Crónica
Diez años después, la última guarida de Arturo Beltrán Leyva, ElBarbas, volvió a abrir sus puertas. Esta vez no fue como en la última ocasión, donde al menos 200 marinos irrumpieron en el departamento 202 del fraccionamiento Punta Vista Hermosa para acabar con la carrera criminal del capo; no, esta vez fue para ponerlo a la venta y que sus ganancias sean donadas para comunidades pobres de Oaxaca.
Al ingresar al departamento de tres habitaciones lo primero que nos recibe son las marcas de las balas de armas de grueso calibre que se usaron en el operativo del 16 de diciembre de 2009.
Los lujos que poseía el también conocido como Eljefedejefes se redujeron a un comedor de seis sillas y un cuadro arrinconado, una cafetera y un refrigerador.
Las imágenes religiosas, los álbumes fotográficos de la familia, las joyas, el dinero, las armas y casquillos de AK-47 y 9 mm con las que Beltrán Leyva y cuatro de sus lugartenientes repelieron el operativo, de eso, no queda nada.
Pero sí cientos de orificios en puertas, paredes, muebles, puertas. Incluso en el techo de una de las habitaciones principales hay salpicaduras de sangre que, de acuerdo con las autoridades y testigos, es de ElBarbas.
Eljefedejefes
Cae cabecilla del cártel del Golfo
Horacio de Jesús Pérez, ElChabelo, fue capturado por fuerzas federales y estatales durante un operativo en Tampico, Tamaulipas. El hombre, de 53 años, era presunto líder del cártel del Golfo al sur de la entidad y uno de los objetivos prioritarios en el estado. ElChabelo fue detenido en cumplimiento de una orden de aprehensión por secuestro agravado. En el operativo marinos, policías estatales y agentes ministeriales.
Tras el enfrentamiento, agentes ministeriales sacaron en un par de semanas los muebles del departamento 202. Luego cerraron la puerta y dejaron intactas las marcas, las huellas del operativo contra el líder del cártel de los Beltrán Leyva.
La última morada de ElBarbas ha sido durante la última década una funesta atracción para los vecinos, que señalan el departamento del segundo piso del edificio Elbrús y recuerdan la balacera de más de cuatro horas de aquella noche.
El aire entra por el amplio ventanal, justo por el cual uno de los lugartenientes se lanzó al sentirse acorralado, uno de los vigilantes narra que en ese lugar “se sienten malas vibras”. De pronto el viento empuja la puerta de la entrada y la azota: “el señor (Arturo) siempre ordenaba tener esa puerta cerrada”, dice al sonreír nervioso.