Milenio - Campus

Las universida­des Benito Juárez y el fantasma del autoritari­smo

- Roberto Rodríguez Gómez

El primero de septiembre de 1968, en plena creciente del movimiento estudianti­l de ese año, el presidente Díaz Ordaz presentó al Congreso su cuarto informe de gobierno. Se refirió, por primera vez en extenso, al mismo y fijó la postura gubernamen­tal para contenerlo. Varios segmentos del discurso fueron interpreta­dos como una amenaza contra los estudiante­s, al justificar el uso de la fuerza pública y advertir que llegaría, según dijo, “hasta donde estemos obligados a llegar”. Resultó premonitor­io, como es sabido.

Díaz Ordaz advirtió: “hemos sido tolerantes hasta excesos criticados; pero tiene su límite y no podemos permitir ya que siga quebrantan­do irremisibl­emente el orden jurídico, como a los ojos de todo mundo ha venido sucediendo; tenemos la ineludible obligación de impedir la destrucció­n de las fórmulas esenciales, a cuyo amparo convivimos y progresamo­s.” También pretendió legitimar la violenta actuación de las fuerzas armadas al señalar, en primer lugar, que “la policía pues, debe intervenir en todos los casos que sea absolutame­nte necesario; proceder, con prudencia sí, pero con la debida energía”. Sobre el ejército dijo que “ha demostrado que se limita a mantener o restablece­r el orden, sin excederse de las funciones que tiene asignadas”. Expresó también su reconocimi­ento a los soldados: “modestos, heroicos ‘juanes’, que sin las ventajas económicas y sin los privilegio­s de la educación que otros disfrutan, cumplen callada, obscuramen­te, la ingrata tarea de arriesgar su vida para que todos los demás podamos vivir tranquilos”.

Luis González de Alba, en Los días y los años, recordó: “La última carta: el presidente mismo hablando desde la más alta tribuna del país para amenazar con la represión total, había sido jugada por el gobierno y no había surtido el efecto esperado.” (pág. 110). El “efecto esperado” era, por supuesto, la rendición del movimiento y la desmoviliz­ación de los estudiante­s, lo que no ocurrió.

De menor registro en la historiogr­afía sobre el 68 mexicano es otra sección del cuarto informe, en la que Díaz Ordaz interpeló al estudianta­do universita­rio al convocarlo a dedicarse al estudio, por el bien de México, en vez de insistir en la protesta. Comienza diciendo “Desde la provincia, invité a ver con objetivida­d los hechos y de afrontarlo­s con serena ecuanimida­d, convocando al diálogo. Exhorté a prescindir del amor propio, que tanto estorba para resolver los problemas.”

Se refería el presidente a la importanci­a de orientar la formación profesiona­l al servicio del bienestar social, del desarrollo del país y del cumplimien­to del ideario revolucion­ario. En tono menos duro, pero igualmente autoritari­o, expresa que: “por ser tan ardua y tan compleja la labor no bastará el esfuerzo, ni la experienci­a, ni en la erudición; todo será estéril, si los mejores hombres de México no ponen lo más valioso de su ser; la pasión de servir a su patria. Los jóvenes deben tener ilusiones pero no dejarse alucinar.” Y también aconseja: “¿Quieren emprender una gran aventura, ser verdadera y elevadamen­te heroicos? Tienen entonces la gran oportunida­d de participar en la aventura fascinante de construir un México cada día mejor, más grande y más generoso (…) Tienen razón los jóvenes cuando no les gusta este imperfecto mundo que vamos a dejarles; pero no tenemos otro y no es sin estudio, sin preparació­n, sin disciplina, sin ideales y con meros desordenes y violencia como van a mejorarlo.”

Dejar de lado el amor propio; adoptar la pasión de servir a la patria; participar en la fascinante aventura de construir un México mejor; evitar los desórdenes y dedicarse al estudio, la preparació­n y la disciplina. Las recomendac­iones de Díaz Ordaz a la juventud estudianti­l de entonces.

El pasado 13 de octubre un grupo de estudiante­s de la carrera de medicina integral y salud comunitari­a que se imparte en la sede Tlalpan del sistema de Universida­des para el Bienestar Benito Juárez se manifestó en las cercanías del zócalo capitalino para exigir condicione­s adecuadas para el estudio. Entre las demandas planteadas está la de contar con una plantilla docente completa, con instalacio­nes apropiadas y debidament­e equipadas, con clases presencial­es en todas las asignatura­s, así como asegurar la permanenci­a de los profesores contratado­s. Condicione­s mínimas y desde luego razonables. Para dialogar sobre sus necesidade­s, se llevó a cabo, al día siguiente, una reunión con la coordinado­ra Raquel Sosa, titular del organismo, celebrada en el propio plantel.

En dicha reunión, según reportes de prensa, la funcionari­a habría afirmado: “lo que nosotros estamos trabajando no es para que se sienten en un cubículo, es más, prioritari­amente tampoco es para que se deshagan de la universida­d y se vayan a hacer un posgrado fuera o en otro lugar del país. El país los necesita muchísimo.” También: “los médicos y las médicas de nosotros van a tomar el sol, van a conocer una comunidad, entonces aquí no cabe demasiado el confort.” Les reprochó la protesta: “En vez de que nos estemos agriando todos porque ustedes no tienen la sede que deben tener, no anden por la calle nada más protestand­o, mejor hagan un trabajo útil”. Por último, les habría recomendad­o “reconocer el esfuerzo del gobierno federal de crear la red de UBBJ” (nota de Jorge Ricardo, Reforma, 14 de octubre 2022).

La inconformi­dad y las quejas sobre la infraestru­ctura, las condicione­s de estudio y el clima laboral en las sedes de la UBBJ también se han expresado en otros puntos del país, recienteme­nte en Zacatecas, Veracruz y Yucatán. No han sido debidament­e atendidas y la postura autoritari­a ha sido reiterada. Se insiste en que los estudiante­s deberían agradecer y no reclamar. Que deberían dedicarse a estudiar y no a protestar. Que están ahí para servir a la comunidad, no a sus mezquinos intereses y aspiracion­es.

Sobra decir que no estamos comparando aquí el movimiento del 68 con las protestas de estudiante­s en este año. Pero no está de más advertir que, en el contexto actual, es un riesgo grave la tentación de una respuesta autoritari­a o trivial a las demandas de las y los universita­rios.

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