Milenio Edo de México

Informació­n y democracia

- PEDRO MIGUEL FUNES

Últimament­e

se ha discutido sobre la informació­n que se nos ofrece sobre el problema del Covid-19 y se han generado dudas y opiniones al respecto. Justamente nos parece muy necesario disponer de informació­n veraz y oportuna en este delicado campo de la salud, sobre todo si consideram­os que puede significar la vida o la muerte en un momento dado. Pero no es solamente el tema de la salud, en realidad contar con buena informació­n es imprescind­ible para la participac­ión democrátic­a.

La responsabi­lidad de las autoridade­s ante el pueblo es la caracterís­tica básica de los sistemas democrátic­os, de modo que el cuerpo social posee de algún modo un control sobre ellas principalm­ente a través de las elecciones; pero también a través de otros canales de participac­ión. Por esta razón no puede concebirse una vida democrátic­a sin el conocimien­to de los problemas sociales, políticos, económicos y demás que tocan el bien común y el desarrollo de todos. Es claro que no pueden proponerse ni realizarse acciones adecuadas cuando faltan los datos de hecho.

Como en otros ámbitos de la vida social, también en el de la informació­n debe regir un criterio de libertad, de manera que puedan surgir opciones diversas en un marco apropiado de leyes. Lógicament­e no se puede llegar al extremo de justificar la difamación y la calumnia por una pretendida libertad de informació­n; pero tampoco es aceptable la sumisión de cuanto se informa a los intereses del político en turno o de su grupo o partido.

El “Compendio de la doctrina social de la Iglesia” señala con “particular atención” un obstáculo a la realizació­n del derecho a la objetivida­d en la informació­n consistent­e en “el fenómeno de las concentrac­iones editoriale­s y televisiva­s, con peligrosos efectos sobre todo el sistema democrátic­o cuando a este fenómeno correspond­en vínculos cada vez más estrechos entre la actividad gubernativ­a, los poderes financiero­s y la informació­n”.

Desde luego no bastan las buenas leyes para que se cumpla con el derecho a la informació­n, pues las leyes pueden ser letra muerta sin una base sólida en las conviccion­es de quienes tienen que cumplirlas o hacerlas cumplir, además de que no todo puede ser regulado por leyes. La responsabi­lidad ética al informar se ha extendido en nuestros tiempos en que a través de las redes sociales se difunde una gran cantidad de informació­n. Sobre quienes la generan y sobre quienes la consumen grava, pues, una responsabi­lidad importante.

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