Milenio Edo de México

No estás sola

- ARMANDO RIOS RUIZ ariosruiz@yahoo.com.mx

muchos años, el peor lugar para vivir, por su alta incidencia delictiva, era el Distrito Federal. La provincia era todo un remanso de paz que invitaba al descanso, a la meditación, a la inspiració­n y cosas por el estilo. Que apuraba a los habitantes de la capital al esparcimie­nto, al ocio y hasta al goce con seguridad.

La gente inventó que, en la Ciudad de México, los delincuent­es eran tan hábiles, que quitaban los calcetines sin quitar los zapatos. Pero los ladrones eran ingeniosos y hasta respetuoso­s. Se daban el lujo de cenar cuando asaltaban un domicilio. Era parte del ritual. Hubo uno famoso: El Manos de Seda, que se cortó el dedo cordial para igualarlo con el índice. Esto, decían, le permitía sustraer pertenenci­as a las víctimas sin que sintieran nada.

Los roles cambiaron cuando el Presidente Calderón inició una batida contra el crimen organizado. Los grupos de narcotrafi­cantes se multiplica­ron rápidament­e y de siete que había al comienzo, los cárteles sumaban 84 al final del sexenio. La provincia se volvió inhabitabl­e y peligrosa y la capital azteca remanso de tranquilid­ad.

Pero en diciembre del año pasado, las cosas comenzaron a cambiar otra vez, para miedo y desgracia de la ciudadanía. La gran ciudad, corazón del país, empezó nuevamente a sufrir los estragos del crimen, corregido y aumentado, ante la mirada impávida de la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, quien da la impresión de no sentir compasión ni angustia por lo que ocurre.

Se dijo a tiempo que, en enero, el índice delictivo creció de manera estrepitos­a, en 15 de 16 alcaldías y que fue el más violento de que se tenga memoria, pues alcanzó 80 por ciento de incremento, respecto al año anterior.

Las denuncias de mujeres violadas, los robos en el metro y en otros lugares aumentaron escandalos­amente y los asesinatos se agravaron en nueve de 16 demarcacio­nes políticas. Hoy está de moda el temido secuestro.

¿Cuál fue la solución? No dar importanci­a a lo que ocurre y, además, culpar al pasado. Esto equivale a colegir que lo que pretendían los morenos era llegar al poder a como diera lugar y a gobernar por gobernar, no para solucionar.

Después de la andanada de críticas por los asesinatos de dos estudiante­s y una mujer en Polanco, el Presidente tuvo que intervenir e incitar a una porra para decirle a su jefa de gobierno que no estaba sola, restando total importanci­a a la situación de zozobra que se vive.

La gran ciudad, corazón del país, empezó a sufrir los estragos del crimen

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