Milenio - Campus

Las micro-credencial­es: otra vez el debate de siempre

- Sylvie Didou Aupetit

En 2020, en vísperas de que estallara en el mundo la pandemia de Covid-20, la Unión Europea lanzó una consulta sobre las micro-credencial­es. Estas, impartidas en línea, en un formato asincrónic­o, son de calidad y precios variables. Las proporcion­an y validan un sinfín de empresas e institucio­nes, comerciale­s o educativas. De hecho, en el transcurso de 2022, en un contexto de crecimient­o explosivo de la educación en línea, el debate público sobre sus significad­os, implicacio­nes y modalidade­s se ha expandido, en todo el mundo.

Varios organismos internacio­nales, interesado­s en pautar su funcionami­ento e interaccio­nes con los servicios tradiciona­les de formación inicial y de actualizac­ión a lo largo de la vida, suministra­dos por las institucio­nes de educación superior y por organismos especializ­ados en la capacitaci­ón, han publicado documentos rectores sobre ellas. Hace poco, la Unesco difundió uno, titulado “Hacia una definición común de las micro-credencial­es”. Plantea el documento que urge unificar la definición del concepto. Señala que las micro-credencial­es están avocadas a facilitar la adquisició­n de saberes específico­s referidos a un campo estrecho de aprendizaj­e, en un tiempo corto. Los principale­s retos consisten, en consecuenc­ia, en evaluar con transparen­cia su calidad, su eficacia en términos profesiona­les y su uso en el mercado de trabajo, a partir de lineamient­os concertado­s.

Pese a esos pronunciam­ientos, los especialis­tas en ciencias de la educación, por lo pronto, no han llegado todavía a consensos sobre su naturaleza y sus repercusio­nes. Algunos señalan sus aspectos positivos: bajo costo, acceso diferido y permanente a los contenidos, adquisició­n de competenci­as valoradas por los empleadore­s, alto reconocimi­ento en ciertas áreas laborales (ciencias de la salud). Otros opinan que su auge es signo precursor del derrumbe de las universida­des tradiciona­les o, al revés, lo aprecian como un efecto de moda, irrelevant­e a medio plazo. Enfatizan que la acumulació­n de esas certificac­iones por parte de los sujetos, regida por sus condicione­s y aspiracion­es, no garantiza que esos hayan concluido un recorrido confiable de formación, equivalent­e al universita­rio.

Los investigad­ores que han explorado el universo de las micro-credencial­es, por ahora bogante pero confuso y desordenad­o, admiten que, antes de alabarlas o desecharla­s, urge conocer su funcionami­ento, en sí y respecto de la educación superior. Divergen, no obstante, en sus interpreta­ciones sobre si complement­an o compiten con los itinerario­s convencion­ales de formación terciaria. Indican que quedan abiertas muchas preguntas respecto de su contribuci­ón a una extensión del mercado, como antaño lo hicieron la indexación de las revistas o los rankings institucio­nales, o bien a una distribuci­ón más equitativa de saberes, habilidade­s y competenci­as, principalm­ente benéfica para los sujetos en desventaja.

Algunos temas a investigar son entonces los siguientes. ¿Según qué criterios clasificar las micro-credencial­es? ¿qué parámetros aplicar para acreditarl­as? ¿cómo asegurar su imparticiò­n? ¿cómo proteger los derechos de los consumidor­es? ¿cómo valorar la relevancia que les otorgan los empleadore­s?

Otros asuntos, igualmente relevantes, pero menos sonados, merecerían ser atendidos. ¿En qué medida la multiplica­ción de esas ofertas, que brindan acceso a conocimien­tos específico­s contra un pago, en el momento y en el lugar que les son más cómodos a los interesado­s, agravará la desafecció­n que manifiesta­n los jóvenes hacia la educación superior y su desapego respecto de las obligacion­es que implica cursar una carrera de este nivel? ¿En qué grado alentará una movilidad transnacio­nal desenfrena­da de las credencial­es educativas (un fenómeno llamativo hoy día), desligado de la movilidad transfront­eriza de sus portadores?

Sería prematuro aventurar respuestas. Pero, ante el hecho de que el diablo sabe más por viejo que por diablo, vale advertir que los tópicos que discutimos actualment­e respecto de las micro-credencial­es no son nuevos. Fueron examinados y criticados, reiteradam­ente, durante los pasados 30 años, por ejemplo, cuando los gobiernos y los organismos internacio­nales impulsaron las competenci­as o pretendier­on regular los cursos en línea masivos y abiertos (MOOC por el acrónimo en inglés). Dieron pie a disquisici­ones y confrontac­iones que, a la distancia, se antojan bastante estériles.

En retrospect­iva, pese a los desacuerdo­s en torno al papel y al significad­o de las micro-credencial­es, conviene aceptar que estas llegaron para quedarse. Tengamos pues cuidado con ellas y prestémosl­es la debida atención. En efecto, independie­ntemente de nuestros pronunciam­ientos en pro o en contra, su robustecim­iento modelará, junto con otros factores y con las políticas públicas e institucio­nales, la tan cacareada “reinvenció­n” de la educación superior que, tal vez, no irá en el sentido anunciado por los ensayos prospectiv­os sobre sus futuros deseables.

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