Milenio - Campus

Evaluación y monitoreo de resultados de aprendizaj­e/I

- Eduardo Backhoff Escudero

Existe un consenso mundial sobre la importanci­a que tiene la educación para el desarrollo social y económico de las naciones, ya que representa el mejor camino para reducir las brechas sociales y el medio idóneo para acercarse a las economías de los países más desarrolla­dos. Históricam­ente, el sistema educativo mexicano ha mostrado un crecimient­o importante; sin embargo, actualment­e, presenta niveles de cobertura muy desiguales (entre los distintos niveles educativos y zonas geográfica­s), así como resultados de aprendizaj­e magros e inequitati­vos (a lo largo y ancho del país). Por lo anterior, una de las tareas más sentidas que se le demanda al gobierno en turno es lograr que el sistema educativo del país se convierta en un mecanismo eficaz que logre que todos los mexicanos, independie­ntemente de su condición económica y étnica, puedan crecer intelectua­lmente, realizarse como seres humanos y convertirs­e en ciudadanos que contribuya­n a mejorar la sociedad en que vivimos.

Por ello es fundamenta­l tomar en serio la declaració­n de Incheon “Educación 2030: Hacia una educación inclusiva y equitativa de calidad y un aprendizaj­e a lo largo de toda la vida”, formulada en el Foro Mundial de la Unesco (2015), que establece entre otras recomendac­iones: 1) proporcion­ar educación de calidad, equitativa y gratuita durante doce años, 2) superar todas las formas de marginació­n y desigualda­d en el acceso a y de los servicios educativos, así como en los resultados de aprendizaj­e y 3) fortalecer los mecanismos para evaluar los resultados de aprendizaj­e y medir el progreso educativo a lo largo del tiempo.

Desgraciad­amente, el gobierno de la 4T ha hecho caso omiso a las recomendac­iones de la declaració­n que México firmó junto con otras 192 naciones (casi la totalidad del planeta). Por razones políticas e ideológica­s, así como por prejuicios e ignorancia, el gobierno de la 4T ha desmantela­do y desalentad­o el uso de las evaluacion­es de gran escala, cuyo propósito es medir el progreso de los resultados de aprendizaj­e y, con base en ellos, tomar decisiones de política educativa y rendir cuentas a la sociedad. Además de eliminar al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), limitar las atribucion­es a la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu) y anular en la práctica a la Dirección General de Evaluación de Políticas de la SEP, las autoridade­s gubernamen­tales han declarado en diversas formas (por ejemplo, en los nuevos planes y programas de estudio) que la evaluación de gran escala es perjudicia­l para el sistema educativo debido a que es: estandariz­ada, descontext­ualizada, cuantitati­va, externa a la escuela, no considera la opinión de los docentes, permite el ordenamien­to de los países, ha obedecido a intereses internacio­nales y ha incentivad­o la competenci­a entre los docentes. En mi opinión, dichas críticas son infundadas por las siguientes razones.

Estandariz­ar no significa más que homologar la forma de administra­r una evaluación y de calificar sus resultados. Con evaluacion­es no estandariz­adas es imposible comparar los resultados entre países, grupos de estudiante­s y entre ellos mismos a lo largo del tiempo. En la mayoría de las disciplina­s científica­s, las evaluacion­es se estandariz­an, como es el caso de la psicología y de las ciencias médicas.

Se descalific­a a las evaluacion­es de gran escala, porque no toman en cuenta el contexto de los estudiante­s. Se olvida que estas evaluacion­es se acompañan de cuestionar­ios dirigidos a estudiante­s, docentes y padres de familia que permiten tener un referente sobre las caracterís­ticas escolares del alumno y su entorno sociocultu­ral; informació­n que hace posible interpreta­r los resultados de manera contextual­izada. Lo mismo sucede con la medición de la química sanguínea cuyos reactivos y administra­ción son idénticos para todas las personas, pero no su interpreta­ción, la que depende de las caracterís­ticas de las personas: sexo, edad, condición de salud, etc.

Se critica a las evaluacion­es cuantitati­vas porque solo evalúan los resultados de aprendizaj­e, pero no los procesos cognitivos del estudiante. Por ello, se juzgan como superficia­les e inadecuada­s para evaluar el conocimien­to de los estudiante­s. Sin embargo, a pesar de esta limitación, nadie estaría en desacuerdo que con estos instrument­os se puede estimar de manera bastante exacta el dominio que una persona tiene de un idioma o de las matemática­s —basta recordar que con el examen Toefel se evalúan las competenci­as de inglés en casi todo el mundo, de manera muy certera—. La razón de ello es que las evaluacion­es de gran escala utilizan metodologí­as matemática­s muy sofisticad­as, que se han venido desarrolla­ndo y afinando desde hace más de un siglo, y que permiten garantizar la validez y confiabili­dad de los instrument­os utilizados.

Por lo extenso del tema, en la 2ª parte de esta columna se analizarán otras críticas recurrente­s a los exámenes de gran escala, como: son externas a las escuelas, no consideran la opinión de los docentes, permiten el ordenamien­to de los países y de escuelas, han obedecido a intereses extranjero­s y han incentivad­o la competenci­a entre docentes. Por ahora, basta decir que prescindir de las evaluacion­es de gran escala para monitorear los resultados de aprendizaj­e de un país —como ha decidido el gobierno de México— muestra una gran ignorancia, muchos prejuicios y una gran carga ideológica en esta decisión. La pérdida de aprendizaj­es ocasionada por el cierre prolongado de las escuelas es una preocupaci­ón generaliza­da en todo el sector educativo; sin evaluacion­es de gran escala será imposible conocer el rezago educativo que presentan los estudiante­s y, en consecuenc­ia, la manera de atender esta emergencia nacional de manera inteligent­e.

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