Corregir sin retroceder
siglo XX arrancó convulso en medio de muchas revoluciones, industriales y sociales, cruentas guerras y reacomodos que cimbraron la geografía del mundo. En 100 años todo cambió, e inclusive hoy el ritmo al que todo parece avanzar es vertiginoso. En estos últimos años, todos nos acostumbramos a gestionar en entornos donde la incertidumbre se administra con dosis sorprendentes de información y análisis, pero quizás el elemento que predomina como nunca antes, es esa frustración que se respira por doquier.
El antisistema se ha abierto paso ante los ojos del desarrollo que pensamos brindaría prosperidad innegable, pero que claramente ha sido insuficiente para administrar las nuevas revoluciones que se gestan en todo el mundo desde una clase media que parece no estar convencida ni conforme con los resultados de los nuevos tiempos. De esta manera, los sistemas democráticos parecen limitados para contener las formas de la nueva protesta: ciudadanos tomando calles cuando los precios de los energéticos cambian como en Francia, la asunción de políticos que responden a los designios de la opinión pública como Trump, y hasta la aparición de alternativas que antes eran impensadas como Bolsonaro en Brasil.
Es cierto que movimientos de esta naturaleza no son nuevos, pero sí han tomado mayor protagonismo a raíz de la crisis económica de hace 10 años. Ahí están las tensiones separatistas vividas en España, los nuevos partidos que buscan derrocar viejos sistemas como en Grecia, e inclusive el famoso Brexit que lleva ya más de dos años poniendo en entredicho el proyecto unificador en Europa. Así, cada vez es más claro que el debate en torno a la globalización y la apertura es y será determinante en el futuro inmediato de los países.
Más allá de ideologías, en nuestros días resulta fundamental fortalecer instituciones más que individuos. Si bien los líderes son indispensables para conducir los destinos de naciones y organizaciones, es más importante aún defender principios e ideales antes que a las salidas fáciles que se nos presentan para superar los retos complejos que tenemos como sociedades.
La frustración a veces puede llevarnos hacia callejones sin salida, por más que sus causas sean válidas. Por eso, el reto que tenemos hacia adelante está en moldear el desarrollo que se ha tenido para que verdaderamente llegue a todos por igual, sin caer en la trampa de destruir lo que se ha construido no solamente en el pasado reciente, sino en los últimos 100 años. En esta misión, no cabe duda que la voz de las personas tendrá que ser tomada en cuenta, pero igual de valioso será consolidar la libertad, tolerancia y pluralismo que nos permitieron prosperar.
En nuestros días es fundamental fortalecer a las instituciones más que individuos