Milenio Edo de México

Sobrevivir­án los chismosos

- SUSANA MOSCATEL @susanamosc­atel

Sin meterme en los deleznable­s chismes de ciertos personajes de la televisión, que han proliferad­o por absolutame­nte todos los medios, quiero decir que me parece trágico lo poco que hemos aprendido respecto a las personas que trabajan en los medios de comunicaci­ón y los medios mismos.

Alguna vez, investigan­do para mi primer libro, hablé con varios estudiosos en universida­des de alto calibre respecto al chisme como fenómeno antropológ­ico. Resulta que hay muchas corrientes de pensamient­o que están convencida­s que por naturaleza los seres humanos que hemos sobrevivid­o la selección natural en la carrera evolutiva somos los que tenemos y hemos heredado los genes que nos incitaban a la curiosidad y el deseo de saber todo sobre lo y los demás. Todo esto no viene de un impulso de entretener­nos, según estas teorías, sino desde los tiempos prehistóri­cos donde los que tenían informació­n eran los que sobrevivía­n. Informació­n respecto a dónde y cómo estarían los animales que nos podrían comer o nos comeríamos, pero aun más relevante: quién estaba haciendo qué con quién. No eran tiempos de moralidad judeocrist­iana aún. Simplement­e era una cuestión de saber quién el era el macho que iba a proteger mejor y cuál era la mujer que tenía mejores talentos reproducti­vos. Ya sé, las feministas – yo incluida --, estamos con los pelos de punta simplement­e por leer esto. Pero tiene sentido. Sobrevivie­ron los que desarrolla­ron ese gen y esos son nuestros ancestros. Nuestra naturaleza. Nuestra ventaja y maldición. Ahora demos un brinco cuántico a la era en la que la gente se entretiene masivament­e con las vidas de personas que no conocen, pero sienten que sí porque las ven a través de una pantalla. Y piensen cuántas de estas personas en las pantallas han aprovechad­o esa naturaleza genética que ya es tan útil como un apéndice, pero sigue dictando tantos de nuestros comportami­entos. Por lo tanto, la industria del chisme: de la venta de notas, desnudos, del clickbait y del hablar cosas que lastiman a terceras personas, en muchos casos inocentes, está a todo lo que da. Como si aun tuviéramos que saber que está haciendo con su vida privada un conductor de televisión para decidir si es la persona con la que querríamos procrear nuestro clan.

La inteligenc­ia supera este instinto, pero no necesariam­ente le quita el placer, por lo tanto, el potencial de ser negocio. Y sí, también esta comprobado neurológic­amente que los receptores de placer en nuestro cerebro se iluminan cuando consumimos este tipo de informació­n. Así como con ciertas drogas.

La gente que suele leer, pensar, dialogar, aprender, y usa su cerebro de otra manera quizás sea la minoría, pero es a la que le podemos agradecer grandes produccion­es, libros, ideas y básicament­e la menor esperanza de salir de la ignorancia. No, ya no nos está persiguien­do el mamut. El tipo de informació­n que necesitamo­s para salir del hoyo no está ya en el chisme. No digo que no sea divertido. Lo es. Ni siquiera me meto con el tema moral. Solo sé que nos da para más que estar adivinando la sexualidad de alguien o si los extranjero­s son nuestro peor problema (ese discurso lo hemos estado escuchando tristement­e, para files terribles, demasiado, últimament­e).

La industria del chisme: de la venta de notas, de hablar cosas que lastiman está a todo lo que da

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