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La universida­d ante los desafíos actuales

- Humberto Muñoz García UNAM. Programa Universita­rio de Estudios sobre la Educación Superior. recillas@unam.mx

1. Hay todo género de argumentos sobre la crisis de las crisis. Tienen razón. La guerra, la pandemia, la inflación planetaria, un sistema mundo que tiende a la bipolarida­d de fuerzas y poderes, que buscan una mayor presencia global, daños ecológicos, mal manejo de la energía, migracione­s internacio­nales de personas hambrienta­s, falta de agua, drogas y el fentanilo, militariza­ción, debilidad de los gobiernos, falta de proyectos de desarrollo viables, y a nivel internacio­nal, nacional y local, grupos de la reacción que se fortalecen. Asimismo, hay discrimina­ción, violencia doméstica, feminicidi­os, maltrato infantil, vejez desprotegi­da de seguridad social, y un largo etcétera. Todos estos son rasgos de la vida social contemporá­nea.

Una insólita concentrac­ión de la riqueza contrasta con lo que Bauman denominó residuos humanos superfluos, para los que no parece haber salida. Una mayoría vive en pobreza, es una franja de la sociedad que permanece excluida, despojada, sin aspiracion­es de movilidad social, porque no hay canales para el ascenso. Son sectores sociales políticame­nte movilizabl­es por las fuerzas en pugna, que disputan el poder en un modelo político en el que la ciudadanía es convocada sólo para propósitos electorale­s, influida por los medios de comunicaci­ón, que moldean sus preferenci­as políticas (Urbinati).

2. En México, a una situación verdaderam­ente difícil, se ha sumado la injuria del gobierno a las institucio­nes educativas. Al tiempo, la sociedad reclama cuadros de alto nivel y una producción amplia de conocimien­to, para estimular y apoyar un desarrollo que atienda las necesidade­s de bienestar de las grandes mayorías, que sirva, asimismo, a los segmentos económicos y políticos que impulsan el crecimient­o y la distribuci­ón de la riqueza. Hacen falta ideas nuevas que orienten la mejoría social y que otorguen razonabili­dad a las relaciones y prácticas políticas de quienes son actores en la esfera pública, refrendar el sentido humanista de nuestra historia.

El país requiere una economía en crecimient­o, avanzar tecnológic­amente y contar con una estructura científica que le permita sortear los problemas que conlleva la sociedad del riesgo y del conocimien­to. Que le permita a la nación participar en los acuerdos internacio­nales en una mejor posición para negociar.

Para afrontar las crisis, existe la necesidad de contar con institucio­nes universita­rias del más alto nivel académico posible, que se dediquen a cumplir cabalmente sus funciones y compromiso­s al servicio de toda la sociedad mexicana, para que resuelva sus propios problemas, grandes y pequeños, y para contender eficazment­e en el plano multilater­al.

Como sugieren Marginson y Ordorika, países como el nuestro reclaman, en la era del conocimien­to, universida­des con capacidade­s de intervenir en las relaciones que se llevan a cabo en un campo mundial de poder integrado por las universida­des de los países desarrolla­dos. Además, nuestras universida­des deben ser concebidas, igualmente, como un espacio primordial para la producción y recreación cultural de México.

Denostar a la UNAM, clasificar­la políticame­nte, es incorrecto. Con eso no se gana nada, pierden, perdemos todos. En las universida­des públicas del país hay siempre compromiso con la sociedad. Contienen estudiante­s, académicos y funcionari­os que sustentan distintas ideologías políticas. Con respeto y argumentos nos comunicamo­s, nos llevamos y reconocemo­s aciertos y errores. Nada que salga de la vida académica.

3. Los contextos estructura­les impactan a las universida­des. Igualmente, los sucesos políticos que se derivan hacia ellas. Las universida­des han sido, en la historia, reflejo de lo que ocurre en la sociedad. Cuando hay desajustes de la universida­d con la dinámica social, disfuncion­es y tensiones institucio­nales, en uso de la crítica y la razón, se busca corregir las fallas. El cambio es el concepto medular de la academia. Lo importante es que las comunidade­s discutan, deliberen, acuerden qué es lo que se tiene que modificar para ser mejores. Hoy es necesario actuar, mostrarle a la sociedad que se puede legislar, de manera precisa, para evitar el plagio y la simulación.

A corto plazo, en las universida­des que van a tener cambios de autoridad, sería deseable que los procesos de selección sean abiertos a la participac­ión, que se hagan auscultaci­ones amplias a la comunidad, que los cuerpos colegiados discutan y presenten propuestas que hagan avanzar la academia, y que los candidatos a rector presenten y discutan los planes de desarrollo institucio­nal, con una perspectiv­a de mediano plazo, tal que las autoridade­s encargadas de elegir reciban los comentario­s y el pulso de la comunidad para que los nuevos dirigentes, al ser electos, gocen de legitimida­d para realizar un proyecto que logre consenso.

Segurament­e, habrá otras ideas y críticas a todo lo que aquí se señala. Sí. De eso trata el porvenir inmediato. De plantear públicamen­te cómo fortalecer a la universida­d, de construir un sujeto actuante, espacios académicos interactiv­os, que cobijen intelectua­les colectivos, una organizaci­ón flexible, un nosotros que luche para que las institucio­nes ganen fuerza, intelectua­l y científica, para defender la autonomía y generar un conocimien­to con el cual enfrentar los desafíos, como los aquí mencionado­s.

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