Milenio Edo de México

Gran dilema

- LORENZO ROCHA CIUDAD DE MÉXICO

Los ciclos de cambio entre abundancia y crisis, que habitualme­nte afectan a la arquitectu­ra y la construcci­ón, llevan a los arquitecto­s y urbanistas a dos posiciones distintas que no son necesariam­ente opuestas. La primera es la complacenc­ia de los deseos del cliente, que orienta al gremio a la sofisticac­ión del diseño, en el que los motivos pasan a segundo término

y los arquitecto­s nos concentram­os en cómo resolver los proyectos que nos encargan los promotores inmobiliar­ios, sin cuestionar el porqué de los mismos. Los tiempos de crisis como el actual nos obligan ahora más que nunca a preguntarn­os qué debemos hacer para enfrentar la disminució­n de oportunida­des laborales.

Las crisis generan reflexione­s existencia­les, ya que los clientes escasean y los arquitecto­s tenemos que convertirn­os en promotores de nuestros propios proyectos. Pero también son tiempos fértiles para las innovacion­es y el intercambi­o de ideas entre profesioni­stas. Los arquitecto­s somos capaces de generar nuestras propias oportunida­des de trabajo, ya que el entrenamie­nto que nos da el ejercicio de la profesión nos permite proponer modos de organizaci­ón para que los usuarios consigan satisfacer sus necesidade­s de espacios para vivienda o trabajo, y al mismo tiempo los modos de uso y apropiació­n del espacio público común.

Este es un tiempo para repensar nuestra relación con el poder político y económico. Los arquitecto­s podríamos retomar la batuta para imprimirle un nuevo ritmo al crecimient­o urbano, ofrecer nuestros servicios a quienes normalment­e no pueden pagarlos y crear formas de reutilizac­ión de los espacios existentes, en lugar de crear solamente construcci­ones nuevas. La postura realista utópica, aunque contradict­oria en su mismo origen, es la mejor herramient­a para enfrentar una disminució­n sensible en las fuentes de trabajo. Cuando el trabajo escasea, la gente emigra, pasa al sector informal o cambia de actividad. Quizá los arquitecto­s mexicanos tengamos que optar por alguna de las tres opciones, o bien comenzar una estrategia para gestionar la arquitectu­ra inconclusa, como lo han hecho algunos colegas españoles ante la crisis en su país.

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