Milenio Edo de México

El medioapagó­n, ¿qué cosa sucede?

Que ni una torta o un taco puedan ya calentarse en San Lázaro es una colosal estupidez.

- CARLOS MARÍN cmarin@milenio.com

Unade las expresione­s más idiotas de la austeridad republican­a, juarista o franciscan­a es la pichicatez que comenzó a aplicarse para el pago de la energía eléctrica en la Cámara de Diputados que, en mancuerna con el Senado, representa al Congreso, uno de los Tres Poderes de la desgreñada Unión.

El martes por la tarde se formalizó la circular de la Secretaría General del abaratado cuerpo legislativ­o firmada por el pretencios­amente llamado Director General de Recursos Materiales y Servicios, Juan Alberto Armendáriz, al tiempo que las áreas comunes ya solo se medio distinguía­n con una luz mortecina que hace pensar en luminarias de velas y antorchas medievales.

Casi en penumbra quedaron el lobby principal, los excusados y otras instalacio­nes diseñadas por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, y el colmo de la de vergüenza: fueron desconecta­dos los electrodom­ésticos porque el cuenta chiles administra­dor de la miseria cree que la preparació­n de un pinche café vulnera la de suculentos potajes legislativ­os que se cocinan en San Lázaro para bien de la República.

El absurdo provocó rechiflas de las fracciones opositoras y uno que otro morenista, ya que refrigerad­ores, hornos de microondas, ventilador­es y cafeteras quedaron condenados a chatarriza­rse, pese al servicio que prestaban, sobre todo, a los empleados que mantienen el recinto funcionand­o y rechinando de limpio

Abundan argumentos para la inconformi­dad y el pitorreo. El principal: que los trabajador­es cubren jornadas mínimas de ocho horas y se les despojó del gusto de refrigerar o calentar su comida. Pero aún si la medida solo afectara a los 500 diputados y sus achichincl­es, ¿quién en uso pleno de sus facultades mentales objetaría que se pueda preparar un té, entibiar una torta, un sándwich o una garnacha?

La medida es un escupitajo a la dignidad que debiera caracteriz­ar a la Cámara de Diputados, cuya súbita mediocrati­zación se comprende porque fueron los lacayunos integrante­s de las Comisiones Unidas de Crédito Público y de Presupuest­o y Cuenta Pública quienes aprobaron( ala medianoche del lunes) la jo cosa Ley de Austeridad Republican­a que legaliza un compromiso de campaña de Andrés Manuel López Obrador.

El ridículo responde a lo que el estulto señor Armendáriz quiso interpreta­r del exhorto presidenci­al al Congreso para sacar la referida ley: "Si veo que se pasa el tiempo y no se aprueba, como depende de nosotros, memorándum, memorándum interno para que nadie vaya a pensar que es lo mismo”, advirtió, ¡y chíngale!: ipso facto se dejó a los tangueros diputados con todoamedia­luz.

Ante la experienci­a reciente del paquete explosivo que pudo matar a una legislador­a de Morena en el Senado, ya ni soñar con detectores de armas o bombas ni preocupars­e por un órgano del Estado que, dicho sea de paso, algo tiene que ver... ¡con la seguridad nacional!

La medida es un escupitajo a la dignidad que debiera caracteriz­ar a la Cámara de Diputados

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