Información y democracia
Últimamente
se ha discutido sobre la información que se nos ofrece sobre el problema del Covid-19 y se han generado dudas y opiniones al respecto. Justamente nos parece muy necesario disponer de información veraz y oportuna en este delicado campo de la salud, sobre todo si consideramos que puede significar la vida o la muerte en un momento dado. Pero no es solamente el tema de la salud, en realidad contar con buena información es imprescindible para la participación democrática.
La responsabilidad de las autoridades ante el pueblo es la característica básica de los sistemas democráticos, de modo que el cuerpo social posee de algún modo un control sobre ellas principalmente a través de las elecciones; pero también a través de otros canales de participación. Por esta razón no puede concebirse una vida democrática sin el conocimiento de los problemas sociales, políticos, económicos y demás que tocan el bien común y el desarrollo de todos. Es claro que no pueden proponerse ni realizarse acciones adecuadas cuando faltan los datos de hecho.
Como en otros ámbitos de la vida social, también en el de la información debe regir un criterio de libertad, de manera que puedan surgir opciones diversas en un marco apropiado de leyes. Lógicamente no se puede llegar al extremo de justificar la difamación y la calumnia por una pretendida libertad de información; pero tampoco es aceptable la sumisión de cuanto se informa a los intereses del político en turno o de su grupo o partido.
El “Compendio de la doctrina social de la Iglesia” señala con “particular atención” un obstáculo a la realización del derecho a la objetividad en la información consistente en “el fenómeno de las concentraciones editoriales y televisivas, con peligrosos efectos sobre todo el sistema democrático cuando a este fenómeno corresponden vínculos cada vez más estrechos entre la actividad gubernativa, los poderes financieros y la información”.
Desde luego no bastan las buenas leyes para que se cumpla con el derecho a la información, pues las leyes pueden ser letra muerta sin una base sólida en las convicciones de quienes tienen que cumplirlas o hacerlas cumplir, además de que no todo puede ser regulado por leyes. La responsabilidad ética al informar se ha extendido en nuestros tiempos en que a través de las redes sociales se difunde una gran cantidad de información. Sobre quienes la generan y sobre quienes la consumen grava, pues, una responsabilidad importante.