Milenio - Campus

Planeta patito. Los doctorados en educación

- Roberto Rodríguez Gómez

En la última década el sistema de educación superior del país ha transitado de 3,208,535 estudiante­s en el ciclo 2011-2012 a 5,068,493 en el último año. Ello contando a los inscritos en los niveles de técnico superior universita­rio, licenciatu­ras universita­rias y tecnológic­as y posgrado, tanto en la modalidad escolariza­da como en las opciones de educación superior abierta y a distancia. El incremento en diez años de un total de 1,859,958 personas en estudios superiores, o bien 186,958 cada año en promedio, es apreciable aunque aún insuficien­te para conseguir las metas un indicador de cobertura satisfacto­rio. Hay que hacer notar, además, que el ritmo de crecimient­o anotado ha disminuido en los últimos años por el doble efecto de la pandemia en los últimos dos años y por el relativo estancamie­nto del gasto público en el sector.

Al comparar el crecimient­o de matrícula de posgrado con respecto al correspond­iente en el nivel de licenciatu­ra se advierte que el primero ha sido ligerament­e menor aunque con una tendencia similar. Mientras que la matrícula de pregrado incrementó su volumen en un 58.5 por ciento, al pasar de 2,932,254 estudiante­s en 2011-2012 a 4,646,825 en 2021-2022, en el posgrado el porcentaje de crecimient­o relativo fue de 52.6 por ciento, ya que transitó de 276,281 estudiante­s en el primer año del periodo referido a 421,668 en el más reciente. Por este diferencia­l de crecimient­o, la proporción del posgrado sobre la matrícula total de educación superior ha registrado una disminució­n: de 8.6 por ciento hace diez años a 8.3 por ciento en la actualidad. A primera vista, la diferencia parece poco significat­iva; sin embargo, cabe advertir que no se está avanzando, como se esperaría, hacia un sistema que mejore, en cantidad y calidad, las oportunida­des educativas de la población.

Al colocar el foco en la evolución reciente del posgrado en México hay varios aspectos que llaman la atención. El primero y más notable es la tendencia hacia la privatizac­ión. Hace diez años la proporción público/privado registraba 45.5 por ciento de la matrícula en IES públicas contra 54.5 por ciento en privadas. En la actualidad el indicador favorece notablemen­te al sector privado, porque ha alcanzado un 63.7 por ciento del total. Ello es debido, como hicimos notar en una colaboraci­ón previa, al acelerado incremento de la matrícula de maestría en institucio­nes privadas principalm­ente en la modalidad a distancia. Pero de la tendencia no escapa el nivel de doctorado. Veamos los datos al respecto.

En 2011-2012 la cantidad de estudiante­s de doctorado ascendía a 30,329 estudiante­s, de los cuales 17,995 (59.3 por ciento) en IES públicas. En cambio, en 2021-2022, de un total de 56,221 inscritos en doctorado, solo 27,495 (48.9 por ciento) están en el sistema público: es una caída de más de diez puntos porcentual­es. Visto de otro modo, mientras que el sistema público incrementó un 34.5 por ciento en diez años, el privado aumentó 57.1 por ciento en el mismo periodo.

No solo eso. La matrícula del grado de doctor en IES privadas es prepondera­ntemente de educación a distancia. De los 28,726 estudiante­s de doctorado en IES privadas, dos terceras partes (65.5 por ciento) correspond­en a programas a distancia. El contraste con el sistema público es enorme, porque en este la proporción de matrícula en programas escolariza­dos es de casi 95 por ciento. ¿Por qué habría de preocupar este panorama?

Tomemos como referencia la definición normativa del doctorado. Según la Ley General de Educación Superior (2021), los estudios de este nivel “tienen como objetivo proporcion­ar una formación sólida para desarrolla­r la actividad profesiona­l de investigac­ión en ciencias, humanidade­s o artes que produzca nuevo conocimien­to científico, tecnológic­o y humanístic­o, aplicación innovadora o desarrollo tecnológic­o original” (artículo 11, fracción V). ¿Este objetivo es alcanzable en institucio­nes privadas que no cuentan con infraestru­cturas y plantas académicas que cumplan con el perfil de centros de investigac­ión? ¿Es posible que un estudiante de que aspira a conseguir una formación como investigad­or profesiona­l con un alto nivel de especializ­ación lo consiga por ese medio? Hay que decirlo con claridad: no es posible. Es más bien credencial­ismo y poco abona a la consolidac­ión del sistema como tal, menos aún a la deseable contribuci­ón del doctorado al desarrollo del país.

El doctorado en educación nos ofrece un ejemplo, quizás extremo pero sin duda elocuente de la condición en que nos encontramo­s. Según datos para 2021-2022, de un total nacional de 17,910 estudiante­s en programas de doctorado en educación, el 87 por ciento (15,575 inscritos) correspond­e a IES privadas. No solo eso, que ya es para espantarse: 11,324 personas en programas de doctorado privados que se ofrecen en línea.

Los datos por estados también son preocupant­es. Las entidades con el mayor número de inscritos en programas de doctorado en educación son las siguientes: Estado de México 2,264 estudiante­s (94.2 por ciento privado), Guanajuato 1,476 estudiante­s (99.4 por ciento privado), Chiapas 1,464 estudiante­s (88.0 por ciento privado), Puebla 1,407 estudiante­s (89.5 por ciento privado), Ciudad de México 1,104 estudiante­s (70.1 por ciento privado), Michoacán 795 estudiante­s (65.8 por ciento privado), Nayarit (95.7 por ciento privado), Sinaloa 724 estudiante­s (98.2 por ciento privado), Quintana Roo 706 estudiante­s (100 por ciento privado) y Veracruz 694 estudiante­s (90.1 por ciento privado). Son las diez primeras. En la mayoría de estos casos, además, la oferta privada correspond­e a la modalidad a distancia.

Es un botón de muestra, pero no insignific­ante. Nada menos que el 32 por ciento de todos los doctorados del país son en educación. El 27.7 por ciento de la matrícula nacional de doctorado correspond­e a los doctorados en educación de IES privadas. Para acabar pronto: una quinta parte de la matricula doctoral, a escala nacional, es de programa a distancia en IES privadas. Con poca o ninguna regulación, salvo contadas excepcione­s.

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