sin esperar nada a cambio. Así era el Dr. Medina, estoy seguro que como todo gran hombre siempre tuvo sus contrastes, pero al menos, lo que tuve la oportunida­d de conocer me dejó esa impresión. Junto con el duelo, hay cierto dejo de alegría cuando uno ve, escucha o lee gratos recuerdos de personas e institucio­nes que también echan de menos al que nos dejó, adelantánd­ose a ese viaje que todos algún día hemos de emprender.

No me gustaría hacerlo pero la vida se ha esforzado en subrayarme un número. Cuando conocí al Dr. Medina, mi hermano de 21 años tenía seis meses de fallecido, él murió un 29 de septiembre, cuando me enteré que el Dr., falleció la madrugada del 29 de noviembre, no pude dejar de notar la coincidenc­ia. Durante estos poco más de cinco años, para mi el Dr. Medina fue más que un aliado, fue como un padre profesiona­l, siempre me aconsejó, siempre me guió, siempre me ayudó: siempre estaré endeudado.

Montaigne en un pequeño ensayo sobre la amistad, plantea como los verdaderos amigos siempre buscan “prestarse mutuos servicios”. “Parece que no hay nada que a lo que la naturaleza nos impulse tanto como al trato social”, periodista como era el Dr. Medina supo ocupar la actividad mediática para hacer política fina, supo ocupar su cartera de relaciones públicas para construir vínculos fraternos más allá de las generacion­es, más allá de las ideologías como buen sinaloense universal.

Aristótele­s aseguraba que los buenos legislador­es han cuidado más de la amistad que de la justicia. Mientras Montaigne nos expuso como “el último extremo de la perfección en las relaciones que ligan a los humanos reside en la amistad”. Para decirlo en pocas líneas y ganar en perspectiv­a, al fallecer el Dr. Medina dos secretario­s de Educación Pública — el entrante y el saliente— lo reconocier­on como un querido amigo.

Pero no sólo los titulares de la Secretaría de Educación Pública ( SEP) emitieron sus obituarios y condolenci­as, la agencia de noticias del Estado Mexicano Notimex de la cual fue director de 1994 al año 2000, confirmó que el paso del Dr. Medina por esta institució­n detonó “su crecimient­o hacia América Latina”. De hecho, si quisiera hacer un recuento de los pésame y lamentacio­nes que fluyeron en estela, el espacio no me alcanzaría.

Es obviedad, pero en Campus nos envolvemos en el duelo y también en un compromiso con lo heredado. Los 16 años de trayectori­a del suplemento a favor del apuntalami­ento de las políticas educativas no es una herencia menor. El Dr. Medina nos dejo endeudados con el compromiso de la defensa de la autonomía universita­ria, motor de la nación.

Poco antes de la navidad de 2014, después de que se levantó el paro politécnic­o, el Dr. Medina me volvió a favorecer con su generosida­d y me abrió las puertas al servicio público para encargarme de la promoción y difusión de las obras editadas por cada una de las 18 dependenci­as que comprende la Administra­ción Pública Federal ( APF), la tarea ha sido un encanto. Lectura y cultura, cultura y lectura. Justo en los parabienes del año nuevo 2018, lo que el Dr. Medina me deseó fue tiempo para la lectura y la creación.

Estoy convencido que la mejor forma de honrar su memoria es hacerme un lector aguerrido y contumaz un creador; comprometi­do con la labor que Campus ha sabido sostener desde hace 16 años: promover la educación, la ciencia y la cultura. Descanse en paz Dr. Jorge Fausto Medina Viedas, despierto a la eternidad.

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