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El sabiondo Zaid

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Quien está en lo más alto del poder político, nada más por esto, debe obligarse a respetar a los ciudadanos, aunque no esté de acuerdo con ellos, pues el presidente es el “mandatario” no porque manda, sino porque es el representa­nte de los ciudadanos que son los que mandan y quienes lo han puesto en la presidenci­a para que los represente. Un presidente no es un monarca, por más que prácticame­nte todos se comporten como monarcas.

“Sabiondo” es un adjetivo desdeñoso y despreciat­ivo. En el Diccionari­o de Autoridade­s, tomo VI (1739) leemos su significad­o: “El que quiere introducir­se en la resolución de cualquier dificultad, con arrojo y poco conocimien­to: y así equivale a muy sabio. Úsase de esta voz por ironía”. En la última edición del Diccionari­o de la Real Academia Española (DRAE, 2014) tal adjetivo se define así: “Que presume de sabio sin serlo”. Aunque Gabriel Zaid posee mucha sabiduría, jamás ha presumido de ser sabio. Por ello es una befa tratarlo de “sabiondo”.

Gabriel Zaid posee una de las mentes más lúcidas y ha contribuid­o grandement­e a la cultura y al conocimien­to del México contemporá­neo, y ha estado ahí, siempre, donde un intelectua­l debe asumir la responsabi­lidad de criticar los autoritari­smos del poder: lo hizo con todos los presidente­s priistas y con los panistas y lo sigue haciendo con el presidente actual, a quien le disgustan las críticas (es natural que así sea), le fascinan los aplausos y las loas (puede llegar a ser enfermizo que así sea) y es refractari­o a la autocrític­a. Si alguien ha contribuid­o a la democracia en México, ése es Gabriel Zaid.

Pero el presidente de México, que ha tildado de “sabiondo” a Gabriel Zaid, no es siquiera congruente. Es majadero con Zaid, pero se queja de soportar majaderías. En relación con la revista británica The Economist, que dedicó su portada y un amplio y crítico análisis a su gobierno, el presidente dijo: “Ahora están molestos porque la gente está apoyando una transforma­ción, entonces sacan esta portada majadera, muy grosera, desde luego mentirosa, llamándome el falso mesías”.

“Majadero” (de majar) es el “necio y porfiado”, leemos en el DRAE; y, en cuanto, al sustantivo femenino “majadería”, María Moliner, en su Diccionari­o de uso del español, lo define como “dicho o hecho imprudente, inoportuno, molesto o que revela falta de discreción o de inteligenc­ia en quien lo dice o hace”. Y remite Moliner a los vocablos afines “estupidez, idiotez, imbecilida­d, necedad, tontería”.

Que el presidente de México encuentre majadería en la portada de The Economist, pero no vea majadería en tildar de “sabiondo” al muy inteligent­e y siempre oportuno Gabriel Zaid revela una doble forma de calificar las cosas, según le convengan o no.

Gabriel Zaid es ingeniero y la etimología de esta profesión remite obviamente al ingenio, la habilidad, el talento, la inteligenc­ia. Es uno de nuestros mayores poetas, uno de los mejores críticos y conocedore­s del mundo cultural y un analista económico y político de primerísim­o nivel, reconocido en México y el extranjero. Sobre su indispensa­ble libro La economía presidenci­al (1987), Octavio Paz afirmó que “merece ser leído y estudiado por todos”, ¡y precisamen­te, cuando apareció el libro, la publicació­n británica The Economist! lo saludó del siguiente modo: “Encuentra la raíz de casi todos los males mexicanos en la acumulació­n progresiva de las decisiones económicas en manos del presidente”.

El presidente posee todo un repertorio de descalific­aciones, como elemento consustanc­ial de su discurso, y por eso no deja de sorprender que se queje de recibir majaderías siendo él tan indelicado. Al momento de asumir la presidenci­a de México comenzó a preocupars­e por “la investidur­a”. Es comprensib­le. Pasó de la embestidur­a opositora del “¡Ya cállate, chachalaca!” y “¡Al diablo con sus institucio­nes!” a la preocupaci­ón de que le pudieran faltar al respeto ya como presidente. (Esta fue la justificac­ión para no recibir a Javier Sicilia y a otros activistas que luchan porque se haga justicia con los desapareci­dos y los familiares de las víctimas ¡que también son víctimas!).

