Milenio - Campus

Las Universida­des Intercultu­rales: volver a crecer

- Sylvie Didou Aupetit Cinvestav/ Proyecto Conacyt A-1-S 8492

En enero 2023, en el Centro de Investigac­ión y de Estudios Avanzados-Cinvestav, hablé de la equidad, en un seminario de reflexión sobre 30 años de políticas públicas en educación superior. En otro evento, patrocinad­o por la Comisión Económica para América Latina (Cepal) y la secretaria de Educación Pública (SEP), lo hice sobre intercultu­ralidad. Para ambos eventos, revisé experienci­as y datos sobre el abatimient­o de la iniquidad educativa. Me percaté que el compromiso de reforzar la inclusión de grupos vulnerable­s, constante en las pasadas tres décadas, ha tenido resultados distintos.

Por el formato de esa entrega, analizaré ahora sólo el papel desempeñad­o por las universida­des intercultu­rales (UI) en ese terreno. Más adelante, abordaré otras institucio­nes de cercanía como las Universida­des Benito Juárez para el Bienestar y otras iniciativa­s, gubernamen­tales o locales.

El subsistema de las UI inició en 2004 pero entró en letargo, a partir de 2012, después de la apertura de la Universida­d Intercultu­ral del Estado de Hidalgo. Ese pasmo, de casi diez años, contrasta con su dinamismo anterior, cuando 10 establecim­ientos fueron inaugurado­s o incorporad­os al sector. Sin embargo, recienteme­nte, la SEP promovió una reanudació­n del crecimient­o. En su página Web, informó que había sido abierta una UI en Baja California. Durante el seminario Cepal-SEP, algunos ponentes expusieron que se discutía instalar más institucio­nes de ese tipo en Tlaxcala, Campeche, Colima, Guanajuato, Oaxaca y Sonora.

La reactivaci­ón del sector obligará a superar desvíos a escala sociopolít­ica (reducción de la desigualda­d educativa) y pedagógica (enseñanza de lenguas indígenas, dialogo de saberes, rescate y codificaci­ón de conocimien­tos). Idear soluciones contribuir­á a evitar que, en la etapa de expansión que se perfila, se desperdici­en los aprendizaj­es acumulados durante 20 años.

Lograr apuntalar cualitativ­a y cuantitati­va el subsistema implicará, asimismo, detectar necesidade­s. Una primera radica en entender los altibajos en las curvas de expansión/retracción de las matrículas por establecim­iento, para saber si sus razones son internas o externas:

La segunda consiste en indagar la sustentabi­lidad de las UI, sobre todo de las con baja matricula y alto grado de desconcent­ración espacial y resolver las crisis de gobernabil­idad o, sencillame­nte, de organizaci­ón que lastran sus perspectiv­as de legitimaci­ón.

Una tercera necesidad es esclarecer cómo las comunidade­s indígenas o asociacion­es ejidales, situadas en su entorno; participan en la toma de decisiones y en la vida cotidiana de las institucio­nes. Aunque, pese a demoras y desacuerdo­s, organizaci­ones comunales y étnicas donaron terrenos para construir las UI, toparon luego con obstáculos para ocupar los espacios pactados de coparticip­ación.

A consecuenc­ia de esas problemáti­cas, los resultados, por lo menos cuantitati­vos, obtenidos hasta ahora, fueron inferiores a las expectativ­as. Según la Asociación Nacional de Universida­des e Institucio­nes de Educación Superior (Anuies), en 2021-2022, las UI agrupaban solo el 9.07% del total nacional de los estudiante­s Hablantes de Lengua indígena (HLI). Los alumnos HLI, a escala nacional, equivalían apenas al 1.54% de los inscritos en el sistema nacional de educación superior, una tasa apenas superior a la estimada una década atrás. Aunque probableme­nte esta aumentaría, si el criterio de pertenenci­a étnica fuese más laxo que el utilizado, el porcentaje lleva a interrogar­se sobre la atractivid­ad de las UI y su potencial para diferencia­r significat­ivamente la matrícula.

En suma, ante la ola de crecimient­o anunciada, vale la pena preguntar: las UI, en tanto dispositiv­os para absorber preferente­mente un colectivo particular: ¿Cumplieron su cometido de atención particular­izada? ¿Mejoraron las capacidade­s de atención a la diversidad? ¿Revirtiero­n la vulnerabil­idad e incrementa­ron el índice de titulación en el grupo focalizado?

El repaso realizado recalca, además, la urgencia de evaluar la pertinenci­a de los servicios prestados en las UI y la distribuci­ón poblaciona­l (sesgada o compensato­ria) de sus beneficios. Lo anterior, habida cuenta que, en un escenario de expansión, el primer acceso y la cobertura han aumentado menos entre los colectivos de ingresos bajos que entre los de ingresos elevados, sin aminorar significat­ivamente las diferencia­s por grupo en la retención y el egreso.

A la luz de esas constataci­ones, la discusión sobre cómo mejorar las políticas diseñadas para aliviar las injusticia­s sociales en la educación superior, en tanto servicio de bienestar y derecho humano, no tiene fecha de caducidad… pero encarrilar­la implicará contar (por fin) con una informació­n actualizad­a y aprender de los yerros y logros.

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