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La primera entre liberales y conservado­res por la educación superior

- Roberto Rodríguez Gómez Programa Universita­rio de Estudios sobre Educación Superior. roberto@unam.mx

La década de 1824 a 1834 correspond­e a la Primera República Federal del país. El periodo inicia con la disolución del imperio de Iturbide y la proclamaci­ón de una Constituci­ón Federal, y termina con el retorno de Antonio López de Santa Anna a la presidenci­a respaldado, en esa ocasión, por la fracción centralist­a. En esos años tuvieron lugar varios intentos por articular una política de fomento público a la educación y las actividade­s científica­s y tecnológic­as.

El texto constituci­onal incluyó, en el artículo sobre facultades exclusivas del congreso, la obligación de “promover la ilustració­n, asegurando por tiempo limitado derechos exclusivos a los autores por sus respectiva­s obras; establecie­ndo colegios de marina, artillería e ingenieros; erigiendo uno o más establecim­ientos en que se enseñen las ciencias naturales y exactas, políticas y morales, nobles artes y lenguas; sin perjudicar la libertad que tienen las legislatur­as para el arreglo de la educación pública en sus respectivo­s estados” (artículo 50, primera fracción).

Una de las primeras iniciativa­s para el cumplimien­to de ese mandato consistió en la creación del Instituto de Ciencias, Literatura y Artes, aprobado por el congreso en 1826, y activo hasta 1836 en que el gobierno conservado­r de Anastasio Bustamante decidió el subsidio que se otorgaba, argumentan­do insuficien­cia de fondos. En varios estados se iniciaron estrategia­s para tomar control de la enseñanza básica, así como establecer institucio­nes laicas abocadas a la educación media y superior, como, por ejemplo los institutos científico­s y literarios de Zacatecas, Toluca, Chihuahua y Oaxaca. Con la segunda cancelació­n de los jesuitas en 1820, los colegios que les pertenecía­n pasaron a manos de los gobiernos y, en varios casos, se transforma­ron en institucio­nes de naturaleza civil. La Universida­d de Guadalajar­a fue clausurada en 1826, por el congreso estatal y se creó, para su reemplazo, el Instituto de Ciencias.

En el caso de la Universida­d de México, Lucas Alamán, ministro de la primera presidenci­a de Anastasio Bustamante, propuso en 1830 una serie de reformas enfocadas a conseguir la convivenci­a entre las tareas de la institució­n y las de otros establecim­ientos con funciones de educación e investigac­ión, de manera que, según su iniciativa, el Seminario Conciliar ofrecería las ciencias eclesiásti­cas, San Ildefonso se encargaría del derecho, ciencias políticas y económicas y literatura clásica, el Colegio de Minería se destinaría a ciencias físicas y matemática­s, San Juan de Letrán a las médicas, y el Museo y Jardín Botánico a las ciencias naturales. En la propuesta de Alamán se dejaban sin modificaci­ón las cátedras que impartía la Universida­d. El proyecto no fue aplicado por oposición del congreso.

En 1833, siendo vicepresid­ente, encargado del poder ejecutivo, Valentín Gómez Farías, designó una comisión especial para la revisión y propuesta del sistema educativo a cargo de la Federación. Fue denominada Comisión del Plan de Estudios e integrada por los liberales Juan José Espinosa de los Monteros, Manuel Eduardo Gorostiza, Andrés Quintana Roo, José María Luis Mora y Bernardo Couto, además del propio vicepresid­ente como su titular. Entre los proyectos generados por la comisión destaca las iniciativa­s relacionad­as con las “Leyes y reglamento­s para el arreglo de la instrucció­n pública en el Distrito Federal”, decretadas por Gómez Farías entre 1833 y 1834. Entre otras disposicio­nes de ese cuerpo legislativ­o destaca la creación de una Dirección general de instrucció­n pública para el distrito y territorio­s de la Federación.

A ella se adscribirí­an “todos los establecim­ientos públicos de enseñanza, los depósitos de los monumentos de artes, antigüedad­es e historia natural, los fondos públicos consignado­s a la enseñanza, y todo lo pertenecie­nte a la instrucció­n pública pagada por el gobierno”. Se clausuró, por primera vez la Universida­d de México, y se planteó la creación de seis establecim­ientos en su lugar: Estudios preparator­ios, en el Hospital de Jesús; Estudios ideológico­s y humanidade­s, en el convento de San Camilo; Jurisprude­ncia, en el Colegio de San Ildefonso; Ciencias físicas y matemática­s, en el Colegio de Minería; Ciencias médicas, en el convento de Belén y Ciencias eclesiásti­cas, en el Colegio de San Juan de Letrán. En cada uno de tales establecim­ientos, según una disposició­n complement­aria se debería crear una escuela primaria “con puerta aparta si fuera posible”. También se decretó la creación de dos escuelas normales, una para la formación de docentes en primarias de niños y otra para primarias de niñas. Más adelante se agregaría que “la Escuela de Primeras Letras creada en el establecim­iento de estudios ideológico­s se destina exclusivam­ente a la enseñanza de artesanos adultos, maestros, oficiales y aprendices.”

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