37segundos, la impresionante historia de Stephanie Arnold Reseña
En 2013 una serie de repentinas premoniciones previas al nacimiento de su segundo hijo hicieron que Stephanie Arnold, una productora de televisión estadunidense, tomara previsiones que muchos calificaron de exageradas, pues se había comprobado que su embarazo parecía avanzar de manera normal.
Sin embargo, el día del parto sus presentimientos se cumplieron al pie de la letra y ella fue declarada oficialmente muerta durante 37 segundos, debido a una extraña reacción de su placenta que los médicos no pudieron advertir y que no habría sido superada de no hacer caso a estas advertencias que llegaron a ella de manera inexplicable.
Durante ese breve tiempo, Arnold pudo develar un poco de lo que ella califica como la vida después de la muerte y, superado el trágico episodio, ha decidido relatarlo en un libro titulado precisamente 37segundos, que inmediatamente atrapó lectores en todo el mundo y se convirtió en best seller en cuestión de semanas. En él, la autora narra lo que vio y sintió durante esos momentos que abandonó su cuerpo físico, así como los mensajes que advirtió sobre diferentes temas, mismos que ha ido recordando con los años.
Más allá de la desagradable anécdota, lo interesante es que lo que la autora relata está sustentado con documentos y estudios clínicos que han desconcertado a
médicos, quienes la han llamado a dictar conferencias en algunas de las instituciones clínicas más importantes de Estados Unidos, para compartir su experiencia.
“Cuando lo escribí mis emociones saltaron a las páginas y me sentía mejor, ni siquiera pensé en que algún día llegaría a venderse”, comentó Arnold en una entrevista, donde además explicó el porqué se atrevió a publicarlo y cómo se diferencia del resto de libros, llamados de autoayuda y que abundan en el mercado.
“Algo muy extraño pasó y sentí que mi deber era compartirlo”, aunque su texto no está contado desde la postura de un iluminado o un profeta; al contrario, es un relato cercano que pareciera venir de un familiar, con un lenguaje simple y una lección que deja casi sin quererlo: la de disfrutar intensamente cada segundo porque podría ser el último.