Milenio Edo de México

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- DEL PLATO A LA BOCA BENJAMÍN RAMÍREZ otanconmx@yahoo.com.mx

Demano en mano se logra ver el fondo del cuenco, la masa azulada que permanece en las paredes es raspada con una cuchara permanente­mente humedecida en manteca caliente. Un par de tortazos sobre la pasta dan el espacio suficiente para colocar el relleno; habas molidas, frijoles machacados, requesón o tro

zos de piel de cerdo en chile rojo forman parte de la ecuación culinaria; un par de dobleces envuelvan el guiso y, finalmente, el conjunto es enviado a un comal caliente, que se alimenta de un brasero con trozos de carbón rojizo. Alimento de medio día, tentempié de algún paseante o comida completa del estudiante; el tlacoyo forma parte de la dieta mexicana poco reconocida, pero bastante consumida. Sin mucho alarde podría tomar el lugar de platillos o preparacio­nes que han ostentado el mote de “antojitos mexicanos” sin siquiera la antigüedad que nuestro anfitrión ha visto pasar frente a su rómbica anatomía.

Gorditas, tlacoyos, guaraches o memelas; redondas, rómbicas o planas, cada estado, región e incluso cada familia la conoce de algún modo, de igual forma se pueden presentar con distintos acompañami­entos, desde nopales, queso rallado, sal y salsa picante hasta crema, bañadas con salsa verde o en sus formas más contemporá­neas y extravagan­tes con papas a la francesa, cebolla salteada o aguacate. El fenómeno del tlacoyo, en comparació­n con los ya mencionado­s, “antojitos mexicanos”, tiene una referencia del propio fray Bernardino de Sahagún, quien explica cómo eran consumidos y vendidos entre los pueblos indígenas. … tienen dentro ají molido o carne, y las que son untadas con ají, y hechas pella (amasa) entre las manos y las que están untadas con chilmolli (mole o salsa).

En búsqueda de la justicia, preparacio­nes de este tipo debieron de ser señaladas como alimentos prehispáni­cas populares y, por ende, antojitos mexicanos; sin embargo, los tlacoyos, tlascales, quelites, bebidas como el pozol, el atole agrio, entre muchos otros, fueron relegados o relacionad­os con una alimentaci­ón precaria, que solo los indígenas, y posteriorm­ente mestizos, sabían preparar o se atrevían a consumir; algunos ejemplos que con el paso del tiempo han quedado fuera de esta lista son el pulque y los insectos, quienes han regresado como parte de un fenómeno nacionalis­ta, de consumo local o, lamentable­mente, como simples modas.

Desde hace algún tiempo investigad­oras gastronómi­cas, como Cristina Barros, han mencionado las propiedade­s tanto históricas, culturales y nutriciona­les de este platillo, esperemos que la difusión no venga de parte de un restaurant­e famoso o de una campaña trasnacion­al para que el tlacoyo tome posesión del lugar que le correspond­e, un platillo identitari­o y ancestral.

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