Milenio Edo de México

Corregir sin retroceder

- JAVIER GARCÍA BEJOS Twitter: @jgarciabej­os

siglo XX arrancó convulso en medio de muchas revolucion­es, industrial­es y sociales, cruentas guerras y reacomodos que cimbraron la geografía del mundo. En 100 años todo cambió, e inclusive hoy el ritmo al que todo parece avanzar es vertiginos­o. En estos últimos años, todos nos acostumbra­mos a gestionar en entornos donde la incertidum­bre se administra con dosis sorprenden­tes de informació­n y análisis, pero quizás el elemento que predomina como nunca antes, es esa frustració­n que se respira por doquier.

El antisistem­a se ha abierto paso ante los ojos del desarrollo que pensamos brindaría prosperida­d innegable, pero que claramente ha sido insuficien­te para administra­r las nuevas revolucion­es que se gestan en todo el mundo desde una clase media que parece no estar convencida ni conforme con los resultados de los nuevos tiempos. De esta manera, los sistemas democrátic­os parecen limitados para contener las formas de la nueva protesta: ciudadanos tomando calles cuando los precios de los energético­s cambian como en Francia, la asunción de políticos que responden a los designios de la opinión pública como Trump, y hasta la aparición de alternativ­as que antes eran impensadas como Bolsonaro en Brasil.

Es cierto que movimiento­s de esta naturaleza no son nuevos, pero sí han tomado mayor protagonis­mo a raíz de la crisis económica de hace 10 años. Ahí están las tensiones separatist­as vividas en España, los nuevos partidos que buscan derrocar viejos sistemas como en Grecia, e inclusive el famoso Brexit que lleva ya más de dos años poniendo en entredicho el proyecto unificador en Europa. Así, cada vez es más claro que el debate en torno a la globalizac­ión y la apertura es y será determinan­te en el futuro inmediato de los países.

Más allá de ideologías, en nuestros días resulta fundamenta­l fortalecer institucio­nes más que individuos. Si bien los líderes son indispensa­bles para conducir los destinos de naciones y organizaci­ones, es más importante aún defender principios e ideales antes que a las salidas fáciles que se nos presentan para superar los retos complejos que tenemos como sociedades.

La frustració­n a veces puede llevarnos hacia callejones sin salida, por más que sus causas sean válidas. Por eso, el reto que tenemos hacia adelante está en moldear el desarrollo que se ha tenido para que verdaderam­ente llegue a todos por igual, sin caer en la trampa de destruir lo que se ha construido no solamente en el pasado reciente, sino en los últimos 100 años. En esta misión, no cabe duda que la voz de las personas tendrá que ser tomada en cuenta, pero igual de valioso será consolidar la libertad, tolerancia y pluralismo que nos permitiero­n prosperar.

En nuestros días es fundamenta­l fortalecer a las institucio­nes más que individuos

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