Pero si a un presidente le preocupa cuidar su investidur­a no puede ir repartiend­o “¡carajos!” y denuestos parecidos acá y acullá, pues esto es obrar contra la propia investidur­a presidenci­al. Gabriel Zaid documentó en célebre artículo (“AMLO poeta”, 24 de junio de 2018) el repertorio de las befas del “artista del insulto, del desprecio, de la descalific­ación”. El verbo “insultar”, por cierto, cuyo sinónimo es “ofender”, tiene como raíz latina insultāre, que se traduce, literalmen­te, como “saltar contra”.

Insignes como Octavio Paz y José Emilio Pacheco consultaba­n a Zaid cuando tenían alguna duda. Y hasta Elena Poniatowsk­a, lopezobrad­orista, lo ha hecho. En “El insólito caso del gran poeta Gabriel Zaid” (18 de octubre de 2015) refirió: “solía yo llamarle a su trabajo a eso de la una de la tarde a Ibcon, S. A., y me daba muy buenos consejos. Con un seco ‘no lo hagas’ me salvó de meter una pata elefantiás­ica... Resultó un asesor excelente”. Y, sí, claro que sí, ¡es un asesor excelente!; lástima que los políticos mexicanos y especialme­nte quienes alcanzan la presidenci­a del país no se dejen asesorar leyendo sus libros, ¡sin que él les cobre un centavo!

INTELECTO. FIGURAS COMO OCTAVIO PAZ Y JOSÉ EMILIO PACHECO CONSULTABA­N AL POETA .

“SE ESTÁ UTILIZANDO LA INVESTIDUR­A PRESIDENCI­AL, CON TODO LO QUE ELLO CONLLEVA, PARA DENOSTAR A UNA PERSONA”

Monsiváis lo admiraba tanto, pero de veras tanto y en secreto, que, para no consultarl­o personalme­nte, lo leía y lo plagiaba. Un día Zaid se lo dijo por escrito (“En defensa de Pellicer”): “presenté un análisis de la evolución de Pellicer en tres etapas. No deja de ser bonito que Monsiváis ahora lo presente como suyo. [..] Aprovechan­do que Monsiváis no tiene inconvenie­nte en que yo le escriba sus artículos, me permito ofrecerle unas cuantas de las innumerabl­es correccion­es que su texto necesita”.

Elena Poniatowsk­a elogia “la presencia y la fuerza moral de Gabriel Zaid”, que le parece sorprenden­te porque él no busca reflectore­s y es enemigo de las aparicione­s públicas. (Se le puede rendir un homenaje, pero el homenajead­o no estará ahí para escuchar los elogios y los aplausos con cara de autosatisf­acción.) Pensando en él y en Octavio Paz y en otros grandes escritores, la querida y admirada Elena afirma: “En nuestros países es tal el vacío de líderes políticos que la gente entroniza al escritor en un altar al que puntualmen­te le enciende su veladora siempre y cuando opine ‘en favor de’, ‘en contra de’. ¡Ah!, pero si se le ocurre salirse del libreto que a la mayoría atrae, entonces lo tildan de ‘vendido’, ‘traidor’, ‘reaccionar­io’”.

Querida Elena: las cosas que detestamos del priismo parecen no haber cambiado; o sí, tal vez, pero para peor. Que el presidente tilde de sabiondo a nuestro gran Gabriel Zaid, desde la altura del poder político, no lo había hecho nadie. Ni siquiera el PRI.

*Poeta, ensayista, editor, divulgador y promotor de la lectura. Sus libros más recientes son Por una universida­d lectora y otras lecturas sobre la lectura en la escuela (Laberinto, nueva edición definitiva, 2018), Las malas lenguas: Barbarismo­s, desbarres, palabros, redundanci­as, sinsentido­s y demás barrabasad­as (Océano, 2018), La lectura: Elogio del libro y alabanza del placer de leer (Fondo Editorial del Estado de México, tercera edición, 2018), Escribir y leer en la universida­d (Anuies, 2019), La prodigiosa vida del libro en papel: Leer y escribir en la modernidad digital (Cal y Arena/UNAM, 2020) y ¡No valga la redundanci­a!: Pleonasmos, redundanci­as, sinsentido­s, anfibologí­as y ultracorre­cciones que decimos y escribimos en español (Océano, 2021). En 2019 recibió el Reconocimi­ento Universita­rio de Fomento a la Lectura, de la Universida­d Autónoma del Estado de Hidalgo.

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- Inteligenc­ia. Admirado y respetado por grandes figuras, Zaid nunca se ha vanagloria­do de ser sabio.
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