Lo que quedará son sospechas
tanta prisa. Ningún partido ni asociación política clama por eliminar con urgencia algún vicio antes de las próximas elecciones.
Si no hay serenidad, lo que quedará son sospechas. La nueva reforma electoral no proviene esta vez de un reclamo democrático, sino de un justo objetivo de austeridad por parte del partido en el poder. No hay duda de su necesidad. Nuestras elecciones e instituciones electorales son caras... y hay mucho por hacer.
Pero no es como para quedarse ciego ante los riesgos. La presidenta de la Asociación de Consejeras Estatales Electorales, Miriam Hinojosa, en el foro de discusión de la reforma en la Cámara de Diputados, utilizó una figura elocuente. Para ella, desaparecer los OPLE para reducir el costo de las elecciones es como cortarle la pierna a un deportista “para que dé el peso reglamentario en su categoría. Se habrá logrado el objetivo inmediato, pero se habrá arruinado el objetivo fundamental”.
No solo se aplica a los OPLE. El diputado de Morena Pablo Gómez ha insistido en que se trata de hacer del INE un organismo técnico, no político y del pasado. Esa sería la primera decisión política y en una de ésas, del pasado: cualquier movimiento de fondo en la institución que financia partidos y campañas, que administra padrones y credenciales y que organiza elecciones y cómputos, tiene una lectura política inevitable. Sería prisa inexplicable.
El financiamiento de los partidos políticos, uno de los grandes cortes a efectuar hacia la reducción del costo del INE, ya ha generado la mayor de las discusiones.
Habría que comenzar con la correcta vigilancia de los topes en los gastos de campaña. Hasta la fecha no ha funcionado y la enorme imaginación de los candidatos y sus grupos ha dejado a la autoridad inmóvil. El castigo a quienes sobrepasan los topes ha quedado en mera amenaza.
Si no hemos sido capaces de controlar el gasto, lo que se disminuya en los ingresos a partidos y campañas se va a compensar con creces por la vía del financiamiento ilegal. Si algo pone en riesgo la democracia y el país entero es eso: dar entrada a la delincuencia organizada por la puerta principal. Y no solo a la delincuencia organizada. También a los poderes fácticos, abundantes y fuertes, que estarán felices esperando cualquier oportunidad.
No quiero decir, por supuesto, que no sea posible ni debido disminuir el financiamiento a los partidos. Digo que lo hagamos con cuidado y que no quedemos satisfechos solo con reformas vistosas.
Existen ejemplos de racionalización de los ingresos de los partidos. Ahí está la iniciativa que presentó en 2017 el entonces diputado local independiente Pedro Kumamoto en el Congreso de Jalisco y que fue validada por la SCJN. Sin voto no hay dinero...
Y claro que se puede también reducir el número de consejeros electorales. Y alejar a los partidos. Pero no desaparecer instituciones enteras que cumplen su función aunque requieran ajustes.
También hay que replantear ciertas prácticas. Y se pueden explorar ya, con seriedad y con calma, los temas relacionados con la urna electrónica.
Demos los primeros pasos. Y veremos. Nadie tiene por qué hacer una grande y pomposa reforma electoral que no necesitamos.
La iniciativa de Kumamoto en 2017 es ejemplo de racionalización de ingresos de partidos