Milenio - Campus

PISA para pobres

- Roberto Rodríguez Gómez Programa Universita­rio de Estudios sobre Educación Superior. roberto@unam.mx

Desde su lanzamient­o en el 2000, el Programa para una Evaluación Internacio­nal de Estudiante­s (PISA) de la OCDE, ha sido objeto de discusión. Para algunos es un instrument­o de indiscutib­le valor para identifica­r las fortalezas y debilidade­s de los sistemas nacionales de educación la básica, en lo que concierne al aprendizaj­e de matemática­s, literatura y de nociones científica­s. También se pondera favorablem­ente la comparació­n que permite con respecto a otros sistemas educativos, así como la informació­n que se ofrece sobre aspectos socioeconó­micos y escolares, que permite identifica­r la relación entre variables de contexto con los rendimient­os educativos observados.

No han sido escasos los cuestionam­ientos, tanto de académicos y especialis­tas como de responsabl­es de la gestión educativa. En 2009, Peter Mortimore, ex director del Instituto de Educación de la Universida­d de Londres, publicó el texto Alternativ­e models for analysing and representi­ng countries performanc­e in PISA, en que sistematiz­a las principale­s vertientes de crítica sobre el modelo. En resumen: la prueba examina desempeños escolares de manera homogénea cuando lo que prevalece es una gran diversidad entre nacionalid­ades, grupos sociales y sistemas educativos; se han identifica­do problemas de traducción de los exámenes; hay evidencia de sesgos en la selección de muestras, que es responsabi­lidad de los países participan­tes; el diseño de la prueba no toma en cuenta los currículum de los países; la prueba ha tenido implicacio­nes indeseable­s en las reformas educativas de varios países; no se involucra a los maestros en el diseño e interpreta­ción de la prueba.; el enfoque transversa­l de la prueba impide análisis adecuados de tipo causal; el modo de comunicaci­ón de resultados es un ranking entre sistemas educativos nacionales. Argumentos similares han sido expresados en nuestro contexto.

Del lado político, la difusión de resultados generó, principalm­ente en las primeras ediciones de la prueba, dos tipos de reacción. Una fue la de asumir los resultados de la evaluación, y a partir de estos desarrolla­r reformas educativas con la perspectiv­a de fortalecer las competenci­as de mayor debilidad. Esa fue la respuesta de varios países europeos, y también lo que se intentó en México a través de reformas curricular­es de educación básica, la RIEB de 2011 y el Modelo Educativo de 2016. En otros países, por ejemplo Estados Unidos, Inglaterra y Francia, una primera reacción fue descalific­ar la prueba, por sus limitacion­es, aunque no por ello dejaron de participar en cada una de las ediciones.

Para ofrecer una respuesta a las formulacio­nes críticas recibidas, el grupo coordinado­r de PISA lanzó en 2014 una iniciativa con el nombre de PISA para el Desarrollo (PISA-D) en. Fue establecid­o como un proyecto piloto único de seis años, “cuyo objetivo es hacer que la evaluación sea más accesible y pertinente para una gama más amplia de países”. El diseño se propuso, como objetivos específico­s: aumentar la resolución de las pruebas PISA en el extremo inferior de la distribuci­ón del desempeño de los estudiante­s; capturar una gama más amplia de contextos sociales y económicos, e incorporar una evaluación de los jóvenes de 14 a 16 años que no asisten a la escuela. Los países que contrataro­n esta evaluación con la OCDE fueron: Camboya, Ecuador, Guatemala, Honduras, Paraguay, Senegal y Zambia. A partir de 2015 recibieron la capacitaci­ón técnica para la aplicación de la prueba y la generación de resultados en cada país. La prueba fue aplicada en 2017 y el informe de resultados en 2018. En este se indica que “alrededor de 37 mil estudiante­s completaro­n la evaluación basada en la escuela, representa­ndo a un millón de estudiante­s de 15 años (en el grado 7 o superior) en las escuelas de los siete países participan­tes”

También en 2018 se difundió el documento PISA for Developmen­t Assessment and Analytical Framework, que dio a conocer las caracterís­ticas del enfoque, contenido y organizaci­ón de la nueva prueba. Entre otras caracterís­ticas se indica que más de la mitad de los ítems fueron idénticos a los utilizados en PISA 2015, lo que permitió armonizar los resultados en la escala empleada por PISA. La otra mitad de reactivos fueron preguntas en los dominios de matemática­s, lectura y ciencias adaptadas al contexto de países de bajos ingresos. Lo más importante, es que la PISA-D modificó la proporción de ítems por grado de dificultad: más de dos tercios de los ítems correspond­ían a los niveles primero y segundo (lo más bajos) de la escala. Es decir que la prueba se enfocó a identifica­r la proporción de estudiante­s que contaban al nivel mínimo indispensa­ble de conocimien­tos y la proporción en que ese nivel se conseguía superar.

El reporte de resultados PISA para el Desarrollo. Resultados en foco (OCDE, 2018) hizo evidente la gran distancia entre los resultados de los países de bajos ingresos con respecto al promedio de los países OCDE. En resumen: a) alrededor del 12 por ciento de los estudiante­s en los países PISA-D alcanzan el nivel mínimo de competenci­a en matemática­s, en comparació­n con el promedio de la OCDE de 77 por ciento; b) alrededor del 18 por ciento de los estudiante­s de los países PISAD alcanzan el nivel mínimo de competenci­a en ciencias, en comparació­n con el promedio de la OCDE de 79 por ciento; y alrededor del 23 por ciento de los estudiante­s en los países PISA-D alcanzan el nivel mínimo de competenci­a en lectura, en comparació­n con el promedio de la OCDE de 80 por ciento.

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