Alfredo Campos Villeda
“A Narro le tomó nada más 46 años diagnosticar los males del PRI”
Quizá no haya en la historia de la política mexicana un caso de un personaje tan despistado o ingenuo… y en el giro de la grilla profesional no cabe ninguno de los dos supuestos.
A José Narro Robles le tomó nada más 46 años darsecuenta de algunas prácticas comunes de su partido, uno que como gobierno lo hizo secretario de Salud el sexenio pasado y le vendió
los espejitos de que podía ser candidato presidencial, dado su prestigio como hombre de la academia más que de los desprestigiados pasillos de la política. La misma razón por la que al final fue abanderado tricolor José Antonio Meade.
No solo eso. Terminada la era PRI, los antiguos generales le hicieron creer, también, que podía ser el dirigente nacional de lo que quedó después del colapso de las elecciones federales de 2018. Por eso el miércoles, cuando anunció que se bajaba de la contienda y del partido, el primero que salió a darle palmaditas tuiteras fue Manlio Fabio Beltrones, uno de sus promotores junto con Emilio Gamboa. Le vieron la cara.
Cuarenta y seis años tomó al doctor conocer los síntomas y hacer el diagnóstico de su ahora ex partido: “simulación”, “excesos”, “desapego a las causas”, “falta de democracia interna”, “lejanía y olvido de la militancia”, “favoritismo de liderazgos”, “padrón tramposo”, “acarreo”, “desatinos”… En resumen, el PRI de siempre, el que Narro aspiraba a dirigir, pero cuya naturaleza acaba de descubrir. Con un añadido: ahora ve “indicios groseros” de injerencia del gobierno federal, que Andrés Manuel López Obrador bateó con la foxeada de “¿y yo por qué?”.
El mismo partido de la cargada de siempre, que se movilizó de inmediato con sus cartas que aún pesan, los gobernadores, quienes cerraron filas una vez que su candidato es el campechano Alejandro Moreno. El mismo otrora “partidazo” de Roberto Madrazo y Mario Marín, de Luis Echeverría y Gustavo Díaz Ordaz, de Roberto Borge y Javier Duarte, de Mario Villanueva y Manuel Muñoz Rocha, de Raúl Salinas y César Duarte, de Eugenio Hernández y Tomás Yarrington, de José López Portillo y Arturo Durazo, de Fidel Velázquez y Elba Esther Gordillo…
El mismo PRI, pues, que acaba de descubrir el ex rector de la UNAM.
Al doctor le tomó 46 años ver los síntomas de su ahora ex partido