La expansión de la práctica erótica
La psicóloga Marhyam Deva Ianna se ha dedicado, desde hace una década y media, a estudiar el tantra y las danzas sagradas. Ha realizado su formación tanto en la Escuela Nacional de Antropología e Historia como en templos sagrados de India, Egipto y Siberia.
Ella explica: “Amplía las posibilidades eróticas, expande la visión sobre lo correcto e incorrecto, rompe con creencias limitantes sobre el cuerpo, la moral prevaleciente en las sociedades occidentales, la biología, el instinto y, en general, con lo que se supone culturalmente del complejo entramado del sistema humano”. El tantra en su propia etimología contiene la experiencia fundamental de su práctica: la expansión. También en su significado en sánscrito podemos encontrar su riqueza: sistema. Eso es importante pues jamás verá al ser fragmentado, lo cual es una gran ayuda para reconectar con el derecho al placer, con el regreso a la exploración, a la contemplación, al disfrute”, me dice.
¿De qué manera se estudia y trabaja el tantra de manera guiada? Marhyam explica: “La persona que practica tantra sabe que no necesita poseer al otro o a la otra para intercambiar experiencias auténticas generadas desde el autoerotismo, gracias a lo cual podría superar la adicción a relaciones tóxicas o basadas en necesidades, pues su vida misma sería un gozo porque la práctica constante hace del placer un hábito personal, nunca una experiencia que dependa de circunstancias extremas o de una persona adecuada. Ser responsables de nuestro placer implica comprometernos con nosotras mismas rompiendo el estereotipo de mujer sacrificada; puede ser algo tan simple como tomar un baño sin tener que salir corriendo, llenar el cuerpo de aceites, perfumes o cremas deliciosas y masajear sin prisa, preparar una comida llena de sabores, decorar un espacio acogedor, llevar a cabo actos aparentemente simples que exploten la naturaleza erótica, receptiva, creativa, que se expanda al estar piel a piel con otro ser”.