El color de la tinta
más indiferente que le resulte al medio mexicano la renuncia de Luis Enrique a la selección española, la noticia tiene puntiagudos ángulos que ofrecen diferentes reflexiones y posiblemente, una aguda lección. Todos cabemos en ella: comentaristas, periodistas, equipos, dirigentes, jugadores y aficionados. Su contenido es de bordes tan sensibles y orillas tan pantanosas, que cualquiera pudo tropezar o embarrarse con ella. El caso expuso como nunca en este frágil medio, la razón sobre dos derechos fundamentales: el de la información y el de la intimidad. Nombrado DT en julio del 2018, Luis Enrique decidió separarse temporalmente del cargo ocho meses después por motivos familiares de fuerza mayor, pidiendo discreción y respeto a su privacidad. A partir de ese momento, se inauguró un potencial banquete de especulación. Sin importar el color de la tinta, rojos, negros, azules o amarillos, tendrían desde sus distintas perspectivas, una pista que seguir, un testimonio que publicar, un testigo que entrevistar, una fotografía que imprimir y desde luego, un puñado de portadas que vender. No fue así. Todos los medios e integrantes del medio, jugadores y aficionados incluidos, respetaron con honradez categórica la petición de Luis Enrique y la Federación Española de Futbol: discreción y respeto por la intimidad. Desde el día en que el entrenador abandonó la concentración de su selección horas antes de un partido, y hasta el día que presentó su renuncia definitiva sin resolver sus dificultades familiares, no existió una sola nota informativa, ni siquiera una insinuación que diera paso al ardiente rumor. Esto, en un mundo dominado por las redes y el anonimato que las protege, es un milagro informático.
La prensa española, dura y crítica como pocas, se apegó con honores a los códigos filantrópicos de la profesión. Sin dañar el derecho de los aficionados a estar informados, los medios protegieron otro derecho elemental: respetaron la intimidad de un ciudadano y las personas que le acompañan en su dolorosa situación. No sabemos las causas por las que renunció Luis Enrique, lo que sabemos es que en este selvático escenario dispuesto al escándalo, aún queda ética por encima del show.
Los medios protegieron un derecho: respetaron la intimidad de un ciudadano