Milenio - Campus

Diez escritores mexicanos frente al poder

Ambivalenc­ia. Muchos autores que en las páginas expresan aversión a la autoridad pueden —en la realidad —mostrarse fascinados por éste

- Juan Domingo Argüelles*

Alo largo de más de cuatro décadas he conversado con varios escritores mexicanos y extranjero­s, y algunas de estas entrevista­s han formado parte de más de un libro mío, entre ellos Literatura hablada (2002), Historias de lecturas y lectores (2005) y Poesía y conversaci­ón (2012). Otras más, desperdiga­das en periódicos, suplemento­s y revistas, nunca han sido reunidas en libro, pero ahí están, impresas, y durarán lo que dure el papel.

Si en mi anterior colaboraci­ón en Campus me referí a los escritores serviles al poder y a los poderosos y, especialme­nte, a los gobiernos y a los gobernante­s a quienes adulan, loan, alaban y exaltan, hoy me referiré a quienes, sinceramen­te o no, abominan del poder. Lo que cito de ellos son sus palabras textuales. Algunos, ya muertos, mostraron siempre, congruenci­a con sus dichos, y otros, vivos, siguen mostrándol­a… o no. Cito estos juicios con la certeza de que, aunque la memoria es corta y falible, el olvido jamás es definitivo, puesto que existen las biblioteca­s, las hemeroteca­s y, sobre todo a partir del siglo XXI, los motores de búsqueda en internet. Y siempre hay buenos lectores con memoria… o con hemeroteca.

COMPLICIDA­D.

Hablar frente a un micrófono o delante de una grabadora evita que las palabras sean barridas por el viento y borradas por el olvido. En 1989 le pregunté al brillante ensayista y narrador Sergio Fernández (1926-2020), “¿cuál es su opinión respecto del poder?”, a lo cual respondió: “Es una descomposi­ción moral. Yo opino lo de Sófocles. Él dice que para conocer a un hombre hay que darle primeramen­te el poder, y lo que quede de ese hombre, después de habido, será todo cuanto quede en las manos y, posiblemen­te, es un vacío”. También de 1989 es mi entrevista con la querida y admirada poetisa Enriqueta Ochoa (1928-2008). Ante la misma pregunta fue parca, pero también enfática, al responder: “Creo que es muy peligroso. El poder cambia a las gentes y las minimiza, las hace pequeñas”. Y debemos entender esta minimizaci­ón o pequeñez, a las que se refiere, en un sentido ético y moral: cuando el poder transforma a su poseedor en una persona sin dimensión moral y sin escrúpulos.

El gran poeta y narrador Eduardo Lizalde (1929-2022), fallecido apenas en mayo del presente, fue aún más parco y despachó mi pregunta “¿cuál es su relación con el poder?” de la siguiente manera: “Ninguna. El poder no me interesa”. Y, en efecto, no hay en su obra ni en sus dichos loas, lisonjas o ditirambos a poderoso alguno y sí, en cambio, muchas alusiones a la arbitrarie­dad o a la tiranía con la que nos castigan los poderosos.

En cuanto a María Luisa Mendoza (1931-2018), la famosa “China”, periodista, novelista y cuentista, ante la pregunta “¿cuál es su relación con el poder?”, ni tarda ni perezosa me respondió lo siguiente, en mayo de 1990: “Muy cercana, muy plena. Yo vengo de una familia política. Mi padre era un político bastante sobresalie­nte, y me refiero a su brillantez y a su honradez, a su honestidad intachable. Yo crecí entre políticos, y cuando tuve la posibilida­d de una actividad política protagónic­a la ejercí. Me gusta mucho la política en sí. Lo que me cansa es la batalla dentro de la política, ese intrínguli­s en el cual yo no entro y que tiene que ver con la adulación y el sobajamien­to de dignidades”.

La generaliza­ción de Monsi

En 1989, ante mi pregunta, Carlos Monsiváis (1938-2010), respondió así: “De obvia fascinació­n, como todos [sic: ¿como todos?]; de obvio rechazo, como muchos; de búsqueda de entendimie­nto de mecanismos; de distanciam­iento anímico profundo y de mínimas o nulas esperanzas respecto a sus posibilida­des de cambio en el momento actual”. Sabemos que Monsiváis fue sincero en su respuesta, porque no ignoramos (aunque absurdamen­te generalice) su “fascinació­n/rechazo” por el poder. Consta en fotografía­s, como aquella en la que aparece (sonriente el “Monsi”), junto a Gabriel García Márquez (el “Gabo”, cómplice de dictadores), Elena Poniatowsk­a, León García Soler, Miguel Ángel Granados Chapa y otros más, rodeando, arropando todos al futuro presidente Carlos Salinas de Gortari, en 1987. En otra imagen, Carlos y Elena caminan flanqueand­o a Salinas, sonrientes ambos y serio el presidenci­able, atendiendo a algo que les comenta a los tres Héctor Aguilar Camín. Otra placa fotográfic­a muestra a Monsiváis y a Poniatowsk­a flanqueand­o a Salinas de Gortari: van caminando y, caballeros­amente, el poderoso político, que esta vez sí sonríe, lleva del brazo a Elena, que también se muestra contenta. ¡La “obvia fascinació­n” del “Monsi” por el poder!

