La nueva mesa
llegó del supermercado después del mediodía; dos grandes bolsas repletas con víveres retozaban entre los brazos de nuestro personaje. Una vez desinfectadas fueron desmontadas y colocados todos los productos en la alacena. Aquellas compras representaban el abastecimiento alimentario para dos semanas, sin contar la presencia en casa de alguna visita inesperada o algún antojo ocurrente. Pasados los días aquellos suministros fueron a menos, en diez días solo quedaban bolsas semivacías, huecos en los estantes y, por ende, unos cuantos kilos extra en el cuerpo del atormentado Miguel.
Así como el sujeto en cuestión, y al cabo de cerca de 90 días en reposo involuntario, el organismo comienza a dar señas de adaptación y desgaste. Este suceso aparece en la mayoría de los ciudadanos que, ante el encierro, comienzan a ejecutar cambios en movilidad y alimentación. La vida cotidiana puede estar representada por tres actividades comunes, salir a trabajar, salir a distraerse y salir a comer. Un paseo por el parque, el centro histórico o alguna plaza comercial (como parte de los modelos capitalistas), fueron la “normalidad” hasta febrero de 2020. Por lo tanto, había una ejercitación semanal; en los meses pasados una salida al mercado, o supermercado, se convirtió en el único momento de activación física semanal o hasta quincenal.
Si sumamos este hecho a las horas de hartazgo escolar, laboral o hasta familiar, tenemos como resultado un ocio que, en alguno de sus casos, exteriorizamos a través del acto de comer. A este nuevo factor sumaremos una realidad la cultura alimentaria mexicana tiene, entre sus múltiples brazos, el consumo indiscriminado de productos industrializados; dicha ecuación da como resultado la repetición de un mal que aquejó al país antes de esta pandemia, y, además, se convirtió en factor exponencial para el número de casos gravesylamentablesdecesos, laobesidad.
Pero, al parecer esta pandemia tuvo alcances mayores en cuanto a políticas alimentarias, no debemos olvidar que durante este encierro se aprobó el nuevo etiquetado a los productos industrializados; tampoco dejemos pasar que se les otorgó protección a los maíces nativos; y, aunque se ha especulado mucho, también existen en puerta propuestas para la protección de otro tipo de semillas, aunque algunas voces hablan de peligros para el campesino; ahora deberemos sumar La Nueva Mesa; programa que busca divulgar, mediante distintos flancos, entre ellos el educativo, la selección de alimentos locales, nutritivos y que coadyuven a disminuir las altas tazas de enfermedamo._ des que hoy son un riesgo persistente. Y que, a la par, no se satanice a la industria, pero que ahora en realidad la química en alimentos se aplique con fines nutricionales y no se rinda ante el mercantilis