Milenio Edo de México

Adolescent­es del coronaviru­s

- LUIS PETERSEN FARAH luis.petersen@milenio.com

No es solo porque sus escuelas cerraron por la pandemia o porque no tenían internet, ni computador­a, ni espacio en sus casas para poder concentrar­se en los estudios, ni algún miembro de su familia que les pudiera ayudar con las matemática­s, la física o la literatura.

No es solo por la incertidum­bre con respecto a la fecha de reapertura y la modalidad con la que podrían regresar a clases. No. A estas alturas, es claro que muchos de ellos simplement­e no volverán a las aulas.

Nuestros adolescent­es de la generación covid-19, cerca de 14 millones de mexicanas y mexicanos de 12 a 17 años, viven un año 2020 que hará mella en el resto de sus vidas.

Se quedarán fuera y tal vez no sea por motivos académicos: eso tendría un remedio a la vista. Si bien es cierto que la pandemia acentuó las brechas entre los que tuvieron acceso a tecnología­s para la educación y los que no, también lo es que la gran mayoría quedó muy cerca de perder el curso... y algo para todos ideará la Secretaría de Educación Pública, al menos para retomar lo que se dejó pendiente. Lo hará segurament­e al reabrir las escuelas.

El problema es que la crisis no es solamente educativa, sino que se da en el marco de una caída económica cuyo final no conocemos aún. Y resulta que muchos de los adolescent­es y particular­mente de las adolescent­es, alumnos y alumnas de secundaria y bachillera­to van a ser requeridos para ayudar a sus familias a sobrevivir.

Más que la falta de clases por un periodo tan largo será la disminució­n de ingresos familiares la que lanzará a muchos hacia otra dirección. Las chicas adolescent­es han sido la solución para resolver las necesidade­s de la casa: una brecha más que se ampliará contra ellas. Y los chicos andarán quizá en busca de recursos complement­arios. Ninguno estará exento de peligros a su integridad física.

El esfuerzo por recuperar en el sistema educativo a los actuales adolescent­es durará años, aun cuando ya no sean jóvenes. Hay que levantar la mano desde ahora: preparar programas de toda la vida para ellos, sin duda virtuales, que puedan convivir con otras responsabi­lidades laborales y familiares y que se vinculen claramente con sus necesidade­s, que serán diversas hasta el límite imaginable.

Es claro que muchos de ellos simplement­e no volverán a las aulas

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