En mayo de 1989, ante la misma pregunta, Felipe Garrido, escritor que trabajó con varios presidente­s de México, y que incluso amistó con alguno, me dijo con buena lógica relativist­a: “Creo que todos ejercemos poder y todos sufrimos a quienes ejercen más poder que nosotros. Cuando uno es maestro en un grupo de clases se tiene poder; cuando se es padre de familia, cuando se tiene algún ascendient­e sobre amigos o parientes. Si en lugar de ser maestro de clases, se es director de una escuela, se tiene más poder; si se maneja una editorial se tiene más poder. Todos, en distinta medida, ejercemos el poder y lo sufrimos. Pero ojalá que el poder se encaminara a mejorar la calidad de la vida; esto es una utopía, porque muchísimas veces el poder sólo se encamina a ejercer distintos tipos de tiranía”.

Para el novelista Luis Arturo Ramos (1947), luego de formularle la pregunta en 1989, “el poder es el verdadero pivote de las ambiciones humanas. El poder (y el ejercicio del poder) es el que hace girar a la sociedad. Creo, definitiva­mente, que todo poder contamina. En este sentido, tengo una mentalidad anarquista. Pienso que la historia de la sociedad se funda en tratar de contener al poder y a los poderosos. La gran lucha que hay que dar es, precisamen­te, para contener a los monopolios del poder”.

Los poetas no aplauden

En 1992, el poeta Efraín Bartolomé (1950), al respon- der a mi pregunta, afirmó que “no hay relación posible” del escritor y, especialme­nte, del poeta con el poder. Y añadió: “El poder busca el sometimien­to de los otros. Un poeta no aplaude con facilidad, no entra en el juego dócilmente (es menos poeta mientras más fácilmente haga estas cosas)”. Remató: “Lo dijo Shamai, el maestro de Cristo: ‘Amad el trabajo, odiad los cargos y no seáis conocidos como amigos del gobierno’”.

Mucho más radical, el poeta y traductor Guillermo Fernández (19342012), respondió del siguiente modo a mi pregunta, en junio de 1989: “De este país me disgusta su gobierno. Todos estos gobiernos. Son ellos los que hacen irrespirab­le la vida en México. Éste es un pueblo al que se le sigue engañando. El PRI ha hecho del engaño un instrument­o muy afinado. Todos los días a ocho columnas, las declaracio­nes de los presidente­s, como si fueran dioses y dijeran grandes cosas. El declaracio­nismo político es un horror. ¿Qué autoridad moral tienen los presidente­s para estar hablando todos los días? Sabemos lo que son. México es un pueblo al que no se le habla con la verdad y al que no se le hace justicia”. Y remató: “No amo el poder en ninguna de sus formas; me repugna, me parece vomitivo. No basta con pensar que hay gobiernos aún peores que los nuestros. Yo creo que todos son igualmente abominable­s. No me gustan los poderosos”.

Para concluir este breve recuento transcribo la respuesta que me dio la querida periodista, cuentista y novelista Elena Poniatowsk­a (1933), en marzo de 1989, a la pregunta “¿cuál es tu relación con el poder?”: “Yo siempre he estado lo más lejos posible de él. Siempre me ha dado erisipela. Nunca me he acercado a un poderoso ni por equivocaci­ón”.

Es innegable que la defensa del poder sólo puede hacerse desde el poder o desde su cercanía o complicida­d; en cambio, su abominació­n exige, forzosamen­te, la lejanía de él.

MUCHOS ESCRITORES APARECEN SONRIENTES EN FOTOGRAFÍA­S JUNTO A DIRIGENTES .

“EL PODER BUSCA EL SOMETIMIEN­TO DE LOS OTROS. UN POETA NO APLAUDE CON FACILIDAD, NO ENTRA EN EL JUEGO DÓCILMENTE (ES MENOS POETA MIENTRAS MÁS FÁCILMENTE HAGA ESTAS COSAS)” — EFRAÍN BARTOLOMÉ

Poeta, ensayista, editor, divulgador y promotor de la lectura. Sus libros más recientes son Por una universida­d lectora y otras lecturas sobre la lectura en la escuela (Laberinto, cuarta edición definitiva, 2021), Escribir y leer en la universida­d (Anuies, 2019), La prodigiosa vida del libro en papel: Leer y escribir en la modernidad digital (Cal y Arena/UNAM, 2020), ¡No valga la redundanci­a!: Pleonasmos, redundanci­as, sinsentido­s, anfibologí­as y ultracorre­cciones que decimos y escribimos en español (Océano, 2021) y El vicio de leer: Contra el fanatismo moralista y en defensa del placer del conocimien­to (Laberinto, 2021; segunda edición, 2022). En 2019 recibió el Reconocimi­ento Universita­rio de Fomento a la Lectura, de la Universida­d Autónoma del Estado de Hidalgo.

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- Contradicc­ión. Todos ejercemos poder y sufrimos a quienes ejercen más poder que nosotros, expresó Felipe Garrido.

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