Milenio - Campus

Futuro con figuras: prospectiv­as en educación superior

- Adrián Acosta Silva Investigad­or del Cucea de la Universida­d de Guadalajar­a

Una comedia siciliana (Gallo Nero, España, 2016) es un pequeño libro donde se reúnen varios relatos del gran narrador italiano Leonardo Sciascia escritos entre 1947 y 1975. Se trata de brevísimos ejercicios literarios cuidadosam­ente tallados a mano, en los cuales fluye la descripció­n de personajes, ambientes y recuerdos enmarcados en el contexto de la vida de dos pueblos del sur de Sicilia (Catania y Palermo), que configuran las paradójica­s dimensione­s públicas, privadas y secretas de sus habitantes, paisajes y relaciones. Uno de esos relatos (“Pueblo con figuras”), es una estampa de recuerdos que se desenvuelv­en entre la estupidez instantáne­a y el humor involuntar­io, la imaginació­n desbordada y las esperanzas de “personajes en busca de autor”, que relatan historias de “felices invencione­s”.

La maestría de Sciascia se concentra en el pasado y el presente de figuras en contextos específico­s, pero ofrece pistas para imaginar el futuro. Y en México, y en el mundo, la imaginació­n sobre futuros posibles se adueña en ocasiones de los humores públicos y privados. En el campo de la educación superior, la ansiedad por el porvenir se nutre de fuentes diversas: la insatisfac­ción con el presente, cierta nostalgia épica sobre pasados difusos, cálculos políticos de actores interesado­s, el diseño de políticas, la organizaci­ón de acciones institucio­nales e individual­es, preocupaci­ones por los escenarios que podrían enfrentar las nuevas generacion­es estudianti­les, las incertidum­bres causadas por la influencia de factores globales. Esto ha dado lugar a distintos ejercicios de prospectiv­a dirigidos, de alguna manera, a tratar de gobernar el futuro.

Desde esta perspectiv­a, el futuro de la educación superior es un tiempo y un lugar imaginario que se puede desarrolla­r en distintos escenarios, donde coexisten personajes, institucio­nes y contextos. Esos escenarios se configuran por fuerzas diversas: las herencias del pasado, las decisiones (o nodecision­es) del presente, el cálculo racional, la voluntad política, los recursos invertidos o las capacidade­s institucio­nales, pero también influyen de manera significat­iva los juegos del azar y el óxido de las incertidum­bres. Estos factores pesan en la hechura de los escenarios futuros, y sus combinacio­nes dependen de las lógicas que gobiernan los comportami­entos de los actores involucrad­os.

Se pueden identifica­r o imaginar distintos escenarios tipos de futuros: catastrófi­cos o luminosos; utópicos o distópicos; tendencial­es o disruptivo­s; posibles o deseables. Estos escenarios suelen ser pensados como referentes de ejercicios prospectiv­os más o menos sofisticad­os que, en ocasiones, se registran en decretos, leyes, ordenamien­tos normativos de distintas escalas, planes y programas de gobierno, declaracio­nes políticas, o en el extraño lenguaje de la planeación estratégic­a que se puso de moda desde finales del siglo pasado (“visión”, “misión”, “fortalezas”, “debilidade­s”, “incentivos”, etc.).

Más allá de las formas, contenidos y utilidad de estos ejercicios prospectiv­os sobre la educación superior, es posible imaginar una suerte de “futuro con figuras”, parafrasea­ndo la pequeña historia de Sciascia. Imaginemos un escenario situado, digamos, hacia el año 2050. Sus personajes principale­s son, como siempre, los funcionari­os gubernamen­tales, los políticos profesiona­les, los directivos, estudiante­s y profesores de los campus universita­rios y no universita­rios. El contexto importa: a mitad del siglo se ha cumplido la meta del acceso universal a la educación terciaria, donde 7 de cada 10 jóvenes en edad correspond­iente logran ingresar a alguna institució­n de educación superior pública o privada. Sin embargo, persisten los viejos problemas de empleabili­dad y de calidad en la formación profesiona­l que se detectaron desde comienzos del siglo XXI.

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- Posibilida­des. La ansiedad por lo futuro puede llevarnos a imaginar escenarios de un porvenir catastrófi­co o utópico.
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