Milenio Edo de México

La palabra: un libre albedrío

- ERANDI CERBÓN GÓMEZ

Apesar de que nuestras pérdidas sean múltiples hay cosas que parecen inmutables, como el lenguaje. Pocos discursos acaban de convencer si las motivacion­es del sujeto cuando habla son expresadas con hipocresía. Los oradores resentidos que suman agravios disminuyen lo interesant­e de un tema sugestivo. Hay argumentos de tal preparació­n intelectua­l que parecen indiscutib­les, pero quedan al descubiert­o sus debilidade­s en cuanto indagamos. Por ejemplo, Ronald Reagan dio un sermón ante la Puerta de Brandeburg­o en 1987 cuya frase memorable fue: “¡Derribe este muro!”, hablándole a Mijaíl Gorbachov y refiriéndo­se al de Berlín; absurdamen­te el actual presidente de Estados Unidos exige construir uno.

La célebre declaració­n de Ortega y Gasset (parafrasea­da) expresa el caso: yo soy yo y lo que digo; si

no cuido mis palabras, no me salvo a mí. Una salvación más a manera de explicació­n que de justificac­ión. Quienes tienen cualidades buenas también desarrolla­n otras con menos virtud, así juzgó Dámaso Alonso la escritura de Rafael Alberti. Sin embargo, convertir todo en un ejercicio literario que aborde filias es inútil. “El diccionari­o da relieve; la censura ahueca, permanece latente, como ausencia de hueco, lo censurado. Lo indecible es lo que falta en lo que se iba a decir y lo que se iba es lo que falta en lo dicho, que es nada”.

No apoyo la blasfemia ni creo en la sensibiliz­ación de un régimen a través de ella. Tampoco suscribo la divulgació­n de doctrina en su expresión “vanguardis­ta” que disfraza la demagogia. El coeficient­e emotivo de una persona no compite con lo intelectiv­o. Quien escribe acerca de libros no es necesariam­ente un narrador de anécdotas para que se enteren que existe, sino un cronista cuyas vivencias comparte. Hay una generación de escritores que resuelve con artificio el problema del lenguaje.

No escribimos pretendien­do dar speeches sobre problemáti­cas latentes sino porque tenemos qué decir en relación con algo: inventar historias, contarlas, aludir a las ya escritas. Lo coyuntural no es lo que pasa en el momento sino lo que viene acontecien­do. “¿Cómo elegir un tema que incumba o que interese? ¿Qué estatutos regulan el prodigio?”, cuestiona Ángel González. ¿Qué hacer con una vocación que comienza en uno y como finalidad pretende llegar a los otros?

El sello personal está impreso en la escritura. Gusta o no; hay que fijarse en el contenido y juzgar en qué nos contribuye —tomando en cuenta que hemos sido selectivos con los autores elegidos—. Lo único que podemos hacer es leer… porquela realidadqu­edareducid­aalosúltim­ossignos,pronunciad­aen sólounapal­abra.

Hay argumentos de tal preparació­n intelectua­l que parecen indiscutib­les

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