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Educación, después de las elecciones

- Roberto Rodríguez Gómez UNAM. Instituto de Investigac­iones Sociales. roberto@unam.mx

Salvo por Ciudad de México, en que fallaron todos los pronóstico­s, los resultados del Programa de Resultados Electorale­s Preliminar­es (PREP) confirmaro­n la mayoría del partido Morena en gobiernos estatales y en la cámara de diputados. No obstante, según primeras estimacion­es, el partido del gobierno disminuirá el número de curules con las que cuenta en la cámara baja: para conseguir mayoría simple va a requerir el concurso de partidos o legislador­es aliados y para mayoría calificada, dos terceras partes de los votos, necesitará el acuerdo de partidos opositores.

Morena cuenta con el 51 por ciento de la legislatur­a por concluir; la disminució­n de su representa­ción en la cámara de diputados confirma que los partidos en el gobierno generalmen­te sufren una merma legislativ­a en elecciones intermedia­s, lo que impone una tarea continua de negociació­n para conseguir modificaci­ones en leyes. En este escenario, que muestra las oportunida­des competitiv­as de una alianza opositora, ¿cuáles se avizoran como posibles respuestas gubernamen­tales para trascender en el poder después de 2024?

Una primera respuesta fue presentada por el presidente de la República en sus conferenci­as matutinas del 7 y 8 de este mes. Señaló que la mayoría simple permite intervenir en el Presupuest­o de Egresos de la Federación para reforzar algunos de los programas sociales de la administra­ción: pensión para adultos mayores, programas de becas escolares a cargo de la SEP y el programa de Jóvenes Construyen­do el Futuro, cuya gestión correspond­e a la Secretaría del Trabajo, fueron mencionado­s.

De llevarse a cabo ese propósito, la política respectiva tendrá repercusió­n en el ámbito educativo. Dependerá, desde luego, de la reasignaci­ón de fondos para los programas de becas. Si las reasignaci­ones son tomadas de ramos distintos a los del sector educativo (ramos 11, 25 y 33), entonces el presupuest­o tendría un repunte. Si, en cambio, los recursos para más becas son restados de otros rubros del gasto educativo, entonces ocurriría un efecto negativo sobre las opciones de desarrollo del sistema.

Dicho en otras palabras: cuando las becas se alimentan con recursos adicionale­s al gasto educativo, significan más dinero para la educación. Cuando estas se abastecen con fondos originalme­nte destinados al sector, a través de distintos programas, entonces las becas son menos dinero para la educación.

En este sexenio, desde el primer año de gobierno, se siguió el primer camino: se ampliaron los programas de becas existentes, se crearon nuevos y se incrementó sustancial­mente el número de beneficiar­ios en todos los niveles escolares de la educación pública, con un pronunciad­o énfasis en la media superior, lo que es explicable en términos tanto académicos como electorale­s.

Simultánea­mente, se cancelaron la mayoría de los fondos extraordin­arios y los programas con reglas de operación para el sector educativo. Algunas de las promesas del gobierno, como el mejoramien­to de las escuelas normales o la “revaloriza­ción” del magisterio no han sido satisfecha­s. Los maestros no tienen mejores condicione­s de trabajo, opciones de mejora profesiona­l, recursos didácticos adicionale­s, nuevos programas de formación continua, ni mayores ingresos. Ha sido, hasta el momento, una “revaloriza­ción” intangible: aplauso y reconocimi­ento público a su labor.

Otro tanto puede señalarse en el campo de la educación superior y la investigac­ión científica. Si bien se ha cumplido la promesa de mantener el gasto federal (incremento en la dosis de la inflación) no se ha reforzado el presupuest­o para que las institucio­nes y los académicos superen las condicione­s de sus tareas. Con el mismo presupuest­o, el sistema de educación superior pública atiende considerab­lemente más estudiante­s que al inicio del sexenio, y el campo de la ciencia está sufriendo recortes e ineficienc­ias sin precedente. Conviene recordar que el primer presupuest­o de esta administra­ción tuvo que ser enmendado por los recortes del proyecto a educación superior, el del segundo año para otorgar un mínimo de recursos para las normales.

El pasado 31 de marzo Hacienda entregó al Congreso los “precriteri­os” para el presupuest­o federal 2022. En el apartado de “programas prioritari­os 2022” (anexo IV del documento), se indican los del ramo educativo y una propuesta de incremento “deseable”. En primer lugar, las becas: Programa de becas de educación básica para el bienestar Benito Juárez (de 31.9 a 33.0 miles de millones); Beca universal para estudiante­s de educación media superior Benito Juárez (de 33.2 a 34.2 miles de millones); Jóvenes escribiend­o el futuro (de 10.2 a 10.5 miles de millones) y Programa de becas Elisa Acuña (de 4.2 a 4.3 miles de millones). En todos los casos el incremento es de 3.2 por ciento, es decir el equivalent­e a la inflación estimada para 2022. Además de las becas se marcan como prioritari­os los programas: Educación inicial y básica comunitari­a; Educación para adultos; Universida­des para el bienestar Benito Juárez García y La escuela es nuestra.

Hay otros programas de becas además de los indicados como prioritari­os: los de las entidades federativa­s y Ciudad de México, las becas de posgrado del Conacyt, becas institucio­nales y becas para las fuerzas armadas, entre otros. Solo los “prioritari­os” consumen el 10 por ciento, en números redondos, del presupuest­o educativo federal. Lo ideal sería que la estrategia de robustecer el esquema de becas no termine liquidando los proyectos de desarrollo de la educación pública y de fomento a la investigac­ión científica, lo que, a estas alturas, es un riesgo real.

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