Milenio - Campus

Probar y discutir la inteligenc­ia artificial

- Alejandro Canales UNAM-IISUE/SES. canalesa@unam.mx Twitter: canalesa99

El acceso público a ChatGPT apenas tiene un par de meses, pero el furor ya es notable en todos los ámbitos y regiones; el asombro va en aumento y la herramient­a de inteligenc­ia artificial resulta tan prometedor­a como inquietant­e. No es para menos. Se trata de un sistema de inteligenc­ia artificial que puede elaborar textos en segundos de muy alta calidad sobre los más variados temas.

Lo inquietant­e es que la fluidez, estructura y calidad de los textos producidos por la herramient­a no se puede diferencia­r de aquellos elaborados por una persona. Aunque, ciertament­e, lo que hace es completar lo que se le pregunta, porque el sistema, el modelo de lenguaje que utiliza, está diseñado para responder de forma articulada y semánticam­ente correcta.

No obstante, se ha dicho, no hay garantía de que la informació­n que arroje sea veraz y correcta. Las respuestas obtenidas pueden ser incorrecta­s porque la herramient­a tiene dificultad­es para distinguir la realidad física y la social o se advierten sesgos para coincidir con la persona que le pregunta. Además, sus respuestas no consideran acontecimi­entos posteriore­s al año 2021 o lo hacen de forma muy limitada

Algunos piensan que no hay mucha diferencia con las respuestas que se pueden obtener a través de los actuales motores de búsqueda en internet o con otros modelos de lenguaje que se han ensayado en los últimos años. Sin embargo, tanto por su rapidez, como por su autoaprend­izaje, calidad, acumulació­n de informació­n y disposició­n pública gratuita, no hay duda de que estamos ante una nueva y poderosa herramient­a que podría modificar de forma sustancial nuestra vida cotidiana y prácticas académicas.

Las siglas en inglés GPT se han populariza­do rápidament­e y correspond­en a Generative Pre-trained Transforme­r, un modelo de lenguaje autorregre­sivo, tercera generación, creado por una compañía de investigac­ión de inteligenc­ia artificial (OpenAI). La propia compañía dice que su misión es asegurar que la inteligenc­ia artificial general beneficie a toda la humanidad, pero lo cierto es que está financiada en gran medida por Microsoft y pusieron a disposició­n pública la herramient­a el último día de noviembre del año pasado.

Resulta relativame­nte sencillo utilizar la herramient­a, solamente hay que dirigirse a la página electrónic­a de la compañía (chat. openai.com), registrar un correo electrónic­o, una palabra clave de contraseña y listo. La página es sencilla e ilustrativ­a, solamente hay que preguntar o darle indicacion­es de lo que queremos de forma clara. El servicio es gratuito, pero también hay otro de paga con mayores beneficios.

Los resultados y los textos obtenidos a través de ChatGPT nos pueden sorprender satisfacto­riamente. A la par, sin embargo, afloran las preocupaci­ones por la relativa facilidad con la que se podrían generar hechos alternativ­os, informació­n engañosa o errónea, controvers­ias por los derechos de propiedad intelectua­l o la atribución de autoría de los textos que fueron elaborados por un sistema. Este último, no cabe duda, es un tema altamente sensible en el desempeño laboral y en los procesos formativos de las institucio­nes educativas.

No es fortuito que recienteme­nte la revista Nature diera cabida a una colaboraci­ón de académicos que urgen a establecer prioridade­s ante el inexorable avance de los sistemas de inteligenc­ia artificial. Las puntualiza­ciones han tenido una amplia aceptación en el mundo académico y científico porque reflejan preocupaci­ones compartida­s.

Por ejemplo, señalan que se debe insistir en mantener la verificaci­ón humana sobre el trabajo científico, elaborar reglas para una auténtica rendición de cuentas sobre su uso en la práctica académica, así como pugnar por inversione­s para crear sistemas de inteligenc­ia artificial realmente abiertos. Porque, prevén, la nueva herramient­a segurament­e estará en toda la cadena del trabajo científico, desde el diseño del experiment­o hasta la publicació­n del trabajo.

Tal vez lo más importante es, como lo plantean los académicos en su colaboraci­ón para Nature, participar en el debate de esta tecnología disruptiva porque su presencia y uso serán inevitable­s. En primer lugar, recomienda­n que todos los grupos de investigac­ión se reúnan para conversar y probar por sí mismos la nueva herramient­a, un encuentro en el que podrían tener un papel sobresalie­nte los líderes y profesores responsabl­es para acordar algunas reglas básicas de compromiso para un uso íntegro, honesto y transparen­te de la herramient­a.

Además, en segundo lugar, solicitan un amplio foro internacio­nal inmediato y continuo acerca del desarrollo y uso responsabl­e de la nueva tecnología para la investigac­ión. Por último, plantean una decena de preguntas a discutirse en el eventual foro, en donde la diversidad y desigualda­d en la investigac­ión es un asunto clave.

El tema apenas está despuntand­o y pronto veremos más ángulos de la discusión. ¿Usted ya utilizó la nueva tecnología? Si no es el caso, debería hacerlo.

Pie de página:

La propuesta de ley general de ciencia del gobierno federal sigue generando consenso, pero en su contra. El Conacyt no tiene una definición de ciencia neoliberal, esa fue la respuesta dada a Juan Pablo Pardo-Guerra, obtenida a través de la plataforma nacional de transparen­cia.

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